7/12/2014

“En África, las mujeres no tenemos derecho a hablar”



Aminetou Mint Moctar, presidenta de la Asociación de Mujeres Jefes de Familia (ASCF, siglas en francés) de Mauritania

Gloria López


Madrid, 20 jun. 14. AmecoPress. En su país, Mauritania, la llaman la “Rebelde”. Ha venido a participar en las Jornadas “El Sahel y la Cooperación Española”, organizadas por la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (AECID). Es presidenta de la Asociación de Mujeres Jefes de Familia (ASCF, siglas en francés) de Mauritania, que lucha contra todo tipo de violencia y discriminación contra las mujeres y por su participación política y el liderazgo femenino.

Está amenazada por una fatua religiosa, acusada de apostasía, a través de la cual el extremismo religioso pide “cortarle la cabeza y sacarle los ojos”. Ha pedido ayuda en Mauritania, al Gobierno, a la policía, a la justicia, pero no ha conseguido protección. El país está en plenas elecciones y espera ver claro para poder regresar. Agradece la ayuda y la acogida recibida en España, especialmente por la AECID y las organizaciones sociales y feministas: “una gran familia de los derechos humanos”.
JPG - 42.6 KB“Primero, quisiera presentarme”, dice. “Soy una militante de los derechos humanos, decidida a combatir el extremismo religioso y a todo lo que vaya en contra de la democracia, defender los derechos de todas las personas con dificultades, hombres y mujeres. El camino no es fácil. En África las mujeres estamos discriminadas, no tenemos derecho a hablar, estamos obligadas a obedecer la voluntad del hombre”.

La asociación que usted preside tiene como uno de sus objetivos fundamentales luchar contra el matrimonio de menores. En Mauritania, el Código de Estatuto Personal fija la edad de matrimonio en 18 años, aunque deja una derogación que permite a una mujer casarse a partir de 16 años en casos excepcionales. También hay una ordenanza 2005/015 que protege a las niñas y niños. Pero los este tipo de matrimonio van en aumento y aunque se denuncian, la justicia les da la razón en pocos casos. ¿Cuáles son las causas de esta práctica y de esta contradicción con lo que reconoce la ley? ¿De qué manera afrontan la lucha contra ella?

Las leyes no se aplican. La justicia está muy ligada a la tradición. En 2012, la Justicia mauritana se enfrentó a nueve casos de menores casadas con hombres mayores de edad y solo anuló el enlace de dos niñas cuyos esposos tenían más de 80 años. Según nuestras estadísticas, en 2012 alrededor de 500 menores de entre 9 y 16 años contrajeron matrimonio y en 2013 la cifra aumentó un 54 por ciento. Ha habido un incremento de las violaciones dentro del matrimonio. La inseguridad es muy grande, hay secuestros de niñas y adolescentes para violarlas. Entonces, muchas familias, para salvar el honor, entregan a las hijas. También se suma la pobreza, muchos padres dan a sus hijas en matrimonio para obtener la dote. Incluso las llevan a Arabia Saudita donde los príncipes dan mucho dinero por una niña de 4, 5 o 6 años.

Además de esta situación de matrimonios obligados. ¿A qué se enfrentan las mujeres en Mauritania? ¿Cuáles son los principales conflictos que les afectan?

Las mujeres se enfrentan a distintas violencias. Por ejemplo, hay una violencia étnica, una lucha entre negros y árabes, que a ellas les afecta más. La violencia de género, la violencia sexual en el trabajo –hay muchos niños que nacen de esas violaciones-. Hay también Mutilación Genital Femenina (MGF). También el “engordamiento” de las mujeres, para que sigan nuestro ideal de belleza, que prefiere cuerpos gordos, meten a las mujeres en granjas y las engordan. El servicio doméstico lo realizan niñas y mujeres que son maltratadas, pegadas, violadas. Las mujeres no son dueñas de sus vidas y son objeto de numerosas discriminaciones.
¿Las mujeres pueden denunciar estas situaciones?

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No. La mayoría de estas situaciones no están recogidas por la ley. Solo hay un artículo en el Código Penal sobre la violación, pero ni la criminaliza ni contempla la reparación. Pero el mayor problema es que la mujer no tiene acceso a la justicia y además, por cultura y tradiciones, se siente avergonzada y no denuncia, y cuando se atreven a ir a la policía la culpan a ella.

¿Pueden las niñas acceder a una educación? ¿Por qué hay tanta resistencia al acceso a la educación de las mujeres?

Para las familias la educación de los hombres es prioritaria. El Gobierno no tiene los medios suficientes aplicados a la educación: cuesta mucho tener los materiales educativos, uniformes, comida, etc. Entonces, las familias que hacen el esfuerzo, lo dedican a los niños y no a las niñas. El destino de las mujeres es casarse e irse con otra familia. Y recordemos también que el 90 por ciento de la población es pobre.

En cuánto a la participación política de las mujeres, ¿avanza?, ¿crece el porcentaje de representación femenina en partidos e instituciones?

