La intención de
la nueva presidencia de Estados Unidos de fijar un impuesto de 20 por
ciento a las exportaciones mexicanas a ese país a fin de obtener fondos
para construir el muro fronterizo pormetido por Donald Trump representa,
en los hechos, en caso de que el Capitolio apruebe esa medida, una
suspensión del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) y,
más allá, el fin del modelo de desarrollo adoptado por el gobierno de
nuestro país hace tres décadas, cuyo eje rector era la supeditación de
la economía nacional a la estadunidense. Implica también una gravísima
sacudida a las finanzas del país, en la medida en que 80 por ciento de
sus exportaciones tienen como destino el norte del río Bravo; el
impuesto referido conllevará un brusco acotamiento de ese mercado y, por
consiguiente, una merma aún no cuantificada, pero seguramente
elevadísima, de las divisas que México recibe del extranjero, que se
agudizará con la previsible disminución de las remesas y de la
inversión. Ello se traducirá, de manera inevitable, en pérdida de
empleos en el sector exportador y en la necesidad de crear plazas de
trabajo en el país ante el previsible incremento de deportaciones de
connacionales.
En el curso de los sexenios de Carlos Salinas, Ernesto Zedillo,
Vicente Fox y Felipe Calderón, y en lo que va de la administración del
presidente Enrique Peña, se alertó una y otra vez sobre los graves
peligros que conllevaba la consagración de la economía nacional en el
papel de proveedora de mano de obra barata y materias primas para la
potencia del norte, pero todos esos gobiernos hicieron oídos sordos a
las advertencias. Hoy se agotó el tiempo. Los manotazos proteccionistas y
antimexicanos de Trump cimbran el edificio de la globalidad neoliberal
en todo el mundo, pero resultan particularmente devastadores para
nuestro país, cuyas autoridades no parecen haber entendido la dimensión y
el alcance del fin del modelo implantado desde hace tres décadas ni
parecen preparadas para el cambio de paradigma que el momento exige.
Esa falta de visión explica que el gobierno mexicano haya sido
sometido a un reiterado vapuleo diplomático en horas recientes, desde
que el presidente estadunidense anunció la orden ejecutiva para iniciar
la construcción del muro –en momentos en que el canciller Luis Videgaray
y el secretario de Economía Ildefonso Guajardo volaban hacia
Washington– hasta su grosera afirmación de que si México no estaba
dispuesto a pagar por la valla sería mejor suspender el encuentro que
tenía programado con Peña Nieto, afirmación expresada en Twitter tres
horas antes de que el segundo diera a conocer la cancelación de su
visita.
Dado que tales maltratos son, claramente, parte de un patrón
de conducta y que no hay razón para esperar del nuevo gobierno
estadunidense voluntad de cooperación, amistad y ni siquiera cortesía,
es claro que la diplomacia mexicana hacia el vecino debe redefinirse,
abandonar la obsecuencia que le ha sido impresa desde hace muchos años y
conducirla con actitud no belicosa, pero sí firme y digna. Asimismo,
resulta crucial diversificar las relaciones políticas y comerciales con
el resto de los países –en particular, con América Latina– y recuperar
la antigua postura no alineada de México en el mundo.
Más importante aún, urge reconfigurar la política económica antes de
que la economía conduzca al país a un escenario de mayor desastre.
Además de la diversificación comercial referida arriba es necesario
reactivar el campo, la industria y el mercado interno y reorientar las
prioridades que hasta ahora han sido para beneficiar a los capitales en
detrimento de la población.Por añadidura, y habida cuenta que la Casa
Blanca de Trump opta por negociar sobre hechos consumado
s
y unilaterales, México debe sentirse libre de los compromisos que
adquirió en materia de seguridad, migración, combate al narcotráfico y
otros aspectos, abandonar el papel de policía y guardia fronterizo de
Estados Unidos, y renunciar a la asistencia estadunidense antes de que
el propio Washington decida suspenderla, como podría ocurrir si se tiene
en cuenta que Trump ordenó un informe pormenorizado de los programas de
colaboración con nuestro país en diversos ámbitos.
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