Lo que para un país es
política nacional, en el resto del mundo forma parte de la realidad
internacional, o sea de relación de fuerzas mundial entre los explotados
y oprimidos y sus explotadores y opresores. Las escandalosas agonías
del kirchnerismo argentino y del Partido de los Trabajadores brasileño
reforzaron en efecto la dominación capitalista en todos los países; por
el contrario, las huelgas francesas y en particular la heroica y larga
lucha de los maestros agrupados en la CNTE, dan ánimo a los trabajadores
y les ayudan a avanzar políticamente y a elevar su nivel de conciencia.
Por eso prefiero analizar las posibles consecuencias de lo que a mi
juicio hay que destacar aunque en estos días se concentraron
acontecimientos muy importantes. Quedan pues para otra ocasión los
posibles efectos del retroceso impuesto por la presión nacional al
gobierno francés en su primitiva decisión de prohibir, por primera vez
desde la guerra de Argelia, la realización de una manifestación
sindical. O del voto de los trabajadores británicos –contra la
intelectualidad, las clases medias y el establishment- por la salida de
la Unión Europea. O la derrota del gobierno italiano y la altísima
abstención electoral y el fin de los combates en Colombia logrado con
mediación cubana o, por último, las elecciones en España en las que
seguramente la derecha sufrirá un duro golpe.
Los maestros -en
particular los rurales- forman la parte peor pagada y menos considerada
de la intelectualidad mexicana. Son un puente entre las instituciones de
un semiEstado corrompido y reaccionario y el sector más pobre de la
población (indígenas, comunidades, pueblitos dispersos, colonias
populares). Desde la orilla institucional el Estado les paga una miseria
para que enseñen las cuatro operaciones matemáticas esenciales, a leer y
a escribir algo sencillo y para que difundan, tal como los medios de
información, la ideología de las clases dominantes para mantener
sometidos durante toda la vida a sus alumnos, porque el gobierno teme a
los ciudadanos y quiere fabricar súbditos sumisos. Pero, desde sus lazos
con la realidad social aprenden a pensar críticamente y se sindicalizan
rechazando a los charros que son agentes del gobierno y del capital.
Por eso, en todos los continentes los maestros surgieron siempre líderes
sindicales y populares.
Destruir su fuerza sindical, matar o
encarcelar a sus dirigentes independientes, ha sido y ahora, en
particular, es el objetivo del gobierno, que no puede aceptar la
resistencia obrera y popular (como la de los electricistas del SME o de
los maestros de la CNTE) y, como no tiene una fuerte oposición en el
terreno político, busca eliminar también la social y sindical.
Además, en su período de ascenso el capitalismo necesitaba mano de obra
sana y con un mínimo de educación para manejar las máquinas cada vez más
complejas. Ahora, en cambio, los gobiernos hablan sobre el “capitalismo
de conocimiento” pero pensando en los técnicos e informáticos, pues
consideran “excedentes” y carísimos a los trabajadores poco o mal
instruidos que antes producían en masa. De ahí las reformas a las leyes
de educación en todas partes (Argentina, Brasil, México), los bajos
salarios de los maestros y el intento de reprimir a las organizaciones
magisteriales.
Mientras esas organizaciones aparecen enfrascadas
en luchas sólo sindicales, por legítimas que ellas sean, no faltan los
ignorantes, los imbéciles y los envidiosos que critican los supuestos
privilegios de los maestros. Pero Ayotzinapa y ahora Noxchitlán y las
movilizaciones populares subsiguientes han abierto muchos ojos y
destapado muchos oídos. Amplísimos sectores sociales (eclesiásticos,
pequeños comerciantes, pequeños empresarios, profesionistas como los
médicos y los profesores universitarios, estudiantes que se preparan
para dirigir México en el futuro) defienden y apoyan a los heroicos
maestros oaxaqueños y chiapanecos de la CNTE. El gobierno debe estar
asustado porque entre los asesinados en Noxchitlán, Oaxaca, hay
indígenas, pequeños comerciantes y hasta un catequista que curaba los
heridos pero ni un solo maestro de la CNTE.
También gracias al
aumento del nivel de conciencia popular frente a estas matanzas el odio y
el repudio a un gobierno asesino subieron un grado más. Ya se ha
comprendido que no estamos sólo ante una represión antisindical sino que
el objetivo principal del régimen es acabar con los márgenes
democráticos, destruir las bases mismas de la educación nacional de
masas, imponer una dictadura militar disfrazada.
El salto en la
subjetividad y la comprensión de los oprimidos fue muy grande, sobre
todo en el Sur Chiapas, Oaxaca, Guerrero. Ante el repudio nacional
organizado y creciente, el gobierno, que había declarado que no aceptaba
dialogar terminó aceptando discutir. Ahora bien, con la CNTE no se
puede discutir “en general” porque lo que están en juego es la
derogación de la llamada reforma, la liberación de los dirigentes
secuestrados y tomados como rehenes con acusaciones que nadie cree y el
castigo a los asesinos.
Es posible por lo
tanto que el gobierno intente bajar algunas marchas en la velocidad de
su ataque y haga algunas concesiones menores para tratar de impedir
nuevas manifestaciones populares (porque éstas le obligan a negociar).
Intentará superar esta tormenta pero de aquí al 2018 no tiene ni mucho
tiempo ni muchos medios para agravar la represión. A la mexicana, puede
agregarle en cambio a ésta intentos de cooptación de dirigentes
sindicales y políticos opositores siguiendo la fórmula de Obregón según
la cual ningún general resistía un cañonazo de 50 mil pesos. La garantía
contra esa posible maniobra es el aumento de la movilización popular
junto a los maestros y el firme reclamo de democracia y de legalidad.
Ese será, de paso, el “voto” mexicano contra Trump.
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