Las cabañuelas son
predicciones que se realizan en los pueblos basados en la observación
del clima durante los primeros 12 días de cada mes de enero. Con base en
su conocimiento sobre el comportamiento del tiempo en esos días saben
si los días en el resto del año serán lluviosos o secos, si hará frío o
calor, si correrán vientos buenos o malos; con las conclusiones de sus
observaciones preparan sus rituales para comunicarse con sus deidades,
hablan con los que tienen el don de la palabra para que se comuniquen
con ellos y les pidan que manden lluvias buenas y alejen las malas, que
los fríos no traigan nevadas tan fuertes o que los vientos no sean de
tal naturaleza que perjudiquen sus siembras. Y con todo eso como
trasfondo preparan sus actividades en el campo, saben cuándo y cómo
sembrar, qué tipo de semillas usar, preparan los canales de riego si los
tienen y también saben qué medidas tomar para hacer frente a eventuales
desastres naturales.
Eso sucede a escala familiar y comunal, pero nada impide que las
usemos para imaginar cómo será el comportamiento del gobierno con
relación a los pueblos indígenas, sobre todo aquellos que se oponen a la
continuación de los megaproyectos planeados en gobiernos anteriores y
continuados por este, porque si se llegaran a realizar afectarían
profundamente sus vidas, según sus propios patrones culturales. Para
hacerlo vale la pena recordar que desde el año pasado y por distintas
latitudes muchos pueblos indígenas vienen interpelando al gobierno para
que en verdad y no sólo en el discurso cancele las políticas
neoliberales, y una manera de hacerlo es revisar la viabilidad de los
megaproyectos. En el norte se lo exigieron los comcac, macurawe, yoreme y
los yoeme; en el centro, los wixaritari, nahuas, purépechas ñäñho y
tutunakú, y en el sur los binizaá, ayuuk e ikoots, chatinos y ñuú savi,
entre otros.
En los primeros días del año que comienza las voces que se oponen a
los megaproyectos sonaron con más fuerza. El Ejército Zapatista de
Liberación Nacional (EZLN) dijo que defenderá la tierra hasta con la
vida si fuera necesario y el Congreso Nacional Indígena (CNI) lo secundó
en su declaración y, según ha anunciado, ya prepara la resistencia, que
comenzará en el próximo mes. Algunas personas han interpretado esto
como si los rebeldes fueran a volver a las armas y el CNI los fuera a
acompañar en esa decisión; la verdad es que, viendo la cantidad de
personas que han perdido la vida en defensa de la tierra, parece más una
ratificación de que la represión no va a detener la lucha. Si uno se
atiene a lo que las cabañuelas nos marcan en este sentido, lo que se
puede prever es que los movimientos indígenas en defensa del territorio,
los recursos naturales y las expresiones culturales cobrarán fuerza y
tensarán más las relaciones entre los pueblos indígenas y el gobierno.
El gobierno federal parece tener claro que los vientos no soplan a su
favor, pero no encuentra la manera de conjurarlos. Frente a los
reclamos de que se cancele el Tren Maya o el Corredor Transístmico, el
Presidente de la República ha declarado que a nadie se le despojará de
su tierra y ante el reclamo del Consejo Regional de Pueblos Originarios
en Defensa de Territorio de Puebla e Hidalgo de que se cancele el
gasoducto Tuxpan-Tula, lo que ha atinado a decir es que su trazo se
desviará para que no afecte su cerro sagrado. No se quiere entender que
cuando los pueblos indígenas defienden sus territorios, sus recursos
sagrados o su patrimonio cultural, lo que están defendiendo es su propia
forma de vida, como ellos la entienden, con sus tiempos, sus formas de
organización, su relación holística con la naturaleza. La lucha de los
pueblos indígenas no es, como se pretende hacer creer, porque quieran
seguir en el atraso, sino porque el tipo de desarrollo que les proponen
afecta profundamente su existencia y su futuro.
Si los signos que pueden leerse en el ambiente son correctos, lo que
nos espera para el futuro inmediato son grandes confrontaciones donde
estará en juego el futuro de los pueblos indígenas y de pasada el del
país, porque si a algún sector de mexicanos le interesa su futuro es a
los pueblos indígenas. Son ellos los que defienden la soberanía
–recuerden que los tohono Odham demandaron al gobierno de Estados Unidos
encabezado por Donald Trump cuando éste amenazó colocar un muro en la
frontera–, son ellos los que defienden el patrimonio nacional –al menos
constitucionalmente, los recursos naturales del suelo y el subsuelo lo
siguen siendo–. Por eso ahora que las cabañuelas anuncian ventarrones,
mal haría un gobierno en no escucharlos cuando advierten el peligro. No
se lo merecen. Y menos de un gobierno que prometió cambiar el país por
el bien de todos.
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