Por Misael Rojas
(26
de junio, 2014).- Durante el siglo XX se han debatido dos concepciones
de democracia: Una que consiste en la libre elección de los
dirigentes o gobernantes por parte de sus ciudadanos, es decir,
la democracia como método de elección de
gobernantes o democracia representativa y, la segunda, que establece
que la democracia consiste en la participación directa y continua de
los ciudadanos en la solución de los problemas de la comunidad.
La primera, es una teoría que
sostuvieron Marx Weber, Joseph Schumpeter y Hans Kelsen, principalmente
en la primera mitad del siglo XX, y la segunda, desarrollada a partir
de los estudios de Jürgen Habermas y Peter Bachrach.
La democracia representativa surge como
mecanismo para delegar las responsabilidades de un individuo a otro, de
tal manera que el primero pudiera dedicarse a resolver sus problemas
particulares y el segundo se dedicara a resolver los problemas de la
comunidad. Esta forma de democracia se instaura dentro de unas
sociedades expandidas geográfica y poblacionalmente, por lo que fue, al
menos en principio, una forma eficaz en la solución de conflictos y
problemas administrativos.
Algunas de sus características son: la
elección de representantes o dirigentes por medio de votos y donde
aquel que gana es el que tiene un mayor número de ellos por lo que los
medios a utilizar para conseguirlos pueden ser extenso, la limitada
participación de las ciudadanía dentro de los asuntos gubernamentales,
la institucionalización de partidos políticos que tienen la función de
intermediarios entre el gobierno y los ciudadanos o los receptores de
las propuestas que de la población emanen. Es decir, que la limitación
de la participación de la población es para lograr la efectividad del
gobierno.
Aunque la solución de problemas es un
tanto más eficaz, también permite una serie de prácticas que no están
cerca de las necesidades de la ciudadanía. La restringida participación
de los ciudadanos en la política, así como las prácticas autónomas en
la toma de decisiones por parte de los dirigentes elegidos, han dejado
una seria desconfianza dentro de los votantes acerca de los métodos e
intereses que persiguen con la aprobación de ciertas medidas, leyes,
políticas económicas, inversiones, etc., que en muchos de los casos ha
optado por no ejercer ese derecho (en las elecciones Federales de
México en 2012 ,36. 86% de la población inscrita en el padrón
electoral no participó).
La democracia como método permite que
las decisiones importantes y trascendentes para la sociedad sean
tomadas por un pequeño grupo de individuos que, con el argumento de
tener legitimidad por la mayoría de votos que ha conseguido en las
elecciones, puede tomar cualquier tipo de medidas. De esta manera,
la democracia, que en principio era una posibilidad de decisión y
participación de la ciudadanía por igual, se transforma en una
delegación del poder a una élite política que tiene los medios (de
comunicación, jurídicos, judiciales, etc.) para hacer valer sus
decisiones.
Un ejemplo de este tipo de prácticas es
el Pacto por México, que impulsaron los tres partidos políticos más
importantes del país (PAN, PRI y PRD) a principios del gobierno del
actual presidente de la República, Enrique Peña Nieto, y que, aún con
problemas con sus afiliados, los presidentes del PAN y el PRD optaron
por continuar. Se eliminan las posibilidades de oposición y
participación de la ciudadanía que los partidos políticos deberían
encausar y se deja de rendir cuentas de las medidas adoptadas, por lo
que ésta no tiene participación.
En contraposición a este método, se
encuentra la democracia directa, que tienen como principales
características la continua participación de los ciudadanos en la
política así como la promoción de solución de los problemas a los que
se enfrentan sus comunidades. Uno de los ejemplos más claros de este
tipo de democracia es la desarrollada en Suiza, que tiene más de
doscientos años de funcionamiento y que, pese a ciertos problemas, se
ha mantenido como un sistema donde la población puede incidir
prácticamente en todo, desde los niveles locales o del Estado (Comunas,
Cantones y Estado) hasta cuestiones como la firma y el sometimiento a
tratados internacionales.
Esta participación continua por medio
de votaciones libres en la plaza o mediante urnas permite cuestionar,
proponer y modificar todas las decisiones que se toman dentro del
gobierno o el parlamento, por lo que es improbable que se formen élites
políticas que acuerden sobre los asuntos colectivos. Por medio del
referéndum los suizos pueden oponerse a una ley aprobada por el
parlamento, que tienen que reunir cincuenta mil firmas en diez meses
para someter a la ley aprobada a las votaciones, o cuentan con una
recurso denominado Iniciativa popular con el cual pueden exigir una
enmienda constitucional.
De entre los beneficios de
la democracia directa o participativa se encuentran la participación
activa de la sociedad en la política, las medidas adoptadas cuentan con
una amplia legitimidad ciudadana puesto que han sido aprobadas por la
mayoría, permiten la manifestación directa de las opiniones, que reduce
la distorsión que ocurre teniendo como intermediarios a los partidos
político u otro tipo de organizaciones.
Habría que considerar que la
participación ciudadana debe permitirse para el cuestionamiento de
cualquier ley, de tal suerte que se tenga siempre un reglamento
jurídico capaz de responder a las necesidades de las personas; sin
duda, esto exige una sociedad más informada y activa dentro las
decisiones parlamentarias o del ejecutivo.
La sociedad mexicana debería formarse
para competir como ciudadanos con los poderes institucionales exigiendo
información, rendición de cuentas, reformas que le permitan mayor
incidencia en la vida política y aprovechar las que se tienen para
promover referéndums sobre temas de trascendencia nacional. Es
necesaria la organización, pues, de la ciudadanía para limitar el poder
de las élites políticas y recuperar nuestra condición de ciudadanía.
Fuente: revolucion3.0
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