POR MIGUEL ALEJANDRO RIVERA
Luego de la renuncia de Aurelio Nuño como titular de la Secretaría de Educación Pública (SEP), Otto Granados se convirtió en el tercer secretario de esta dependencia durante el periodo de Enrique Peña Nieto; el primero fue Emilio Chuayffet. En tiempos electorales no sólo escuchamos propuestas, sino que también vemos la cara más franca del cinismo político en nuestro país: así le interesa la educación al actual régimen, tanto que se antepone el interés personal al proyecto nacional. Nunca hubo una continuidad.
Los secretarios vuelan de un lugar a otro, los políticos son invitados a liderar campañas, como si en sus administraciones lo hubiesen hecho de manera trascendente. Nuño, quien será el coordinador de la cruzada que representa José Antonio Meade en busca de la presidencia, se vanagloria de que en su periodo se aprobó la Reforma Educativa: se les olvida que todo lo que haga el Partido Revolucionario Institucional será siempre para resarcir problemas que ha provocado el Partido Revolucionario Institucional… ¿Tu esposo te pega?, no te preocupes, en veinte años te curará las heridas.
Por fin el Frente ya tiene frente. Para cualquiera a quien le guste, ni siquiera el análisis político, sino simplemente estar informado, era una obviedad que el PAN se quedaría con la candidatura presidencial y el PRD con la búsqueda de la Ciudad de México. Dan hasta gracia: son como un equipo de futbol llanero que espera ganar la liga Nacional.
Sucedió lo impensable: Ricardo Anaya, un panista tan panista que dirigió a Acción Nacional, elogió públicamente a Dante Delgado, fundador de Convergencia, ahora Movimiento Ciudadano, quien en algún momento fuese acérrimo rival de la derecha. Así es la política en México y así son las épocas electorales, donde la estructura partidista queda al desnudo: izquierdas, derechas, todos se mezclan en la búsqueda del voto, demostrando que sus bases ideológicas institucionales son pura y mera propaganda.
Del otro lado sigue aquel solitario, ese que ya debería callar. El escenario es muy similar al de 2006: un Andrés Manuel López Obrador que a simple vista cabalga solo hacia la silla presidencial. Repetimos, el escenario es muy similar al de 2006: el más grande rival de López Obrador puede ser López Obrador.
El tabasqueño de pronto dice públicamente propuestas que no sabemos si improvisa o si en verdad están dentro de su plan de campaña. Utilizar la palabra amnistía, por ejemplo, en un país donde no se acostumbra la investigación sino el juicio a priori, es políticamente peligroso.
Aunque es bien sabido que en otros países esta figura jurídica es utilizada como medida para frenar cierto tipo de crímenes, en México impera el pensamiento influido por la propaganda, y si en este país existe una persona a la que bajo cualquier oportunidad sus palabras son usadas en su contra es López Obrador.
Sin duda, AMLO debería callar. Desde este momento hasta que comience la contienda electoral el líder nacional de Morena tendría que dedicarse a seguir liberando tortugas en la playa, a escuchar a la gente, a observar a sus adversarios y ser él quien ponga el dedo en la yaga de cada error que cometan los otros aspirantes a la presidencia; de otro modo sólo otorga herramientas de desprestigio a quienes de por sí ya lo odian.
Los tiempos de elecciones en México son momentos de ver, callar, escuchar, pensar, analizar, pero no sólo para los políticos, sino para la sociedad. Las redes sociales de internet se retacan de tanta información que ya uno quiere mandar al diablo todo hasta julio de 2018 y simplemente emitir el voto; sin embargo no es así de simple, es el futuro del país el que está en la mesa y ni modo, hay que aguantar el cinismo, los errores, las mentiras, en fin, la política nacional al desnudo
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