En la víspera de la
licitación de dos tramos de la ruta del Tren Maya, Carlos Joaquín,
gobernador de Quintana Roo, y Miguel Torruco, secretario de Turismo,
inauguraron hace una semana en Madrid el pabellón del Caribe Mexicano en
la Feria Internacional de Turismo (Fitur). Promovieron los destinos de
Bacalar, Chetumal y Mahahual, lugares de reciente incorporación a la
industria turística de Quintana Roo. Para la actual administración
federal, el
desarrollodel sureste mexicano está definitivamente ligado a la economía del turismo, en función de la cual se concibe el megaproyecto Tren Maya.
Sin embargo, frente a las decantadas bondades de la economía
turística como panacea para una vida mejor, testimonios de quienes viven
en la costa quintanarroense, incluso en las localidades aún marginales
para el turismo de masas, coinciden en una preocupación común: el
incremento de la violencia por la presencia de grupos criminales.
Observando la trayectoria de Cancún y la región turística denominada
Riviera Maya, se proyecta una tendencia en la cual el crecimiento de la
industria turística se acompaña del incremento de la incidencia
delictiva, entre otras variables. Aquí la industria turística ha
impulsado el desarrollo complementario de la economía
legal–marcada por sistemáticas violaciones a los derechos humanos, culturales, laborales, ambientales– y la economía
ilegalestrictamente imbricada a la primera. La economía criminal se articula en diferentes giros: el tráfico, principalmente de cocaína, hacia Estados Unidos; la venta directa en el próspero mercado local, que incluye también la red de prostitución en los clubs nocturnos; y la reinversión blanqueada en los desarrollos inmobiliarios de las ganancias obtenidas, favorecida por las administraciones de Villanueva (1993-1999) y Borge (2011-2016).
Entre los indicadores que muestran el incremento de la violencia
ligada a la criminalidad organizada, los homicidios dolosos son tal vez
el dato más contundente. Según el Sistema Nacional de Seguridad Pública
(SNSP), en 2019 el número de homicidios intencionales en Quintana Roo
alcanzó una tasa de 39 por cada 100 mil habitantes, rebasando la media
nacional de 28.3. Los otros estados de la península, con un desarrollo
turístico menor, presentaron tasas de incidencia delictiva mucho menores
(Campeche con 7.2 y Yucatán 1.3 homicidios dolosos por 100 mil
habitantes). La ciudad de Playa del Carmen –o Playa del Crimen,
como es conocida por los lugareños– denota una emergencia insoslayable:
la tasa de homicidios dolosos por 100 mil habitantes llega a 83.1 en
2019, casi tres veces la media nacional.
Si la situación en los afamados
paraísos del ociodel Caribe es alarmante, el contexto en los
nuevos destinosque Joaquín y Torruco promovieron en la Fitur muestra una idéntica tendencia. El enfrentamiento acontecido el 27 de enero entre el Ejército y el grupo armado que defendía una avioneta cargada con alrededor de 800 kilos de coca colombiana, es el más reciente de una larga serie de hechos violentos que posicionan el sur de Quintana Roo como zona estratégica para el trasiego del codiciado polvo blanco. El
narco-triángulo, entre Bacalar y Othón P. Blanco y que se extiende hacia la frontera con Belice y Campeche, se ha vuelto en años recientes un destino para la recepción de velívolos procedentes de Centro y Sudamérica. En 2017 se encontró un jet abandonado; en 2018 fueron tres las narcoavionetas que se hallaron calcinadas en la región; mientras en 2019 se desplomaron un jet y dos avionetas con cargamentos de cocaína.
Bacalar dista pocos kilómetros de la costa donde las embarcaciones de
los narcotraficantes sueltan el tiburón blanco, paquetes de cocaína que
son recogidos y direccionados en la ruta terrestre hacia el norte del
estado, o embarcados clandestinamente en cruceros internacionales que
atracan en el puerto de Majahual. Cuando tienen suerte, los pescadores
de Xcalak, comunidad fronteriza, en su playear pescan algún paquete
perdido entre el sargazo.
El estudio de las cifras del SNSP devela la elevada incidencia en
homicidios dolosos (38 por 100 mil hab. en 2018) en Bacalar, escasamente
poblado y prevalentemente rural. Su atractivo es la laguna De los Siete
Colores, muy codiciada por un incipiente desarrollo turístico desde su
declaración de Pueblo Mágico y que aumentaría exponencialmente con la
instalación de la estación del Tren Maya. Actualmente Bacalar reúne en
menor escala todos los problemas que acompañan el turismo como máquina
de despojo: cercamiento de la ribera de la laguna y de los cenotes,
privatización del acceso al agua; despojo violento de tierras ejidales y
privadas; colusión de las autoridades municipales, especulación de
tierra y para la construcción, ausencia de ordenamiento territorial y
ecológico, contaminación ambiental, etcétera.
En conclusión, considerando el objetivo declarado del proyecto Tren
Maya de impulsar la economía del turismo y la creación o ampliación de
núcleos urbanos con vocación exclusivamente turística, en el contexto
social y político que actualmente caracteriza a la península, es
evidente la tendencia que multiplicará en los nuevos
polos de desarrollolas problemáticas ya presentes, particularmente en relación con el incremento exponencial de la violencia criminal. ¿Quiénes serían, en tal contexto los beneficiarios del
desarrolloeconómico? ¿Qué dimensiones de la economía y cuáles negocios prosperarían?
*Investigadora del DEAS-INAH
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