Ana De Ita*
La columna vertebral
para la recuperación del campo que propone el gobierno federal es la
autosuficiencia alimentaria. Pero ésta es imposible con un mercado
abierto, ya que las importaciones no ocurren sólo por falta de
producción, sino por ventajas en las condiciones financieras,
logísticas, de precios, influidas por las condiciones climáticas y los
subsidios que otorgan otros países a la producción y exportación de sus
productos.
La autosuficiencia alimentaria además de irrealizable, tampoco es
conveniente. La agricultura mexicana es hoy un sector altamente
trasnacionalizado y concentrado. Después de 26 años de operación del
Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), la agricultura y
alimentación de los tres países está desfavorablemente integrada para
México. El TLCAN eliminó cualquier arancel a las importaciones y
mantiene el mercado agroalimentario abierto con Estados Unidos y Canadá.
Resultado de ese tratado muchas empresas trasnacionales instalaron sus
plantas en México para aprovechar las ventajas de una fuerza de trabajo
barata y calificada, de la posibilidad de acaparar bienes naturales como
tierra y agua, de la falta de regulaciones ambientales, laborales y
fiscales que sí existen en sus países. El valor de las exportaciones
agrícolas de Estados Unidos a México es superado todos los años por la
venta de los productos de las trasnacionales estadounidenses instaladas
en el país, que controlan importantes segmentos del mercado. El Tratado
México Estados Unidos y Canadá (T-MEC) no cambia estas condiciones, sino
que las profundiza.
El último año del sexenio peñista (2018), cerró con una importación
de maíz de 17 millones de toneladas, mientras aquí se produjeron más de
27 millones. Desde 1996 las importaciones del grano crecieron
exponencialmente y no por falta de producción nacional, sino por un
cambio en los patrones de consumo de sus grandes consumidores. Muchos
campesinos y agricultores no pudieron vender sus cosechas, pues sus
mercados habían sido inundados por el cereal estadunidense subsidiado,
que convertía la importación de maíz a México en un negocio financiero.
Los maíceros nacionales fueron colocados en el mercado abierto desde los
primeros años del TLCAN.
Las grandes comercializadoras y procesadoras trasnacionales de
granos, con el apoyo de los sucesivos gobiernos mexicanos (1995-2018),
controlaron el mercado doméstico. Se beneficiaron de las importaciones
mexicanas demaíz desde Estados Unidos, a la par que absorbieron gran
parte de la cosecha nacional a precios internacionales y se hicieron de
la in-fraestructura necesaria: molinos, plantas de procesamiento de
aceites, pastas, jarabe de alta fructosa, mezcladoras para alimentos de
animales, terminales de distribución, elevadores. Además impulsaron
esquemas de financiamiento para productores y diversificaron sus
operaciones hacia la producción de jarabe de alta fructosa de maíz,
carne de res y pollo, fabricación industrial de alimentos, harinas,
almidones, texturizantes y elaboración de alimentos industriales para
animales.
La creciente demanda de piensos para el ganado y de alimentos
procesados de granos y oleaginosas ha dirigido la integración de los
mercados de Estados Unidos. Las grandes trasnacionales que operan en el
mercado de la carne, como Smithfield, Tysson y Pilgrims, las dos últimas
compradas por JBS, establecieron filiales en México, desplazando a los
pequeños y medianos ganaderos para crear fábricas de puerco, pollo y res
maltratados y hacinados, alimentados con granos industriales de
importación como maíz transgénico, pasta de soya transgénica, granos
secos de destilería con solubles (DDGS) que sobran de la producción de
etanol. Estos ganaderos industriales buscan nuevos mercados en los
países asiáticos y de Medio Oriente, y utilizan a México como plataforma
exportadora.
Las agroindustrias globales instaladas en México son las principales
demandantes de las importaciones de granos al país. En 2016 de un total
importado de maíz de 14.2 millones de toneladas se destinaron a los
fabricantes de ganado 77 por ciento y a los procesadores de alimentos
industriales 19 por ciento.
Seguir el paso a la demanda imparable de maíz de las trasnacionales
para lograr la autosuficiencia alimentaria, y establecer grandes
extensiones de monocultivos de maíz amarillo con agricultura
climáticamente inteligente, como proponen las corporaciones, es un
contrasentido, lo mismo que pretender la autosuficiencia alimentaria en
soya o arroz estableciendo monocultivos con agrotóxicos en la península
de Yucatán.
La propuesta de autosuficiencia alimentaria del gobierno sirve a las
trasnacionales y se opone a la soberanía alimentaria desde los pueblos.
* Directora del Centro de Estudios para el Cambio en el Campo Mexicano
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