(apro).- La procrastinación es un hábito muy recurrente en la
residencia oficial de Los Pinos. A Enrique Peña Nieto, por ejemplo, le
gusta irse de fin de semana a la playa o a jugar golf, mientras que los
asuntos importantes los posterga cada vez que puede o, en todo caso, se
los deja a su equipo cercano para después tomar él las decisiones.
El
28 de diciembre, su gobierno anunció el aumento de la gasolina que ha
generado expresiones de enojo social en todo el país, las cuales no han
parado como tal vez pensaban en el equipo presidencial, estimando que
durarían unos cuantos días o un par de semanas.
Ese día, Peña
pasaba unas confortables vacaciones en el puerto de Mazatlán, jugando
golf, paseando por las playas y consumiendo viandas dignas de la
nobleza, como acostumbra la clase política mexicana.
Así,
mientras tomaba el palo de golf con firmeza para mandar con un swing
perfecto la bola a algunos de los hoyos, esperando que la fuerza y el
arrastre estuvieran a su favor, quizá pensó que la decisión de aumentar
el precio de la gasolina tendría el mismo comportamiento y causaría solo
una reacción en contra pasajera, como el viento que a veces detiene la
esfera blanca rumbo a su destino.
El entretenimiento principal de
Peña y sus allegados en la residencia oficial es agarrar fines de
semana, puentes o vacaciones cada fin de año sin importar la crisis que
vive el país.
Es bien conocido dentro de Los Pinos que a Peña no
le gustan las reuniones de trabajo de su gabinete, todo lo contrario a
sus antecesores quienes cada semana, por lo menos, tenían una reunión de
trabajo para analizar las acciones que tomarían en cada área de
gobierno.
Si es que reúne a su gente, Peña no resiste mucho tiempo
y abandona la sala de juntas en la casa presidencial para ocupar su
tiempo en otras actividades administrativas o en preparar encuentros
consulares o ver la agenda de viajes dentro y fuera del país.
Es
el presidente que más ha viajado al extranjero con más de 50, con un
costo mayor a los 10 millones de dólares, pues no va solo sino que en
algunas ocasiones está acompañado de amigos, familia, masajista,
estilista, etc.
Podría decirse que a Peña Nieto le gusta darse la
buena vida mientras deja a un lado que otros tomen el timón y tomen a su
albedrío decisiones que después tiene consecuencias fatales, como fue
el manejo de la economía por Luis Videgaray o la administración de Pemex
por parte de Emilio Lozoya, quien compró unas plantas fertilizantes que
resultaron un fraude y ahora están vendiendo.
La procrastinación,
que no es otra cosa que eludir responsabilidades, postergarlas,
sustituyéndolas por otras situaciones más irrelevantes o agradables. Esa
es la conducta que ha definido a Peña al encabezar un gobierno de
reformas estructurales que han tenido un impacto social negativo y cuyas
consecuencias y responsabilidades las viene evitando y pasando a otras
administraciones pasadas.
Así, mientras juega golf y pasea por
las playas doradas de Mazatlán, Punta Mita o Acapulco, siempre
resguardado por un barco de la Marina-Armada de México, el presidente
deja que su equipo arme las estrategias de gobierno y también de
reparación de daños, como fue el aumento de la gasolina y la llegada de
Donald Trump a la Casa Blanca.
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