Julio Muñoz Rubio*.
La actual rebelión
estudiantil de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) es una
clara muestra de lo que es la espontaneidad de las masas cuando,
hastiados de sus condiciones de vida, se deciden a luchar. Se trata de
una espontaneidad que derriba de un tajo los intentos formalistas que
sostienen la necesidad de que las masas se subordinen a los brillantes y
estudiados programas de lucha elaborados por organizaciones, líderes e
intelectuales. Sin desdeñar la importancia de esos proyectos, lo cierto
es que cuando un sector, como el estudiantil, decide levantarse en
contra del poder, lo hace en los momentos y con las formas menos
previstas hasta para el ojo más avezado.
Justo eso es lo que en la UNAM ha sucedido. Hasta la tarde del 3 de
septiembre pasado todos los universitarios estábamos viviendo una vida
rutinaria y nos disponíamos, de mala gana (pues era apenas lunes) a
vivir una semana más de cotidianeidad y quizá de tedio.
Entonces se produjo la agresión de los porros a los
compañeros del Colegio de Ciencias y Humanidades (CCH) Azcapotzalco. El
hartazgo estudiantil por tanta violencia llegó a un límite.
La reacción fue avasalladora, contundente y de una rapidez inusitada.
Literalmente de la noche a la mañana. El martes 4 se celebraron en
todas las facultades y escuelas de la UNAM multitudinarias asambleas, de
las cuales salió un clamor unánime como nunca: ¡Fuera porros! Y
se tomó una decisión no menos unánime ¡Paro de actividades! Toda la
UNAM lo realizó y al día siguiente se llevó a cabo la manifestación más
tumultuaria que la Ciudad Universitaria haya presenciado.
Cuarenta y ocho horas bastaron para sacudir a la UNAM y los centros
de educación superior, a buena parte del país y poner de nuevo al
estudiantado en pie de lucha.
Las coincidencias de la vida hicieron que esta lucha se esté dando
justo en el mes de septiembre, como hace 50 años. Dicho sea de paso,
todo esto ha producido que las conmemoraciones oficiales y oficialistas
del medio siglo de aquel movimiento estudiantil –esas conmemoraciones de
escaparate, de congeladora de un 68 que hoy se quiere presentar como
algo inocuo, frío, maquillado y edulcorado– se estén cayendo como
castillo de naipes.
¿Qué es lo que explica este acontecimiento? Hasta el 3 de septiembre
los estudiantes parecían una masa amorfa, apática, insensible, sin
sentido de responsabilidad y de compromiso. El Estado y el sistema se
ufanaban de haberse anotado un gran acierto al penetrar en las mentes de
los estudiantes y haberlos embrutecido. En dos días esa masa aletargada
se convirtió en la punta de lanza de la inconformidad y la rebeldía en
México, no sólo dejó su letargo, expresó un nivel de entusiasmo,
conciencia y compromiso muy elevados.
Se mostró que la capacidad que tiene el sistema para manipular,
enajenar, mentir, simular y ocultar la realidad, no es infinita ni
todopoderosa; tiene un límite, un límite más allá del cual las personas
ya no le creen y se deciden a tomar en sus manos su propias existencias.
Y esto es lo que es más relevante en esta coyuntura y levanta los
ánimos hasta el cielo: los estudiantes encuentran sus propias formas de
existir: hablan con su propia palabra, piensan con su propia cabeza,
encuentran sus propias formas de organización, desde la base, desde cada
salón de clases o grupo de amigos; se miran de frente, se escuchan, se
conocen verdaderamente, se saben ellos mismos y toman sus propias
decisiones, las suyas, no las que durante toda su vida otros que no son
ellos les han ordenado.
Eso es lo que resulta inexplicable e intolerable desde las altas
esferas del poder. Al tiempo que se admite la legitimidad del
descontento, pues no es posible no admitirla, por otro lado se buscan
salidas administrativas y burocráticas al problema y se hacen votos por
el retorno pronto a la
normalidady la
estabilidad(¿de quiénes?)
El 68 está presente, no en los museos, sino donde debe estar: en las
calles, en las aulas, en los auditorios repletos. Hoy, como antes, el
estudiantado se movilizará, conocerá momentos de auge y otros de
reflujo, y seguramente cometerá errores, quizás algunos de ellos graves,
pero lo más importante, como siempre, es que acertará ahí donde hay que
acertar.
Desde mi lugar como académico que soy de la UNAM, no puedo menos que
sonreír y conmoverme con esta demostración de rebeldía del estudiantado
mexicano. A todos les mando desde estas páginas mis felicitaciones y mi
compromiso de estar con ustedes.
* Investigador del CEIICH de la UNAM
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