NOCHIXTLÁN, Oax. (proceso.com.mx).- Una decena de hombres armados
sólo con su bastón de mando forman la primera línea. Son los presidentes
municipales de los pueblos mixtecos que hoy constituyen la guardia de
los deudos y dolientes de este lugar, reunidos para reclamar por el
operativo policiaco que el 19 de junio, hace una semana, dejó nueve
muertos, más de un centenar de heridos y varias familias desplazadas.
Para abrir la marcha hay un mensaje dirigido a los medios de
comunicación, que serán recriminados una y otra vez “por no decir la
verdad”:
“No venimos embozados”.
Al puente que atraviesa la autopista Tehuacán-Oaxaca, donde inició el
operativo sangriento del domingo pasado, los mixtecos llegan caminando
desde una hora antes y van tomando su posición en el contingente que
serpentea, multitudinario, al otro lado del camino.
Visible desde la vanguardia, la barricada donde se originó el ataque y
que sigue en pie; al otro lado del camino se aprecia con claridad la
vulcanizadora Reyes, escenario en el que se captó a los policías
federales con armas de fuego.
Al frente, siguen ahí las chatarras de vehículos que aquel día fueron
incendiados y, sorteando su ubicación, el contingente avanzará
recorriendo la ruta donde se desató la violencia por ser el camino de
acceso a Nochixtlán. La denuncia desde el altavoz: no se han realizado
peritajes sobre los hechos del domingo pasado.
Al pasar por los camiones polleros que fueron incendiados con todo y
carga, el olor es notable no sólo en la penetrante pestilencia sino por
la náusea, patente en gestos y manos al rostro. Dos madres lloran ante
el desastre de vehículos incendiados.
Los familiares y amigos de Jesús Cadena y Óscar Luna, dos habitantes
de Nochixtlán que murieron el domingo, marchan juntos llevando entre
ellos cartulinas y mantas de repudio, entre éstas una que corean durante
todo el trayecto:
“Ojo por ojo, diente por diente, Herminio asesino, la cuenta está
pendiente”. Luego la repiten cambiando a Herminio por Daniel, en
referencia a los hermanos Cuevas, caciques priistas de la ciudad en la
que el primero es diputado electo y el segundo presidente municipal.
Aquí, excepto por las autoridades indígenas, ningún orden de gobierno
se salva: el ataque que denuncia fue de Policía Federal y Estatal, pero
el operativo ingresó por el rancho de uno de los Cuevas, a quienes
nadie ha vuelto a ver desde que el mismo domingo sus gobernados tomaron
el rancho y el palacio municipal, y le prendieron fuego.
Tampoco queda libre la Comisión Nacional de Derechos Humanos que,
según los representantes de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de
la Educación (CNTE), acudió el martes sólo para tratar de obtener
testimonios y acomodarlos de manera favorable al gobierno.
“No entendemos”
La columna formada por unos 2 mil mixtecos traspasa la zona donde
ocurrieron los hechos y empieza a serpentear por las estrechas calles de
Nochixtlán. Al paso de los deudos, familias vecinas que no se sumaron a
la marcha, les aplauden con mucha seriedad.
Entre las familias, el coraje es notable. La insistencia es que
salieron a apoyar a los profesores porque los estaba golpeando la
policía y no porque fueran de la sección 22.
“Estamos dolidos porque no estábamos preparados para un
enfrentamiento y yo quiero dejarlo claro: que no fue un enfrentamiento,
fue un ataque”, dice un habitante de esta ciudad.
“Hasta ahora no entendemos por qué se metieron hasta aquí”, dice
Xóchitl, una joven nochixtleca. Su padre, su hermano y un cuñado
salieron aquel domingo 19 a apoyar a los profesores. No los alcanzaron
las balas pero llegaron todos gaseados. Al pasar por ahí, señala los
hoteles Merli y Juquila, como los lugares desde los que, “todo el pueblo
sabe”, se realizaron disparos.
Otro vecino de Nochixtlán, primo de Óscar Luna, también salió el
domingo en apoyo a los profesores cuando oyó el repique de campanas y
los llamados por altavoz. Dice que lo vio todo:
“Entraron por el rancho de Herminio (Cuevas) pero otros federales ya estaban en el hotel (Juquila) y dispararon”.
Frente a ese hotel cayó su primo, el joven de 22 años que ayudaba a
su padre en la venta de forrajes y recientemente se había animado a
poner una juguería.
