Gustavo Gordillo/V
Si el presidente López Obrador estuviera inscrito en algún programa de viajero frecuente y se premiara con millas el número de likes y retuits
que han surgido a raíz de su propuesta sobre la rifa del avión
presidencial, tendría millas para darle la vuelta al mundo en varias
ocasiones.
El bendito avión. Prometo no hablar de la rifa y dedicar sólo un
párrafo al avión presidencial. El revuelo que causó este tema es una
prueba contundente de su triunfo en la disputa por los símbolos. Las
coordenadas que definen el conflicto discursivo contemporáneo son la
lucha contra los privilegios y contra la impunidad.
Restauración y renovación. Para Gramsci, la noción de revolución
pasiva da cuenta de la tensión entre dos tendencias:
conservación-innovación. Las élites económicas están divididas, las
políticas están desplazadas y las fuerzas sociales dominadas, aunque en
efervescencia, se encuentra fragmentadas. Surge entonces un movimiento
multiforme que aglutina agravios y personal político proveniente de
todos los agrupamientos desarticulados.
Coaliciones. Morena ha sido una coalición electoral exitosa. Una vez
ganada las elecciones de 2018, instalados los poderes Legislativo y
Ejecutivo, Morena ha transitado por dos vías. En el Poder Legislativo se
perfila con claridad hacia un partido parlamentario. Ahí han sido muy
exitosos, si se mide en iniciativas aprobadas y en construcción de
consensos. Desde luego las mayorías legislativas sientan las bases para
que eso ocurra, pero no es posible subestimar el papel de los liderazgos
morenistas en ambas cámaras. En el Poder Ejecutivo no existe asomo
alguno de partido, sino el liderazgo unipersonal del Presidente.
Partido-movimiento. Morena no es partido ni es movimiento. En
ciernes, podría ser un partido parlamentario. La parte de movimiento es
inexistente, como ha sido la ausencia de acompañamiento social en apoyo a
medidas centrales y controversiales del presidente López Obrador.
Estamos frente a un oxímoron cuya actualidad política ha sido
consecuencia de dos constataciones. Por un lado, el creciente
desprestigio de los partidos ante los ciudadanos que frecuentemente los
conciben como oligarquías que no representan a los ciudadanos. Por otro,
particularmente en el seno de las izquierdas que gobiernan en el ámbito
nacional, el temor a que su perfil discursivo-ideológico se diluya en
el quehacer gubernamental.
Sistema de partidos de la alternancia. Luis Salazar (1999) lo
caracterizaba como un sistema polarizado no por identidades políticas
consolidadas, sino por los agravios y conflictos generados tanto por la
modernización económica como por la forma en que se desarrollaron las
reformas político-electorales y los conflictos en torno a las mismas.
Añadía que la persistente anomalía de nuestros procesos electorales
centrada en una oposición maniquea entre autoritarismo y democracia
conducía a
eventos con un sentido plebiscitario. El eje de esa polarización ha sido desde entonces la dicotomía gobiernismo/antigobiernismo. Esto es el rasgo característico de todas las elecciones desde 1994.
El Estado se constituye por agregación. Un Estado es fuerte en la
medida en que gobierna a través de una coalición que agrega intereses y
valores. Las crisis orgánicas son el resultado de la incapacidad de
sumar. La crisis es siempre crisis entre representantes y representados.
Justamente lo que tenemos hoy.
Gobernabilidad. Luis Salazar (1993) señaló que el sistema político
mexicano cristalizó una mezcla afortunada –desde el punto de la eficacia
gubernativa– del México profundo con el México imaginario. A su vez,
Rafael Segovia (1974), usando el término
residuos institucionales, advirtiendo que
tratar de liberarse de ellos equivale a arrancar una planta trepadora que sostiene el viejo edificio que, en parte, ha destruido.
Es en este terreno que se juega el futuro de la 4T.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario