MÉXICO,
D.F. (apro).- En política no debería caber la perversidad sino la
búsqueda del bien común hacia los gobernados. Nada más lejos de
nuestros políticos y de este Congreso que nos aqueja en donde más que
política se hace “politiquería”.
Los objetivos de uno y otro representante de partido en la Cámara de
Diputados y el Senado de la República son turbios, sus intenciones
nunca son claras.
Una muestra de ello fue lo ocurrido la semana pasada, cuando el PAN
amenazó primero con levantarse de las comisiones que discuten el
dictamen de la reforma energética en el Senado y lo concretó luego
abandonando la mesa de análisis en el Congreso.
El punto de discordia en un tema que ha sido predominantemente
elaborado por el PAN fue, primero, que las entidades debían “armonizar”
sus leyes locales a la reforma electoral de mayo pasado y con ello
evitar que los gobernadores metieran las manos en los comicios.
Después –como pasó con el “haber de retiro” de los magistrados
electorales–, el PRI decidió meter una pequeña cuña a la Ley General de
Partidos. Entonces, con ayuda de la oposición excepto del PAN, aprobó
en comisiones dar vida a “partidos emergentes” para que luego, en una
perversión más de la política, estar en posibilidad de usarlos,
cooptarlos y darles prebendas a cambio de votar iniciativas con el
sello priista.
Como se recordará, en la reforma de mayo pasado, publicada en el
Diario Oficial de la Federación el 25 de ese mes, se estableció en el
artículo 87 de la Ley General de Partidos que ya no se permitirían más
las llamadas coaliciones electorales.
En junio, el PRI en la Cámara de Diputados sesionó en comisiones y
anuló el cambio ya avalado por ambas cámaras y publicado en el DOF, es
decir, regresó a su estado anterior la ley para que las coaliciones sí
se permitieran, como sucedió en 2012. Esta estrategia le dio votos,
vida, dinero y escaños en ambas cámaras a los partidos pequeños, por
ejemplo, PVEM, Panal, PT y Movimiento Ciudadano (MC).
Algunos podrán sostener que el PVEM es un partido vividor, que sus
líderes no dirigen sino cobran y que son “satélites del PRI”, y lo
mismo podrán decir del PAN. Del PT y MC se dirá que se beneficiaron del
PRD y la candidatura de Andrés Manuel López Obrador para lograr lo
mismo. Pero antes de medirlos con el mismo rasero, habría que analizar
el actuar de cada uno de sus integrantes y su trabajo en el Congreso.
La perversión, el uso turbio de la política, en este tema de las
coaliciones, se dio entre el miércoles y el jueves de la semana pasada
en ambas cámaras.
El PAN, amenazando siempre con dejar “colgados” a los priistas que
ya hicieron grandes acuerdos con las transnacionales en materia
energética, advirtió que si los diputados y senadores avalaban de
nuevos las coaliciones, ellos no darían su voto a favor de la apertura
del sector.
Los priistas insistieron en que la “contrarreforma” iría y acusaron a los panistas de chantajistas.
En la Cámara de Diputados se hicieron piruetas discursivas por más
de cuatro horas y, al final, los panistas perdieron. El PRI logró la
contrarreforma y aprobó reinsertar las coaliciones. En el Congreso, de
uno y otro lado repetían: la mano dura de Manlio Fabio Beltrones se
impuso, no dio un paso atrás, no cedió ante los panistas.
Y como en tiempos panistas, el juego del bueno y el malo regresó.
Pues mientras el duro de Beltrones no cedía en San Lázaro y lograba el
regreso de las coaliciones que tanto detestan los panistas cuando se
trata de dar vida a “partidos parásitos”, en el Senado el priista
Emilio Gamboa promovía una maniobra legislativa para que la minuta de
la Cámara no se votara en lo inmediato, sino que se enviaría a
comisiones.
El senador Miguel Ángel Barbosa, del PRD, cayó en el juego y pidió
que se clausurara el periodo, previa votación. Y así se hizo, de manera
que ante los ojos de muchos, fue el PRD quien facilitó a los priistas
que la minuta de la Cámara no se discutiera ese día. Aunque no se
hubiera clausurado el perido, panistas y priistas ya habían decidido
que la “contrarreforma” se iba a comisiones, pero Barbosa cayó en el
garlito, y ahí está el video de la sesión para quien lo quiera
verificar.
El político duro, el malo, Beltrones Rivera, ganó a los panistas en
la Cámara de Diputados. El priista blandengue o “el bueno”, cedía ante
los panistas. Como en tiempos del gobierno federal panista, el juego
del malo y el bueno se impuso.
Y mientras eso sucedía en el Senado, mientras se cerraba el paso a
las coaliciones en una Cámara y se abría en otra, el coordinador
priista de los diputados anunciaba que iría a la Suprema Corte de
Justicia de la Nación (SCJN) con el PRD para que fuera ésta la que
determinara lo que conducente.
En tanto la Corte decide, el plazo del 30 de junio se acerca, pues
la ley marca que no puede haber modificación electoral antes de un año
de los próximos comicios.
Pero todo lo ocurrido en las Cámaras no fue sino un juego perverso
de los políticos mexicanos, pues la verdad se debe recordar a veces: La
reforma electoral que no permite las coaliciones se publicó el 25 de
mayo, por lo tanto, es la que está vigente.
Con esto se demuestra que el PAN sí ganó, que el PRI sí negoció a cambio de los votos panistas para la reforma energética.
El discurso del PAN sobre la “palabra empeñada” y demás fue para
medir fuerza y querer ganar en las Cámaras su acuerdo, mientras que el
PRI, para no quedar mal, optó por el juego del bueno y el malo hasta el
último momento.
Si la SCJN decidiera, se tendría que inclinar por el sí a las
coaliciones que aprobó la Cámara porque ese artículo se contradice con
otra ley electoral que habla de la distribución de curules. Pero será
difícil que los ministros resuelvan antes del 30 de junio, si es que se
interpone el recurso.
A final de cuentas, Beltrones maniobró bien, pues a los ojos de
muchos le cumplió al “Presidente” en mayo y defendió al PRI en junio, y
de su lado estuvo “el bueno” de Gamboa que “aparentemente” cedió ante
el PAN.
La verdad es que fue en las dirigencias partidistas y con Aurelio
Nuño en la Presidencia con quien se llegó al acuerdo de, efectivamente,
darle un sí a medias al PAN.
Y es que si la Corte no resuelve, entraría en vigor el “no” a las
coaliciones publicado en el DOF el 25 de mayo, pero esto sólo aplicaría
para la elección federal. Para las 17 elecciones que habrá en los
estados el próximo año, entre ellas nueve gubernaturas, operarán las
leyes que los gobernadores no hayan “armonizado” con el marco federal.
Así, el PAN habrá logrado un triunfo a medias y el PRI otro triunfo
igual, sin perder de vista el objetivo final: La reforma energética.
Al final, ante la opinión pública, uno y otro partido aparentemente
defendieron en tribuna “el bien del ciudadano”, cuando en realidad lo
que siempre buscaron fue el negocio de la reforma energética enmarcada
por algunas piruetas legislativas.
El acuerdo entre el PRI y el PAN en materia de hidrocarburos quedó
tal cual, no se tocó. El acuerdo va. La reforma energética va. ¿Y las
coaliciones? Eso sólo fue un buscapié para medir fuerzas y un intento
del PRI por seguir dividiendo a cualquier oposición, para luego
cooptarla, aunque quizá ya no pueda hacerlo a nivel federal, esa
práctica persistirá en las entidades del país.
Twitter: @jesusaproceso
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