Derechos Humanos
I.
DDHH. Los derechos humanos son resultados provisionales de luchas
humanas civiles o armadas que hombres y mujeres han alcanzado para
vivir sin sometimiento y libres de poderes despóticos y tiranías. No
son artículos constitucionales a la espera que -en contextos de
desigualdad y opresión- hombres justos apliquen leyes para realizarlos
o que caigan del cielo garantías. Tampoco son un atributo individual
para que cada quien coja lo suyo y se llene de felicidad en solitario.
Son ante todo una herramienta de emancipación con sentido colectivo
para reconocernos mutuamente como seres humanos y respetarnos en las
diferencias, para contagiar el apetito por la vida, y también para
confrontar a quienes se empeñan en negar, discriminar o eliminar a los
otros; sirven para tejer solidaridad, poner limites al poder y
enjuiciar a los responsables de impedir la realización de la dignidad
humana.
Son útiles para ser usados en la transformación del
presente, para derribar muros y barreras de infamia, para poner en
evidencia a los exitosos expropiadores que saquean la riqueza de la
humanidad y para sacar a luz a las falsas democracias sostenidas con
bombardeos y crímenes de estado. Son útiles para señalar con nombre
propio a corruptos y criminales, a farsantes e impostores. Son la voz
de los débiles y el símbolo que alienta la potencia creadora de los
pueblos en su unidad, solidaridad y lucha contra los que anteponen el
capital a la vida humana, suplantan el interés general con sus
negocios, trazan el destino colectivo y se lucran de guerras que ganan
con la sangre ajena y que reportan con estadísticas de barbarie y
premia con medallas las vilezas.
Abarcan por igual a los
humanos sin distinción, no hay derechos humanos para niños, mujeres,
jóvenes, niñas, homosexuales, heterosexuales, moralistas o inmorales,
hay sencillamente derechos humanos para todos los humanos en masculino,
femenino o trans, con igual valor para humanos de todos los colores,
olores, anatomías, tamaños, sueños o formas de estar en el mundo. Los
derechos humanos ya están ganados, son reales, no hay que volverlos a
ganar, la lucha actual es de una parte para fundamentarlos en contexto,
en concreto, y de otra por los bienes necesarios para realizarlos. Los
derechos existen cuando se luchan y se luchan cuando la dignidad se
convierte en la consciencia de que estar vivos no es solo sobrevivir,
respirar y existir biológicamente, si no tener existencia política. Los
derechos se ganaron venciendo dioses, derrumbando la inquisición y sus
dogmas de fe, en batallas contra la hoguera y el cadalso, derrotando a
los amos y a los dictadores, a nazis, fascistas y explotadores. Los
derechos son para vivir en rebeldía, levantados contra la opresión
vigilancia y control, para desobedecer a la sumisión y resistir contra
la explotación y la barbarie.
Los derechos humanos no son
una nueva doctrina, ni parte de un libro sagrado, ni recetas
normativas, lo que hace necesario fundamentar y clarificar su sentido
como parte de la lucha diaria entre clases y poderes, permanecer en
alerta y volver a preguntar todo el tiempo que es lo se quiere decir
cuando se habla de derechos humanos y evitar que en su nombre
mercenarios y poderosos sigan mintiendo, asesinando, bloqueando la
justicia o impidiendo que se revele el rostro invisible de los asesinos
seriales que tratan de convertir al mundo en manicomio y matadero.
II. Memoria del 8 de marzo. En la avanzada de los pueblos hacia su
emancipación con hombres y mujeres contra el patriarcalismo y la
ideología de la guerra y el mercado y por una nueva humanización, viene
con el 8 de marzo la memoria de incontables luchas por el
reconocimiento de la mujer como ser humano. El 8 de marzo es el día
internacional para ponerle rostro de mujer a resistencias y rebeliones.
Hipatia, en la antigua Grecia, que enseñó la ciencia en oposición al
libro sagrado; Lisistrata, proponiendo soluciones pacificas contra los
demagogos que impulsaban a los pueblos a matarse en la guerra;
Hildegarda de Bingem, que mezcló arte y ciencia, música, medicina y
teología para evocar libertad; María Lejars, con tesis sobre la
igualdad de hombres y mujeres; y otras miles llevadas a la hoguera y al
cadalso. Mery Wolstonecraff, en su vindicación de la igualdad de las
mujeres. Olympe de Gouges, llevada al cadalso por preguntar en la
tribuna quién le dio al hombre el privilegio de oprimir y ganar
derechos solo para él. Rosa Locombe, internada en un hospicio acusada
de locura. Policarpa Salavarrieta, levantada contra la opresión en las
luchas comuneras. Las 147 trabajadoras de las fábricas de textiles de
Nueva York carbonizadas. Clara Zetkin, en su propuesta del 8 de marzo
como día internacional de la mujer. Las interminables movilizaciones
contra la guerra, por la paz, en defensa de los alimentos, del agua, de
la sanidad, del afecto, del amor, del trabajo, de la educación, de la
resistencia que iniciaron el siglo XX y aun están vigentes.
En
Colombia la memoria de lucha está en nombres como Polonia Palenquera,
Ana Prado y Catalina Mulata; Nicolaza Jurado, Gertruda Espalza, Inés
Jiménez, María Zabala, Inés Aniceto, presentes con nombres de hombres
en las batallas de independencia; María Cano, Bogotana, junto a obreros
y socialismos; Juana Julia Guzmán y las bailadoras de fandango,
lavanderas, fritangueras, vendedoras y cocineras de Córdoba; Felicita
Campos, con las ligas campesinas contra los terratenientes en Sucre;
Josefa Blanco y Petrona Yance, reclamando justicia en las bananeras.
Betsabé Espinosa, en Antioquia, exigiendo salarios justos; Devora
Arango, con pinceladas de libertad; las mujeres con Quintín Lame
enseñando el Manifiesto sobre los Derechos de la Mujer Indígena. María
Rojas Tejada, educadora con el periódico Féminas en Pereira; Ofelia
Uribe, en Tunja con la Hora Feminista en radio y la Revista Agitación
Femenina. El 8 de Marzo trae memoria de un solo tipo de derechos. Para
humanos hombres mujeres y trans, para vivir con dignidad y construir
humanidad.
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