Aunque las mujeres no se presentaban para ser elegidas, siempre han trabajado mucho en la base. Y poco a poco, se van presentando y formando parte de las instituciones. En 2005 empezamos a hacer una labor de formación en la base para que las mujeres se presentaran a las elecciones del 2006 y también presentamos un recurso para que se implementaran las cuotas de participación femenina en el Gobierno –pedimos un 20 por ciento al menos- y logramos que se tramitara una ley. Se presentaron muchas mujeres y obtuvimos un 20 por ciento en el Parlamento, un 19,6 en el Senado y un 32,89 por ciento de las Comunas. Esta labor fue reconocida por Francia, que me entregó en 2006 el Premio de los Derechos Humanos por promover la participación política de las mujeres y defender los derechos humanos. En 2013 realizamos una nueva campaña para aumentar la cuota de participación femenina, con el fin de alcanzar los objetivos de desarrollo del milenio, y ahora contamos con un 31 por ciento de mujeres en el Parlamento y más de un 40 por ciento en las Comunas, mientras que las cuotas autorizadas son del 33 por ciento.
Y en la economía. ¿Tienen derecho las mujeres a ser propietarias de las tierras? ¿Pueden trabajar y recibir un salario igual que los hombres?
No. Si son propietarias de las tierras, cuando se casan, las tierras pasan a la otra familia. Estamos luchando contra esa situación. Tampoco tiene acceso al patrimonio cultural. Mientras esto no cambie, siempre serán pobres, la mayoría están en zonas rurales, el hombre emigra y la mujer se queda allí, pero no es dueña de los recursos.

En occidente a menudo un análisis superficial o parcial vincula la violencia y discriminación de las mujeres con la religión islámica. Evidentemente esto es cuanto menos incompleto, pues hay muestras de violencia hacia las mujeres en todos los países, culturas y religiones. Usted está amenazada por una fatua religiosa. ¿Qué opina? ¿Cree que el Islam promueve una actitud discriminatoria y violenta hacia las mujeres?

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 No. Eso es el Islam importado. El Islam es tolerante, la mujer tiene todos los derechos. Luego está la interpretación del Islam. Nosotros lo interpretamos como algo que protege a los más pobres, a las mujeres, los niños. Antes de que llegara el Islam, a las niñas se las mataba al nacer, y cuando llegó el Islam prohibió esa norma. El Islam importado es violento, es el extremismo, son lecturas del Corán muy extremistas y parciales, son grupos financiados por Arabia Saudí, Qatar, etc. El Islam no mata a los ciudadanos, a las niñas, las mujeres, justo al contrario, no roba los bienes de los demás, protege la dignidad humana y es tolerante. El Islam que hemos conocido es tolerante.

¿Cómo llegó al activismo social?

Con once años ya era militante de izquierdas a favor de la democracia. Y luché contra la discriminación, el racismo, las costumbres y tradiciones que iban contra las mujeres. Soy rebelde de nacimiento, en mi país me llaman “la rebelde”. En 1991 se produjeron unos eventos muy fuertes que destrozaron el tejido social del país: los bereberes contra los negros. Fue entonces cuando abandoné la política para centrarme en la lucha a favor de los derechos humanos en Mauritania.
La solidaridad entre las mujeres africanas es un aporte para las mujeres del mundo y para el feminismo. Háblenos de su testimonio.
Yo estoy en muchas redes de mujeres: musulmanas, africanas, europeas, de todo el mundo. En foros feministas, en organizaciones que trabajan por la igualdad y los derechos humanos. En redes contra la esclavitud. Creo que es fundamental la unión entre todas las mujeres y todas las personas.

¿Qué admira, qué le gusta de Europa y sobre qué aspectos nos llamaría la atención para que mejoremos?

Creo que la mujer, ya sea europea, africana o de donde sea, tiene los mismos problemas. Es cierto que hay una diferencia por la religión, pero también otras religiones, no solo la islámica, sino todas, la católica, el budismo, tienen su repercusión sobre las mujeres. Y si quieren avanzar y no ser abandonadas, tendrán que evolucionar, como evoluciona el mundo. Las mujeres europeas tienen más oportunidades, en el campo de la educación, en el político y en el profesional, que la mujer africana y esto se debe al desarrollo. Los países africanos son subdesarrollados y eso tiene un efecto negativo sobre las mujeres.

Mujeres para el Diálogo y la Educación (MDE) organiza un almuerzo-coloquio el próximo lunes 23 de junio en el hotel MELIA PRINCESA para conversar con Aminetou sobre su experiencia en la lucha contra el tráfico y la esclavitud de mujeres y niñas en Mauritania y el Sahel y en la lucha a favor de los derechos humanos. Si deseas asistir al almuerzo, puedes contactar a través del mail dbarbolla@mde.org.es o en el tel. 619 762 042. El precio del almuerzo son 25 euros.
Foto: AmecoPress


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