Carlos Bonfil
En estos largos tiempos de
contingencia sanitaria, en los que teatros y cines permanecen cerrados y
las opciones de entretenimiento audiovisual favorecen la hegemonía de
las plataformas digitales, el trabajo de reseñista de cine se ve
amenazado, de igual manera que tantos otros, por la relativa escasez de
propuestas fílmicas de calidad. De modo parecido a la vieja labor de
destacar en la cartelera comercial o en el circuito independiente de
cine de arte, una película susceptible de despertar el interés de los
lectores, ahora es preciso revisar continuamente las plataformas o las
propuestas de distribuidoras o instituciones culturales, para conseguir
algo mínimamente parecido a la reseña oportuna de una película valiosa o
al menos interesante, en espera siempre, por supuesto, de tiempos más
venturosos.
La plataforma Netflix –no estrictamente la mejor, aunque sí la que
mayor variedad de series y estrenos fílmicos ofrece ahora– presenta en
su título original en afrikáans, Gat in die Muur (A Hole in the Wall/ Un hoyo en la pared),
producción sudafricana independiente, dirigida y protagonizada en 2016
por el comediante y cineasta André Odendaal, incorporada este año a su
catálogo. La película refiere, entre tonos festivos y melodramáticos, el
itinerario crepuscular de Rian (el propio Odendaal), hombre de 50 años a
quien se le ha diagnosticado un cáncer terminal de colon. Como es
recurso narrativo habitual en este tipo de tramas, la experiencia del
protagonista es la ocasión para un ajuste de cuentas afectivo con la
familia directa (esposa y un hijo único) de la que siempre se ha
mantenido distante. En realidad, lo que la cinta explora con mayor
detenimiento es la relación conflictiva de Rian, descrito como hombre
egoísta e insensible, detrás de su máscara de hedonista libertario, con
su hijo de 20 años Ben (Nicholas Campbell), quien representa el lado
opuesto de esa actitud paterna. La madre sólo aparece como la figura
doliente y taciturna con una gran carga de resentimiento por el olvido
conyugal impuesto. Rian ha decidido terminar sus días con la misma
despreocupación y petulancia satisfecha con que ha llevado hasta el
momento su vida.
El guión de Susan Coetzer se propone enmendar la plana a este personaje moralmente incómodo. El título Un hoyo en la pared
alude no sólo a una fantasiosa leyenda local, según la cual los
espíritus de los ancestros regresan a cuidar a las generaciones nuevas,
sino, de modo más concreto, a la delicada transmisión paterna de una
aleccionadora experiencia de dolor al hijo retraído e inmaduro que
siempre se ha mantenido al margen de la complejidad de un compromiso
afectivo. Al lado de ese hijo pródigo y de Ava (Tinarie van Wyk Loots),
una contratada acompañante joven que hace las veces de enfermera, el
caprichoso e irritante Rian emprende un road trip por la
provincia sudafricana para encontrarse con viejas amigas, amoríos de
paso, y efectuar una ceremonia de despedida. Hay en la vida íntima de
Rian un secreto que para el joven Ben será una revelación capital, pero,
de modo inexplicable o absurdo, la cinta elige no desarrollar
cabalmente. El interés de la cinta decae un poco en una segunda parte
volcada abiertamente al melodrama, con cápsulas de sabiduría instantánea
al estilo
Morir es fácil, vivir es el reto, pero en momentos más controlados y con el diseño de personajes atractivos que se completan muy bien entre sí en virtud o a pesar de sus contrastes dramáticos, la vinta de Odendaal gana en honestidad y en pertinencia.
Una película alemana, Alto en el camino (Halt au freier Strecke,
Andreas Dresen, 2012), aborda un asunto parecido al referir, con enorme
sobriedad, los últimos tres meses en la vida de un hombre aquejado por
un tumor cerebral incurable. El drama era ahí oscuro, implacable,
angustiosamente personal e intransferible. En Un hoyo en la pared
la parábola moral es elemento central del relato: la muerte inminente
de un padre pone de manifiesto la incapacidad de su hijo para vivir su
propia vida. El título de la cinta permite también otra lectura. Las
corazas de fortaleza del enfermo Rian o de su hijo sano, dos muros en
apariencia infranqueables, revelan la enorme grieta de una
vulnerabilidad para ambos salvadora.
Twitter: CarlosBonfil1
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