José Guadalupe, un anciano mixteco que marcha en el contingente de
familia y cuyo hijo sobrevivió a un tiro en la pierna, resume lo
ocurrido: “Estuvo cabrón”. El domingo, cuenta ese hombre, llegó hasta el
área del panteón donde se incendiaron todos los carros y sin duda,
afirma con su persistente acento mixteco: “fue la fuerza pública, no la
gente”.
Al entrar al pueblo la esposa de José Guadalupe llora cuando Patricia
Sánchez, madre de Jesús Cadena, la toma del brazo y se apoya en ella,
como si la necesitara para mantenerse en pie.
Cada uno suelta su experiencia, intentando desmentir las versiones
que a lo largo de la semana se han publicado en diferentes medios de
comunicación. Una mujer mixteca que vino de Acaquizapan Chazumba expresa
su malestar:
“Aquí mataron por las malas a muchachos mixtecos. Fue la policía y lo
sabemos en todo los pueblos. Ya estamos hartos de tanta pinche
corrupción, de tanta represión ¿Qué quieren? ¿Que nos levantemos en
armas?”
“Yo ni soy maestra ni madre de familia. No somos acarreados porque
luego dicen eso. Venimos por nuestro propio pie, por indignación y
porque los medios mienten, creen que somos tontos. Aquí por toda la
mixteca regalaron televisiones, pero desde el domingo tumbaron la señal
para que no nos enteremos de la mentiras que dicen”.
Y es cierto: al menos en lo que respecta a las señales de celular y
redes móviles que desde el domingo funcionan limitadas, con
intermitencia y sólo en algunos sectores.
La tragedia de Nochixtlán se extiende durante una semana, en la que
no hay servicios municipales, de manera que los habitantes se
organizaron en brigadas de limpieza, poniendo sus camionetas
particulares para hacer la recolección de basura y restablecieron por su
propio ingenio el servicio de agua desde el martes.
Un mensaje a la CNTE
Las consignas son conocidas porque se escuchan lo mismo en Oaxaca que
en la Ciudad de México, Guerrero y casi en cualquier parte del país:
porque los asesinan… cuando el pueblo se levante… de norte a sur…
Pero la marcha se distingue de otras por una razón: aquí hay
autoridades indígenas, que son presidentes municipales de varias
comunidades de la mixteca.
Jaime López Rodríguez, alcalde de Santa María Apazco, es uno de los
hombres que con bastón de mando resguardan a las familias de deudos
junto con todo su cabildo. La indignación es notable porque Yalid
Jiménez era regidor de Salud, su compañero.
López Rodríguez es uno de los 20 presidentes municipales que ayer
pidieron justicia por los muertos de Nochixtlán; pidieron atención a los
heridos; la salida de la Policía Federal; la abrogación de las reformas
educativa, de salud y energética; libertad de presos políticos y
respeto al territorio y los derechos indígenas.
“Nosotros somos nombrados por usos y costumbres, por eso nos debemos
al pueblo”, dice para luego pedir a los demás presidentes municipales de
Oaxaca que se sumen al bloque del que forma parte.
Durante el mitin en el que desembocó la marcha, fueron varias las
referencias a las reformas, no sólo a la educativa, también a la
energética, de salud y de telecomunicaciones, pues dirigentes de
organizaciones sociales y autoridades indígenas están de acuerdo en que
se ha perturbado su normalidad.
Entre las expresiones de una lista grande de oradores, la exigencia
de libertad a los presos políticos y, en particular, en el caso del
dirigente de la Sección 22, Rubén Núñez y su secretario de Organización,
Francisco Villalobos.
Pero López Rodríguez también da un mensaje al magisterio que este lunes continuará su diálogo con la Secretaría de Gobernación:
“Les decimos que no queremos que se repita 2006, que cuando ya tienen
nuestro apoyo y ya tenemos avanzada la lucha, se retiraron. No se los
vamos a permitir”.
Tres horas después de iniciada la marcha, el mitin concluye. Con un
coreo al que todos los presentes atienden: pronuncian el nombre Enrique
Peña Nieto seguido de la condena “¡asesino!”, y lo repiten tres veces
para luego dar los nombres de Miguel Ángel Osorio Chong, Aurelio Nuño
Mayer y Gabino Cué Monteagudo, pronunciados una sola vez con la misma
sentencia.
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