Leonardo García Tsao
▲ La actriz Mia Goth en la alfombra roja de High Life, en el festival de cine de Toronto.Foto Ap
Hollywood como estado de ánimo pesa tanto en la mente de todo cineasta, que un director tan francés como Jacques Audiard ha sentido la necesidad de filmar un western. Contra lo que pudiera pensarse, el resultado es maravilloso. The Sisters Brothers (Los hermanos Sisters) es una coproducción entre Estados Unidos, Francia, Rumania y España, pero su corazón pertenece a la cinefilia más genuina.
Así pues, los hermanos epónimos son Eli (John C. Reilly) y Charlie (Joaquín Phoenix), dos eficaces matones a la orden del comodoro (Rutger Hauer en un cameo). Su siguiente misión es asesinar a Hermann Warm (Riz Ahmed), quien posee una fórmula que le permitirá encontrar oro en plena fiebre californiana (estamos en 1851). Sin embargo, los hermanos también tienen planes de volverse gambusinos.
Gran parte de la tensión –y el humor– de la película deriva de la relación volátil entre los Sisters. Charlie es impulsivo y dado a los placeres carnales más que Eli, quien una vez conseguido un botín, piensa colgar las armas y retirarse. Por supuesto, ambos se quieren, y hay una sorprendente ternura en la maternal conclusión de la historia. Ciertamente un final inesperado en la historia violenta del género.
The Sisters Brothers presume de una factura impecable que le valió a Audiard el premio al mejor directoren el pasado festival de Venecia. No es un western revisionista, ni tampoco aspira a un clasicismo de museo. El realizador ha logrado darle vitalidad al género con una imaginería novedosa, apoyado en el trabajo notable del fotógrafo Benoît Debie, en un equipo de primera que incluye al músico Alexandre Desplat y a la diseñadora de vestuario Milena Canonero.
El otro lado de la moneda es que la también francesa Claire Denis, directora de culto si las hay, ha hecho su primera película en inglés y dentro de un género, la ciencia-ficción, normalmente asociado con la producción hollywoodense. Bajo un título de tienda de ropa de los años 60, High Life, Denis ha engendrado una especie de pesadilla en el espacio, en el peor de los sentidos. La acción se sitúa en una nave espacial tripulada por reos que buscan redimirse cumpliendo una peligrosa misión. En efecto, las amenazas a la tripulación son constantes, entre ellas, una doctora (Juliette Binoche) está empeñada en obtener semen de los hombres para sus experimentos de vida artificial. La producción, aunque reúne capitales de cinco países, se antoja pobre y la nave parece una cómoda o un amplificador, según se le vea.
Entre otras cosas intrigantes, la película ofrece la imagen de la casi siempre infalible actriz, masturbándose con un dildo metálico dentro de un espacio conocido como the fuckbox. O también, la secuencia en que la misma Binoche se encama con un inconsciente Robert Pattinson para extraerle esperma y poder inyectársela a una mujer dormida y embarazarla. (La fecundación para ser el tema central de High Life, aunque no lo podemos decir con certeza). Denis ha hecho con frecuencia un cine arriesgado, pero inteligente. A menos que se trate de una simulada parodia, esta vez le falló la intuición.
Twitter: @walyder
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