Hasta donde la memoria
me alcanza, la primera vez que se habló públicamente de relevar al
candidato presidencial del Partido Revolucionario Institucional (PRI)
fue en el sexenio de Díaz Ordaz. El candidato era Luis Echeverría. El
asunto no pasó de ser un rumor para después convertirse en una especie
de leyenda urbana.
La segunda ocasión en que se habló de la
posibilidad de relevar al candidato priista se dio en el sexenio de
Carlos Salinas. El candidato era Luis Donaldo Colosio. Esta vez el
relevo se realizó por el asesinato del abanderado tricolor. El candidato
de relevo fue el economista politécnico Ernesto Zedillo.
Al
final del sexenio de éste, el abanderado tricolor fue el economista de
la Universidad Nacional Francisco Labastida. De éste nunca se dijo que
iba o podía ser relevado. Pero sí corría la especie de la falta de
empuje de su candidatura: gris, floja, sin el clásico, desbordado y
decisivo apoyo de Los Pinos.
Quizás ya había sido tomada la
decisión de entregarle la Presidencia de la República a un partido
político distinto al PRI, concretamente a Acción Nacional, el partido
histórico de la derecha mexicana. Dicho en lenguaje boxístico, el PRI
mandó a un bulto fácilmente vapuleable para facilitar la entrega del
poder al panismo.
Ahora de nuevo se habla públicamente de la
falta de gas de la candidatura priista y del posible relevo del
candidato. Pero esto no pasa de ser un rumor o consideraciones
periodísticas y en las redes sociales.
Aún así casi
automáticamente viene a la memoria el caso de Labastida, una víctima
propiciatoria para pavimentar desde Los Pinos la llegada del PAN al
poder. ¿Se estará repitiendo la historia?
No debe olvidarse
que si Peña llegó a Los Pinos fue porque el panista Calderón le abrió
desde adentro las puertas de la casa presidencial. Y nada de extraño
tendría que Peña quisiera devolver el inmenso favor recibido.
La cuestión sería en qué persona pudiera ser devuelto. ¿En Ricardo
Anaya? Quizás. Pero sería una devolución menos grata al calderonismo que
si fuera, por ejemplo, en la persona de Margarita Zavala, esposa de
Felipe. Eso sí sería devolver el favor completo.
Por eso, como
dijo muy cuerdamente Andrés Manuel López Obrador en La Paz, Baja
California, Margarita no puede ni debe ser descartada como la sucesora
de Peña en Los Pinos.
Pero ¿la Zavala tiene con qué ganar la
elección presidencial? En realidad eso no importa. Lo central es que
tenga con ella la voluntad de Peña de hacerla presidenta. Aunque se
enoje Anaya. Porque, ya se sabe, amor con amor se paga.
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