Alberto Aziz Nassif
El pesimismo es un estado de ánimo, y muchas veces se agrava con sólo asomarse a la calle o la prensa. Los recientes datos sobre la inseguridad pública, son aterradores.
Después de los desastres que dejaron Ingrid y Manuel, llegó el 2 de octubre, una fecha de protesta que se ha vuelto el símbolo en contra de la represión del Estado. A 45 años de distancia vuelven las expresiones de violencia. Muchos nos preguntamos quiénes son esos grupos radicales que desde el pasado 1° de diciembre salen a reventar y a golpear como si fuera un mandato. Algo huele a podrido. En esos días también aparecieron críticas fundadas del Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval) sobre “La Cruzada Nacional contra el Hambre”: hay imprecisiones en su diseño, no está bien definido qué se entiende por hambre; pero, quizá lo más grave es que se inspira en un viejo programa brasileño que actualmente ha sido reformulado. Sin embargo, lo más impresionante ha sido conocer cómo se siente la ciudadanía sobre el problema de inseguridad que se vive en el país.
Sin exagerar podemos decir que México es un país que vive con miedo. Cuando el INEGI presenta los datos de su Encuesta Nacional de Seguridad Pública Urbana (ENSU, 2013) y el primer dato es que 68% de la población mayor de edad considera “que vivir en su ciudad es inseguro” —siendo que la primera obligación del Estado es dar seguridad a los ciudadanos—, algo falla de forma grave con la autoridad. Además, la perspectiva no es nada optimista: casi 40% considera que la situación en los próximos 12 meses seguirá igual de mal y un 24% piensa que empeorará.
Ante estas condiciones ya se han cambiado las rutinas por el temor a sufrir algún delito: 64.5% ha optado por no llevar cosas de valor; un 50% decidió no caminar alrededor de su vivienda después de la 8 de la noche; otro 48.5% ya no permite que sus hijos menores salgan y otros decidieron cambiar rutinas para visitar a sus parientes o amigos. La imagen de la policía se ha deteriorado, un 66.7% considera que el desempeño de las policías estatales o municipales ha sido poco o nada efectivo.
La otra parte del problema es la victimización, cuyos datos están en otra encuesta del INEGI, la Encuesta Nacional de Victimización y Percepción sobre Seguridad Pública 2013 (ENVIPE). En este país con miedo es más grave la percepción que la victimización. En la ENVIPE se establecen datos de cómo han aumentado los delitos graves y los datos de 2012 son: 25,583 homicidios; 4,007 desapariciones forzadas; y el más escandaloso es el de los secuestros: 105,682. El crimen organizado fabrica diariamente una potente y próspera industria de secuestro. Es como una ruleta, a cualquiera nos puede pasar. El costo de la inseguridad en 2012 representó la cantidad de 215 mil millones de pesos, es decir, un 1.34% del PIB. Otro agujero en la economía de las familias y las empresas. ¿En dónde estamos parados como país? Cuando se preguntan por las razones de este infierno, un 41.8% considera que la causa es el desempleo, seguido de la pobreza y la droga. Si se analiza otro ángulo del caso, como la corrupción en las fuerzas de seguridad, los que ganan en corrupción son los agentes de tránsito, policías municipales, ministerio público, jueces, policía estatal y federal; es más, los únicos que aparecen bien evaluados son el Ejército y la Marina.
Otro dato muy preocupante de la encuesta de victimización es el incremento de la inseguridad en lugares que antes se consideraban “tranquilos”, pero que hoy reportan un incremento importante. Ya sabemos que no es raro que haya mucha inseguridad en Guerrero, Michoacán, Tamaulipas, Sinaloa o Chihuahua, pero ahora también se han sumado otros territorios y de 2012 a 2013 sube 23.4% en Jalisco, 23.8% en Sonora, 29.7% en Tlaxcala y donde se agudiza el fenómeno es en estados como Querétaro con 39.9%, Chiapas con 34.6% y, sobre todo, Yucatán con 67.8%. Estas cifras desmienten las voces que ubican el problema de la inseguridad en unos cuantos municipios, la ola crece y son excepcionales los casos en donde baja, como Nayarit, que disminuye un 22.4%
La base del miedo es la inseguridad. Veamos lo que dice Zigmunt Bauman (Miedo líquido) sobre esta epidemia que representan los datos anteriores: “El miedo es más temible cuando es difuso, disperso, poco claro; cuando flota en el aire, sin vínculos, sin anclas, sin hogar ni causa nítidos; cuando nos ronda sin ton ni son (…) Miedo es el nombre que damos a nuestra incertidumbre”. Miedo es la posibilidad de ser desaparecido, asesinado o secuestrado...
Investigador del CIESAS
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