Así lo sugieren Roberto Blancarte y Bernardo Barranco, especialistas
en laicidad y religión, en “AMLO y la religión. El Estado laico bajo
amenaza”, libro que destaca por la claridad y mesura con que exponen los
riesgos de la “irrupción” religiosa para la laicidad del Estado y la
convivencia social en un mundo en que el uso político de la religión ha
favorecido el ascenso de líderes autoritarios y contribuye a la
polarización en sociedades diversas.
Blancarte, por
ejemplo, inscribe el discurso moralista de AMLO dentro de un programa populista
que conlleva la idea de “pacificar” al
país mediante el impulso de valores morales, con apoyo de las iglesias, lo que
resulta contradictorio puesto que éstas mismas forman parte de la “crisis de
valores” y son responsables del “quebranto ético” ( y de su propia crisis de
autoridad, como muestran los casos de corrupción o pederastia en el Vaticano o
la Luz del mundo, por ejemplo). Con apego a la defensa de la laicidad, cuyos
principios son el respeto a la libertad de conciencia, la autonomía de la
política y de la sociedad civil frente a la religión, y la no discriminación
(79-80), Blancarte aclara que el Estado laico es “imparcial”, no neutro ante la
religión, por lo que el discurso religioso en la política no puede justificarse
como respeto hacia todas las religiones o creencias. Al Estado no le
corresponde ocuparse de la moral, ni imponer creencias individuales, así sea en
la búsqueda de la “felicidad” o del “Reino de la Justicia”.
Por su parte, centrado en las acciones de las iglesias evangélicas
que han ganado terreno con AMLO, Barranco se detiene en la trayectoria
del “político evangélico” Hugo Flores y del “evangélico político” Arturo
Farela, cuyos afanes muy terrenales coinciden con los desvelos por la
moral pública que el presidente pretende encauzar a través de una
Constitución moral y de la Cartilla moral, distribuida por integrantes
de Cofraternice. Barranco advierte, una vez más, el peligro que
significan las ambiciones políticas de las iglesias evangélicas que
buscan acceder a los medios masivos para difundir su ideología,
conservadora y contraria a las libertades de las mujeres y de la
diversidad, más allá de los espacios que ya ocupan (gracias a la
negligencia oficial) en la barra nocturna de TV, TV por cable y radio.
En este sentido, sus reflexiones acerca de la pretendida reforma a la
Ley de Asociaciones Religiosas, que ampliaría la difusión religiosa a
través de lo que es un bien público y hasta podría dar voto pasivo al
clero, son lectura imprescindible, sobre todo en un año en que la SCJN
examinará casos relacionados con la objeción de conciencia y la
despenalización del aborto.
Si el presidente, que a ratos se asume predicador, bajo pretexto de
“moralizar” la vida pública, da a ciertas iglesias privilegios que otras
también exigirán, no estará respetando la libertad religiosa sino
abriendo la puerta a la discordia. La separación del Estado y de las
iglesias debe por ello fortalecerse. CIMACFoto: César Martínez López
Ciudad de México.-
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