En continuación a nuestro artículo anterior ( La Jornada,
31/12/19), abordamos ahora la transición energética, es decir, el paso
de energías fósiles a energías renovables, que es sin duda la principal
acción para detener y remontar la crisis climática, que se expresa
actualmente de manera dramática en los incendios forestales de Australia
que han arrasado más de 10 millones de hectáreas y desplazado a casi
medio millón de ciudadanos. Como se sabe, todos los países se
comprometieron mediante la Cumbre de París de 2015 a realizar sus
propios cambios en las fuentes de energía pues, como se recodará, la
mayor causa del calentamiento del planeta es el uso del petróleo, gas y
carbón. Esta metamorfosis energética es hoy el mayor desafío que
enfrenta la humanidad. ¿Qué modalidad debería tomar este proceso para un
gobierno antineoliberal que se ha propuesto como tarea esencial
rescatar a la población socialmente más marginada del país (más de 50
millones) y darle una vida digna?
Primero se deben precisar los compromisos de México ante los Acuerdos
de París. El país prometió la reducción no condicionada de 22 por
ciento de los gases de efecto invernadero que emite para 2030, además
de: disminuir el riesgo de los 160 municipios más afectables según el
Atlas Nacional de Vulnerabilidad ante el Cambio Climático, reducir la
deforestación a cero por ciento, y generar mecanismos de prevención y
alerta temprana ante eventos climáticos extremos. Aquí la tarea más
ardua es, por supuesto, la transición energética. Hacia 2015 en México
más de 70 por ciento de la emisión de gases invernadero provenían de
usar energía fósil para el transporte (automotores, barcos y aviones) y
de la generación de electricidad. El resto surgía del ganado bovino (que
eructa metano), de residuos y de ciertos procesos industriales. Lo
anterior significa bajar significativamente el uso de combustibles
fósiles para el transporte (principalmente autos) y garantizar que la
generación de electricidad provenga cada vez más de vías renovables. Hoy
la electricidad del país se genera a partir del gas (50 por ciento)
buena parte importado, petróleo (20), carbón (10.7) y energía nuclear de
la planta de Laguna Verde (3.7 por ciento). Es decir, 85 por ciento del
total, y sólo 15 por ciento se produce de energías renovables. Por
ello, en concordancia con lo comprometido, existe el plan de pasar al
doble de energías renovables en 2021, a 35 por ciento en 2024 y a 43 en
2030.
Hasta aquí el perfil general energético de México. Ahora bien, la
ruta convencional o dominante de las transiciones energéticas en el
mundo se realiza bajo el predominio de las corporaciones eólicas,
solares, hidroeléctricas, geotérmicas, automotrices, aeronaúticas,
etcétera. Se trata de una vía conducida por el capital corporativo que
domina al planeta. Sólo en algunos casos el Estado toma la dirección de
la transición y casi en ningún lugar el proceso queda en manos de los
ciudadanos organizados. Es esa la ruta neoliberal que se pregona tanto
en las cumbres climáticas como en los organismos internacionales (Banco
Mundial, Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente, etcétera),
medios de comunicación y centros académicos, científicos y tecnológicos.
Se trata de una visión internalizada en los discursos de un
ambientalismo dominado por las ideas de la economía verde, los mercados
del carbono, el capital natural y artimañas que la ideología
mercantilizada ingresa, multiplica y potencia en los medios posibles,
que ingenuamente reproducen buena parte de los
salvadores del planeta. Como he documentado en mi último libro ( Los civilizionarios: repensar la modernidad desde la ecología política, 2019, Juan Pablos Editores), remontar la crisis ecológica (aun la transición energética) implica un cambio profundo de la civilización industrial, es decir, que no hay
salida moderna a la crisis de la modernidady todo debe reinventarse.
He aquí que este gobierno emancipador, hoy conducido por una
generación de pensadores que en su momento de mayor madurez dirige buena
parte de las acciones de gobierno de la Cuarta Transformación, está en
posibilidad de diseñar una ruta innovadora para enfrentar la crisis del
clima, y mostrar al mundo, como lo hace en muchos campos, que existen
otras vías a las que busca imponer el capital corporativo. En la tercera
entrega de esta reflexión, analizaremos las principales tesis y
acciones que se fraguan en la 4T para propiciar una transición
energética soberana, conducida por el Estado, con empresas públicas,
sociales y privadas, de pequeña y mediana escala, que requerirá
desmontar las leyes dejadas por la reforma energética neoliberal.
*Más información en: México ante el Cambio Climático. https://cambioclimatico.gob.mx/ y Plataforma de divulgación. http://elcambioclimaticodefrente.inecc.gob.mx/
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