9/02/2016

Lo único digno: rechazar la visita de Trump


Encuentro en Los Pinos
Cuauhtémoc Cárdenas
La Jornada
¿Aqué viene Donald Trump a México? Seguramente no a desdecirse de los muchos y reiterados insultos que ha lanzado contra los mexicanos; menos aun a disculparse; no viene a decir que la construcción del muro fronterizo es un hecho inamistoso y agresivo de su país en agravio de México; tampoco a ofrecer que en su país se buscará instrumentar una política que reconozca las muy importantes contribuciones de los migrantes mexicanos al progreso de los estadunidenses.
Trump está por aterrizar en la ciudad de México, según la información pública, por cierto un tanto intempestiva, por invitación del titular del Ejecutivo federal, y ¿viene a refrendar sus concepciones y posiciones sobre México y los mexicanos, o eventualmente a decir que lo que antes pensó y dijo, no lo piensa ni lo dirá más? ¿Se le podría creer? Ante eso ¿cuál será la actitud o la respuesta del Ejecutivo federal? Decir: está bien, gracias por la visita; o no se preocupe por lo que haya dicho antes, aquí se entienden los cambios de visión y posiciones, aquí son frecuentes; o qué bueno que vino, espero gane las elecciones en su país, lo esperamos de nuevo, ya presidente.
¿Para qué se invitó a Trump a venir a México? Esta invitación se considera por amplios sectores políticos de Estados Unidos como una intromisión del gobierno mexicano en asuntos que sólo a los estadunidenses competen. Se considera que el gobierno mexicano toma partido en la elección del país vecino.
Se podrá decir que entre el candidato del Partido Republicano de Estados Unidos y el jefe del Ejecutivo mexicano hablarán de asuntos de interés para ambos países. Uno, el anfitrión, podría tomar compromisos, que pronto podrían quedar en el aire; el visitante nada en firme puede ofrecer.
Lo digno de una posición mexicana sería exigir a Trump, con fuerza, una retractación a los insultos lanzados y una disculpa públicas, demandándole al mismo tiempo fijar cuáles serían sus nuevas posiciones ante México y los mexicanos; digno también sería exigirle la definición de una política migratoria de respeto a la condición humana de los migrantes; digno sería cuestionarlo sobre que sería de Estados Unidos sin la presencia de los migrantes mexic
anos.
Si Trump no rectifica públicamente –y lo más probable es que no lo haga–, la reunión sólo servirá para humillar al Ejecutivo mexicano; si éste no exige las rectificaciones públicamente, sólo se humillará y degradará ante su visita, humillando y degradando la representación que ostenta.
Desconozco cuándo se hizo la invitación a Trump para visitar México, si fue antes o después de sus insultos a los mexicanos. Cuando quiera que haya sido, conocidos éstos, la invitación debió haber sido retirada. Hubiera sido una decisión de dignidad.
En las circunstancias de hoy, lo único digno hubiera sido no recibir, rechazar la visita de Donald Trump a México.
Ciudad de México, 31 de agosto de 2016 (12 horas)

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