El agua no es una mercancía
FRAGUA
El agua es vida. Del
agua dependen los cultivos y el ganado, es decir, nuestro alimento.
Somos 70% agua. No podemos persistir sin ella. El derecho a
disfrutar del agua para consumo humano es inherente al derecho a la vida
de las personas. No podemos pensar uno sin el otro. Pero la burguesía y
sus partidos no piensan en derechos, no piensan en el futuro y no les
interesan los millones de personas que hoy en la ciudad de México viven
sin agua, esperando la tanda semanal o peor, esperando a que la pipa llegue antes de que se acaben los tambos.
El pasado mes de diciembre los diputados de PRD, PAN, PVEM y PRI de la
Asamblea Legislativa (ALDF), aprobaron la Ley de Sustentabilidad Hídrica
que da pie a la privatización del sistema de agua en la Ciudad de
México durante al menos 25 años. Además de esta Ley, el PRD, PAN,
PVEM y el PRI también aprobaron la Ley de Reconstrucción de la Ciudad de
México, ampliamente criticada pues garantiza el negocio inmobiliario
del jefe de Gobierno, Miguel Ángel Mancera.
Esta Ley sólo
profundizaría la opacidad y arbitrariedad que han caracterizado al
Sistema de Aguas de la Ciudad de México (SACMEX) durante las últimas
administraciones. Es sospechosa la urgencia que tienen los partidos PRD y
PAN por aprobar una Ley antes de las elecciones y antes de la entrada
en vigor de la nueva Constitución para la Ciudad de México, la cual
decreta el derecho al agua, por lo que buscan tener amarrado el negocio
antes de esto.
La Ley incluye los componentes requeridos por
las empresas para la privatización, como permitir que el Director
General de SACMEX (que ahora será una paraestatal), firme acuerdos con
las empresas, sin que los ciudadanos tengan acceso a los términos de los
acuerdos, como ha sucedido en Puebla y Quintana Roo, donde el contenido
de los acuerdos fueron “reservados” por 14 años después de su firma.
Dicen los burgueses que el agua falta en la ciudad porque la
administración es burocrática e ineficiente, por supuesto ellos tratan
de vendernos la privatización como la panacea, como una medicina mágica
que cura todos los males. Según ellos el servicio estaría garantizado
pues los empresarios son mejores administradores. Siempre son los mismos
argumentos, las mismas máscaras: “descentralización”,
“ciudadanización”, “desconcentración”, “modernización”. Tratan de
convencernos de que ese camino, el de la privatización, es la única y
más adecuada solución a los pésimos servicios que brinda el Estado a la
clase trabajadora, pues en las zonas residenciales nunca les falta el
agua para regar sus pastos, llenar sus albercas y menos para cocinar o
bañarse.
La Ley incluye apartados sobre la comercialización
del agua de lluvia. Sí, por ridículo que suene la Ley prevé la
posibilidad de que una empresa capte agua de lluvia, la potabilice y la
venda. Que nos vendan el agua de lluvia como una mercancía suena al más absurdo de los objetivos de la burguesía.
No es la primera vez que esto ocurre, en Bolivia, en el año 2000, el
gobierno capitalista de ese país decretó una ley muy parecida a la que
se decretó en la Ciudad de México. Esa ley privatizaba el disfrute
del agua potable y no hacía distinción entre las distintas necesidades
de una población mayoritariamente campesina e indígena. La principal
empresa beneficiada fue Aguas Tunarí, propiedad de uno de los
expresidentes de aquella nación sudamericana, que a su vez tenía
acuerdos con la empresa norteamericana Brechel. Una vez que la
iniciativa privada tomó el mando del abastecimiento del agua, las
tarifas se elevaron irracionalmente, millones perdieron el poco acceso
que aún tenían al vital líquido. No cabe duda que la burguesía
administra eficientemente.
¿Cómo respondió el pueblo
boliviano a esta afrenta de la burguesía y su gobierno? La población
organizada salió a la calle, se hicieron grandes manifestaciones, se
declararon huelgas y se realizaron grandes bloqueos. La represión y las
campañas de desprestigio no se hicieron esperar. Pero los riesgos que
corrió el pueblo boliviano no han sido infructuosos. El régimen
progresista, aunque con asegunes, que gobierna hoy Bolivia es resultado
directo de aquel proceso de lucha.
La gran burguesía
internacional desde hace décadas se está preparando para asumir el
negocio millonario del agua para consumo humano, un negocio que les
aseguraría por décadas las ganancias que hoy escatiman a la extracción
del petróleo, se trata de un negocio que dejaría 400 mil millones de
dólares al año en ganancias. En África, en Europa oriental y en América
Latina hay consorcios privados operando servicios de agua potable. Los
principales beneficiarios son la norteamericana Brechel y las francesas
Viviendi y Suez. ¿Qué sería hoy de Bolivia si su pueblo no se hubiera
volcado a las calles en la defensa del agua?
La Organización
de Lucha por la Emancipación Popular enarbola la lucha por el derecho
al agua en nuestro programa mínimo para la Ciudad de México, el primer
punto es “Agua potable para todo el pueblo”. En nuestro programa
proponemos: “Acceso universal de agua potable, mínimo 100 litros por
habitante en cada vivienda”, “Contra la privatización del SACMEX”,
“Tarifas justas y mayores recursos a la construcción de obra
hidráulica”. Es una mentira que en nuestra ciudad falte el agua. Lo
que falta es un servicio cuyo objetivo sea que el pueblo disfrute del
agua según su necesidad y no un esquema en el que se le considera como
mercancía, y cuyas ganancias irán a parar a los bolsillos de los
burgueses nacionales e internacionales.
¡El agua no es una mercancía, el agua es vida y los trabajadores tenemos derecho a la vida y sabremos defenderla!
NOTA: Este artículo fue publicado como parte de la sección ANÁLISIS del No. 31 de FRAGUA, órgano de prensa de la Organización de Lucha por la Emancipación Popular (OLEP), Enero-Febrero 2018.
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