7/02/2016

Urge reforzar atención a mujeres sobrevivientes de las guerras


   Gobiernos hacen poco para apoyar a víctimas de violencia sexual


Reunión de activistas de la campaña #BringBackOurGirls (devuelva a nuestra niñas) en el parque de diversiones Maitama, en Abuya, Nigeria 

 “Cuando hay guerra, hay violación, y cuando hay violación, hay trauma, dolor y terror”, recordó Zainab Bangura, representante especial del secretario general de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) para la violencia sexual en conflictos bélicos.

La violencia sexual es un arma de guerra desde tiempos inmemoriales. Hay referencias bíblicas incluso, que continúan en la Guerra Civil de Estados Unidos, siguen en las dos guerras mundiales del siglo XX hasta otras regionales, como la de independencia de Bangladesh (sureste de Asia), en 1971; y los conflictos étnicos en Bosnia (zona de los Balcanes) y Ruanda (África central). Ninguno de ellos excluyó a la violación y a la violencia sexual.

Cuando termina la guerra y comienzan las iniciativas de recuperación, los esfuerzos, como el Plan Marshall, se concentran en reconstruir la infraestructura y la economía.

Pero es mucho menos lo que se hace para fortalecer a los sistemas de apoyo a las mujeres, traumatizadas por la guerra, lo que quiere decir que sufren dos veces: primero, la violencia directa y, segundo, el sistema de justicia que trivializa su trauma y silencia sus historias, explicó Bangura.

“Después de la lucha por sobrevivir a las balas, las armas y los machetes, viene la lucha por la atención médica, el cuidado infantil y la reparación, así como el derecho a participar en los procesos políticos del país que trata de emerger de las cenizas de la guerra”, añadió.

Las consecuencias de la violencia sexual se sienten en varias generaciones, se amplifican con el tiempo y generan una reacción en cadena. El daño queda en las y los hijos nacidos de la violación, quienes a menudo se sienten obligados a permanecer en las sombras, indocumentados y enmudecidos.

“Es como si hubieran nacido culpables, manchados por el crimen de su padre”, observó Bangura.

Las personas conocidas y los lugares familiares se vuelven entornos antagónicos, pues vecinos y amigos se ponen en contra de las mujeres violadas y de sus hijos, culpando a las propias víctimas de la violencia sexual.

GENERAR AMBIENTE DE OPORTUNIDADES
Bangura dictó en días recientes una conferencia como parte del taller “Mujeres y niñas en conflictos: aprendiendo de la experiencia vivida para comunicar respuestas políticas”, organizado por ONU-Mujeres, el Centro Internacional para la Justicia Transicional (CIJT), el Instituto Liu de Asuntos Globales, la Universidad de Columbia Británica, y la misión permanente de Canadá en la ONU.

“El rechazo parece propagarse como una enfermedad, pues cualquiera que se preocupe por las personas marginadas, será también marginado”, explicó Virginie Ladisch, directora del programa Infancia y Juventud del CIJT.

Es importante considerar a esas niñas y niños no como la consecuencia de una violación de Derechos Humanos, sino como sujetos de Derechos Humanos, precisó Bangura.

“No sólo tenemos que traer de vuelta a nuestras niñas, tenemos que traerlas a un ambiente de apoyo y de oportunidades”, apuntó en alusión a la etiqueta en inglés utilizada en redes sociales, #bringbackourgirls, por el caso de las adolescentes secuestradas el 14 de abril de 2014 por el grupo islamista Boko Haram, en Nigeria.

Para ello, hay que hacer frente a la violencia sexual y el matrimonio forzado, así como combatir el estigma y la culpabilización de las víctimas procesando a los responsables, haciendo justicia y asegurando que las mujeres puedan cuidar de su descendencia. “Sólo entonces podremos decir que la guerra se terminó”, subrayó Bangura.

SIN VOZ

En el año 2000, el Consejo de Seguridad de la ONU adoptó la resolución 1325, que concentra la atención sobre las diferentes consecuencias que los conflictos armados tienen en las mujeres, su exclusión de la prevención de los mismos, el mantenimiento y la construcción de la paz, y los vínculos inextricables entre desigualdad de género y la paz internacional.

Sin embargo, Nahla Valji, especialista de paz y seguridad de ONU-Mujeres, dijo que tras los atentados del 11 de septiembre de 2001 en EU, las nuevas resoluciones del Consejo de Seguridad en el foro mundial dedicadas a la lucha contra el terrorismo fueron criticadas por no dar voz a las mujeres.

“Si dejamos que ese espacio lo ocupen otros, queda vacío y lo definen por nosotras de una forma que no necesariamente contempla las necesidades y las voces de las mujeres”, advirtió Valji.

Para llenar ese vacío, el taller de la tercera semana de junio reunió a mujeres que sobrevivieron a un conflicto y sufrieron violencia sexual, para que contaran la difícil realidad no atendida en que se convirtió su vida cotidiana.

Tras sobrevivir a la violencia postelectoral, que se desató en Kenia (África del este) en 2007, Jacqueline Mutere dijo que la ONU tenía muchas respuestas para el enorme número de mujeres que sufrieron violencia sexual, pero sólo contaron historias cruentas de violaciones para justificar la necesidad de fondos, sin mencionar a las que tuvieron hijas e hijos, o las consecuencias a largo plazo que dejó esa horrible experiencia en sus vidas.

Mutere y muchas otras mujeres se dieron cuenta de que las organizaciones hablaban por ellas y no las representaban de forma adecuada. Por eso, fundó Grace Agenda, que ayuda a las sobrevivientes de violencia sexual en Kenia.

“Cuando me miran a mí, ven a las miles de mujeres fuertes violadas en Kenia, quienes quedaron discapacitadas producto de esa violación, cuyos hijos tienen discapacidades o quienes contrajeron VIH. Alguien tendrá que pagar por este dolor. ¿Por qué el conflicto de un país tiene que desarrollarse en mi cuerpo?”, cuestionó Mutere.

María Alejandra Martínez, quien trabaja en la reintegración de mujeres, niños y niñas en Colombia, dijo que las mujeres afectadas por la guerra no quieren ser conocidas como “víctimas de violación” o “esposas forzadas”, o hablar de “niños soldados”, quieren que las reconozcan como personas que hablan y poner fin al silencio.

“Necesitan contar su historia en sus propios términos”, explicó. “Los niños son más que su experiencia durante la guerra. Todos los niños desmovilizados tienen el poder de cambiar el mundo”, remarcó.

*Este artículo fue publicado originalmente por la agencia internacional de noticias IPS.
  


Foto: Ini Ekott/IPS
Por: Aruna Dutt*
Cimacnoticias/IPS | Naciones Unidas.- 

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