Elena Álvarez Buylla *
Este jueves 26 de enero,
el primer tribunal colegiado en materia civil de la Ciudad de México
tendrá en sus manos una resolución crucial e histórica para la salud de
los mexicanos, y también para el futuro de la agricultura campesina y la
alimentación mundial: se trata de mantener o no la suspensión al
otorgamiento de permisos para la siembra de maíz transgénico en nuestro
país. Esta suspensión se estableció el 17 de septiembre de 2013 gracias a
una acción colectiva (53 científicos, campesinos, artistas y
consumidores, y 20 organizaciones) que demandó a las principales
empresas comercializadoras del maíz transgénico y las instancias
correspondientes del gobierno federal por incurrir en faltas contra la
biodiversidad y el interés público.
Si el citado tribunal colegiado no ratifica la suspensión de la
siembra de maíz transgénico durante todo el juicio en cuestión, la
materia del mismo se volvería irrelevante. Se daría lugar a una
contaminación transgénica incontrolable, masiva e irreversible de los
maíces nativos. Esto implicaría daños incalculables e irremediables a la
salud, ambiente y bienestar general de las familias campesinas y de
todos los ciudadanos.
Las empresas que se benefician de la venta de transgénicos, en
colaboración con algunos tecnocientíficos y funcionarios coludidos,
intentan confundir a la opinión pública haciendo creer que aún hay
controversia científica en torno a las ventajas de dichos cultivos, la
imposibilidad de controlarlos, una vez que se les libera al ambiente, y
sus impactos negativos en el medio, la salud y la agricultura campesina.
A 20 años de haberse liberado en pocos países del mundo, los datos
son contundentes y corroboran lo advertido por grandes redes globales de
científicos comprometidos con la sociedad y el ambiente: 1) No aumentan
los rendimientos y tampoco aminoran el costo ambiental de la
agroindustria, por ejemplo, disminuyendo el uso de agrotóxicos
(ejemplos: nytimes.com/interactive/; nytimes.com/), 2) su siembra implica costos inaceptables en salud pública (ejemplo: uccs.mx/), y 3) no son equivalentes sustancialmente a los híbridos correspondientes no transgénicos (nature.com/articles/).
El último estudio citado, publicado en una revista importante como Nature,
demuestra lo que era obvio: al intervenir a ciegas en el genoma de un
organismo se alteran de maneras incontrolables e impredecibles las
complejas redes de proteínas y metabolitos, y no sólo la proteína de
interés biotecnológico. El citado estudio demuestra que las ratas
alimentadas con el grano genéticamente modificado presentaron
disminución en longevidad y aumento en tumoraciones cancerosas;
reportado previamente por el grupo del doctor Séralini en Francia, tiene
alteraciones en metabolitos como la putrescina (alterado 2.7 veces) y
la cadaverina (alterada 28 veces), entre otros.
Resolver en favor de las trasnacionales y sus ganancias, y en
contra de la biodiversidad, del interés público presente y futuro, la
salud y alimentación de todos, permitiendo que las compañías liberen sus
cultivos transgénicos en México, sería un atentado histórico en contra
de todos. Sus impactos no podemos enumerarlos o predecirlos, y
eventualmente serán dañinos e imposibles de revertir. Una decisión así
atentará contra un bien común, sustento de millones de campesinos en
México y el mundo, y base de la diversidad genética del cereal más
importante del planeta.
Además, este crimen inaceptable implicaría aceptar tecnología que se
sabía, con base en argumentos y datos científicos: insuficiente,
riesgosa y peligrosa desde hace años. Todo ello ahora se ve comprobado
con datos de la realidad e investigación científica que ya es difícil
esconder. Conforme la evidencia se vuelve clara para todos, cunde el
rechazo a los cultivos y alimentos transgénicos en todo el mundo.
A la par que las compañías intentan seguir el negocio con ellas en
países como México, también buscan nuevas tecnologías, con riesgos y
limitaciones similares, pero que les sirvan para seguir alimentando el
negocio de las falsas promesas. Lucran creando problemas y fallando, y
luego lucran prometiendo que los resolverán:
¡ahora sí!Se trata de confundir cínicamente a pesar de la evidencia contundente de que los paradigmas que sustentan sus programas de
innovaciónson insostenibles desde el punto de vista científico y ético. Todo en favor únicamente del negocio.
Los datos acumulados y los argumentos de una ciencia basada en
principios del conocimiento y la precaución apuntan a la urgencia no
sólo de impedir las liberaciones de transgénicos a campo abierto, sino
también de imposibilitar la importación de grano y semilla de maíz de
Estados Unidos y de otros países que producen con transgénicos y
glifosato. Este agrotóxico, asociado a más de 85 por ciento de las
variedades transgénicas, ha sido ratificado como cancerígeno por la OMS (bbc.com/mundo/).
Todos debemos exigir que se cuide nuestro alimento básico –el maíz– de esta contaminación desde el campo hasta nuestras mesas.
* Investigadora titular del Instituto de Ecología, UNAM, miembro en
el nivel III del Sistema Nacional de Investigadores, presidenta de la
Unión de Científicos Comprometidos con la Sociedad (uccs.mx)
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