Durante el primer
año de gobierno de Andrés Manuel López Obrador se han instrumentado
acciones que han frenado el impresionante derrumbe y quiebra técnica,
operativa y financiera de Pemex, que adquirió niveles de corrupción sin
precedente en la administración de Enrique Peña Nieto, pero que comenzó,
paradójicamente, desde José López Portillo con Jorge Díaz Serrano como
director de esa empresa estratégica*.
Conforme a lo que anunció el Presidente de México el pasado 1º de
diciembre se detuvo la caída progresiva de la producción de petróleo, la
producción del sistema nacional de refinación pasó de 32 a 40 por
ciento de su capacidad y se abatió el robo de combustibles. Por su
parte, el director de Pemex anunció la incorporación próxima de reservas
localizadas en el campo Quesqui, en Tabasco, por aproximadamente 500
millones de barriles de hidrocarburos. En el ámbito financiero se
destinaron mayores recursos para inversión, amortizar deuda y se pactó
con deudores reprogramación de vencimientos. Se presionó para que
renunciara Carlos Romero Deschamps ante investigaciones por corrupción.
Lo relevante de la gestión actual es el freno en el deterioro de los
principales indicadores de Pemex y la estabilización de la producción de
hidrocarburos y refinados. Sin embargo, todavía se requiere de mayor
plazo y eficiencia en la aplicación de los recursos para que los
indicadores operativos y financieros expresen una mejoría de la empresa:
su deuda externa supera 100 mil millones de dólares. Por el lado de la
producción y manejo de reservas de hidrocarburos es recomendable no
incurrir en la sobrexplotación de los yacimientos, como se venía
practicando irresponsablemente y no adelantar estimaciones de reservas
que
resultarán agradables para las calificadoras, como declaró Octavio Romero, director de Pemex, frente actividades de perforación todavía no concluidas para comprobar la extensión del yacimiento encontrado por el pozo Quesqui-1 EXP.
Ante la obsolescencia, los cotos de poder y prácticas de corrupción
prevalecientes tanto en el sistema nacional de refinación como en
logística –que atienden lo relacionado con la producción de refinados y
operación de ductos y que revelan todavía resultados muy críticos,
incluyendo sus millonarias pérdidas de operación–, es recomendable
revisar la estrategia aplicada y el cumplimiento de los estrategas y
operadores. Por ejemplo, hasta octubre pasado la producción promedio de
gasolinas fue de 200 mil barriles por día y representó 28 por ciento del
consumo nacional. En buena medida la formalización de contratos para
los trabajos de mantenimiento se demoró excesivamente por incompetencia
de responsables de esa área estratégica de soporte. Personal directivo
de la nueva administración desde que se presentó ante los trabajadores,
técnicos y superintendentes no dejó de revelar y expresar en un lenguaje
procaz e insultante que
todos son corruptos y tontos.
La parálisis o bloqueo de operaciones de soporte en Pemex por los hackers
a la red informática el pasado noviembre logró tener el impacto y la
duración por el divorcio entre un sector de la nueva administración con
el personal. Fue importante y delicado, por ejemplo, el impacto en la
atención de los servicios de salud: los médicos no pudieron acceder a
los expedientes de sus pacientes, no pudieron expedir recetas para
surtimiento en las farmacias de los hospitales o clínicas, se tuvieron
que reprogramar citas para estudios de laboratorio, etcétera.
Cuando el personal no es tratado con dignidad o no se cumplen las
remuneraciones y condiciones laborales pactadas, es decir, se atropellan
sus derechos, las consecuencias son un debilitamiento del tejido
operativo, de vigilancia y las iniciativas espontáneas para proteger la
operación. Precisamente, uno de los sectores más destacados por la
calidad y compromiso de sus servicios es el personal de informática de
Pemex. ¿Cómo explicar no haber dispuesto de sistemas locales para hacer
frente inmediatamente al sabotaje de los hackers?
Consolidar los logros alcanzados y capitalizarlos requerirá no sólo
de mayores desvelos, como denotan las ojeras de muchos directivos.
Requerirá, principalmente, de mayor voluntad para integrar a niveles de
mayor responsabilidad a trabajadores más jóvenes y ya experimentados que
trabajan en Pemex, a establecer mecanismos y foros de rendición y
evaluación de cuentas que vayan más allá de presentarse ocasionalmente a
las conferencias mañaneras del presidente López Obrador, respetar los
acuerdos y participación de los trabajadores sindicalizados para remover
a sus dirigentes, promover acuerdos formales con la UNAM, el IPN y los
principales centros de investigación científica de México para que
propongan, evalúen y participen de la aspiración de un nuevo rumbo
histórico para Pemex.
Y, también, publicar con mayor oportunidad sus cifras e indicadores de operación –incluyendo lo correspondiente al mercado huachicol–; respetando la Sener dicha información y no contar para análisis y decisiones con cifras distintas de los mismos datos.
*Francisco Colmenares, Despojo, resistencia y corrupción. México en los ciclos del precio del petróleo. Ed. Plaza y Valdés, México 2019.
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