Sin modificaciones de fondo: analistas
▲ El mecanismo de resolución de disputas inversionistas-Estado en el sector energético fue aceptado por los negociadores mexicanos en el Usmca.
Nueva York. Aunque los tres gobiernos cantaron victoria, el gran ganador de la negociación del nuevo acuerdo de libre comercio trilateral es Donald Trump, quien con una versión modificada del acuerdo anterior pudo proclamar que había cumplido con su promesa electoral de anular lo que había calificado como tal vez el peor tratado comercial jamás hecho por Estados Unidos, y afirmar que sus tácticas de negociación funcionan.
El nuevo Acuerdo Estados Unidos-México-Canadá (Usmca, bautizado así por Trump sin consultar con sus socios), ha sido proclamado por el presidente como el mejor acuerdo en la historia. En su conferencia de prensa el lunes en la Casa Blanca, Trump anunció el fin del Tratado de Libre Comercio de America del Norte (TLCAN), subrayando: cumplí con mi promesa.
El martes envió una carta al Congreso que declaraba que el Usmca ha recibido reseñas fantásticas y será recordado como uno de los “mejores acuerdos…”, junto con copias de algunos editoriales alabando el resultado. Entre estos el del New York Post, el cual afirma que para Trump este acuerdo era mas importante que los 10 mandamientos, la adquisición de la isla de Manhattan, la adquisición de Luisiana y el fin de la Segunda Guerra en Europa. No queda claro si fue parte de una ironía (el rotativo conservador es fiel a Trump), pero el presidente aparentemente está de acuerdo, ya que lo envió a los legisladores.
El consenso que ha surgido entre analistas en Estados Unidos después de las primeras evaluaciones del texto, hecho público el lunes, es que con la excepción de algunos sectores, el acuerdo no representa un cambio de fondo comparado con el TLCAN, ya que conserva gran parte y agrega elementos que ya se habían negociado para el Acuerdo Transpacífico (el cual abandonó Trump al llegar a la presidencia). Por tanto, muchos aquí concluyen que tenía un objetivo más político que económico: que Trump proclamara que había cumplido con su promesa electoral de anular el TLCAN.
México y Canadá aceptaron regalarle el triunfo a Trump a cambio de salvar el statu quo,o sea, rescatar el TLCAN. Para lograrlo tuvieron que ceder ante varias demandas de Trump en mecanismos de resolución de disputas, contenidos en producción automotor, productos lácteos (para Canadá) y protecciones de propiedad intelectual.
Tal vez lo más difícil fue ser obligados a cantar victoria públicamente en el coro tripartita cuando detrás de todo esto está un solista.
Trump y su equipo subrayan los logros para los trabajadores estadunidenses con medidas diseñadas para incrementar empleos en su país. Entre ellas señalan que trabajadores con pagos de por lo menos 16 dólares la hora tienen que hacer 40 por ciento del trabajo sobre un automóvil (un incremento de 30 por ciento sobre la cifra anterior) y requisitos más estrictos sobre condiciones laborales en México para facilitar la sindicalización efectiva de trabajadores (aunque queda poco claro cómo se pondría en marcha).
Trump afirma que estas medidas impulsarán mayor inversión en el sector manufacturero estadunidense y el retorno de empleos en el sector industrial que se habían trasladado a Mexico.
Con la retórica de Trump de que su propósito era mejorar el empleo y las condiciones de los trabajadores estadunidenses –había culpado al TLCAN por el traslado de millones de empleos a México, entre otras cosas–, los demócratas fueron obligados a responder de una manera mesurada al acuerdo ya que una amplia gama de sus bases tradicionales se han opuesto a estos tratados de libre comercio desde siempre.
De hecho, en este contexto, Trump logró robarse partes de la retórica progresista de los críticos del TLCAN y los del movimiento altermundista que estalló a finales de los años 90 al proyectarse como defensor de los trabajadores contra las cúpulas trasnacionales. Algunos sindicatos y políticos demócratas están entrampados, ya que no pocas de sus filas votaron por Trump, en parte por su oposición a los acuerdos de libre comercio y su promesa de defender sus empleos.
Pero, como siempre, Trump ha intentando proyectarse como populista mientras sus politicas han beneficiado a los más ricos, por ejemplo, con su reforma fiscal y la anulación de regulaciones ambientales y laborales para diversas industrias.
“Trump está más interesado en humo y espejos –la visión de concluir un acuerdo que le parece ventajoso–, que en cambios reales en los acuerdos comerciales”, afirmó Dani Rodrick, economista de la Universidad de Harvard en entrevista con Bloomberg.
Al final, concluyen varios analistas, el nuevo acuerdo trilateral es más un cambio de la etiqueta que de contenido.
De hecho, se ha dado mucha atención al cambio de nombre, con quejas de que las nuevas siglas no se pueden pronunciar tan fácilmente como Nafta. El mismo presidente reconoció que tal vez no fue la mejor etiqueta.
Un comentarista lo resumió así: El Nafta ha muerto, que viva el Nafta.
Foto Ap
David Brooks
Corresponsal
Periódico La Jornada
Viernes 5 de octubre de 2018, p. 23
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