Dando muestras de
sensatez política y de sensatez a secas, el rector de la Universidad
Nacional Autónoma de México (UNAM), Enrique Graue, aceptó dar
satisfacción a la totalidad del pliego de demandas de los estudiantes
del Colegio de Ciencias y Humanidades (CCH) plantel Azcapotzalco.
Son muestras de sensatez ciertamente tardías, pues el rector se negó
inicialmente a dar atención y solución a los problemas del CCH
planteados por la muchachada del plantel, demandas absolutamente
justificadas.
Ante la solicitud, Graue decidió, como se dice
popularmente, “hacerse pato”. Pero como se veía que la muchachada no iba
a ceder, el rector optó por el viejo recurso de la amedrentación vía el
uso de la violencia porril.
Quizás nada más pensó en aporrear a
los demandantes; acaso no quería que corriera sangre; tal vez no pensó
en que hubiera heridos de gravedad o hasta muertos. Recuérdese que
aporrear viene de porra (macana), pero también se ajusta al vocablo
porra (grupo de animación deportiva) y de ahí porro (golpeador).
Pero si no hubo muertos sí hubo heridas graves, de esas que ponen en
serio peligro la vida. Y aunque al principio Graue pretendió zafarse de
esa conducta criminal, nadie le creyó. Y sólo encontró apoyo en las
corruptísimas autoridades judiciales del gobierno
perredista-priista-panista de la ciudad de México.
Y no sólo
no encontró el respaldo de la comunidad universitaria y de otras
instituciones de educación media y superior. Peor aún: encontró el más
firme repudio social a su conducta de propiciar, fomentar, permitir o
avalar el uso de los porros. Y, desde luego, también encontró el rechazo
(o la falta de apoyo) del presidente electo, Andrés Manuel López
Obrador, y de Morena y del nuevo Congreso de la Unión.
Graue
se quedó solo. Y ni modo: a rectificar y a prometer no volver a usar o
tolerar el uso de la violencia criminal para mantener el hueso, los
privilegios y el autoritarismo tipo José Narró, Jorge Carpizo y
Francisco Barnés de Castro, rectores priistas de infausta memoria.
Sí ya estaba claro que con López Obrador y Morena en la Presidencia
de la República se ha terminado el permiso para robar, ahora también
queda claro que ha terminado el permiso presidencial para golpear,
lesionar, amedrentar, matar, violar, desaparecer personas y asesinar. No
más porros ni halcones ni halconazos. Ni nuevos crímenes de Estado como
los cometidos por el peñato en Ayotzinapa, Atenco, San Fernando,
Tanhuato, Tlatlaya.
De la carencia de complicidad y
protección presidencial y gubernamental en ese tipo de crímenes es
muestra fehaciente la rectificación del rector Graue.
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