Entrevista a la profesora cubana Clotilde Proveyer Cervantes
Esclarece aspectos conceptuales clave para entender los basamentos que sostienen este problema social y que es necesario visibilizar para poderlos desmontar y enfrentar
Sara Más
La
Habana, 15 dic. 15. AmecoPress.- “La violencia de género tiene género y
es masculino, porque se ejerce para legitimar y defender el poder y el
dominio patriarcal”, asegura Clotilde Proveyer Cervantes, profesora del
Departamento de Sociología de la Facultada de Filosofía e Historia de la
Universidad de La Habana y precursora de los estudios sobre esta
materia en Cuba.
Personalmente
comprometida con los esfuerzos por poner fin a la violencia contra las
mujeres, Proveyer Cervantes esclarece aspectos conceptuales clave para
entender los basamentos que sostienen este problema social y que es
necesario visibilizar para poderlos desmontar y enfrentar.
¿Qué es violencia de género?
Es un término
muy usado, que tiene varios conceptos, pero en esencia se trata de una
violencia que se ejerce por motivos de género, fundamentalmente sobre
las mujeres, pero también sobre todas aquellas personas que no adoptan
la normativa heterosexista de la dominación masculina. Es la violencia
del patriarcado como sistema de dominación.
¿Hay otros nombres o formas de llamarla?
Violencia
sexista, violencia machista, violencia masculina. Se ejerce
fundamentalmente contra las mujeres y también contra posturas que se
identifican con la construcción cultural femenina. ¿Es la violencia de género, entonces, violencia contra las mujeres?
Fundamentalmente sí, y también contra otras personas que, en sus
construcciones identitarias, se asocian a la identidad femenina o —en
otras palabras— transgreden la masculina.
A
veces se afirma, sin conocimientos fundados, que es violencia de género
la que reciben algunos hombres por parte de las mujeres. ¿Lo puede
aclarar usted?
Se dice, pero no es así. Hay cierta tendencia a confundir conceptos.
No quiere decir
que no haya mujeres que ejerzan la violencia contra su pareja.
Estadísticas internacionales indican que, en un universo de 100 parejas,
cerca del 25 por ciento de la violencia es cruzada; es decir, no hay un
sujeto que sea protagonista. El uno por ciento corresponde a mujeres
que ejercen la violencia contra los hombres y el resto, aproximadamente
75 por ciento, son hombres que la practican contra las mujeres. Esa es
la que se ejerce para legitimar y garantizar el poder masculino.
Para que haya violencia tiene que haber un desequilibrio de poder: una parte empoderada y otra en posición de subordinación.
Pero la dominación y las reglas de género a nivel social son masculinas.
Por otra parte,
los estudios indican que la mayoría de las mujeres que ejercen
violencia lo hacen, además, como respuesta a una violencia que ellas han
recibido. Generalmente, cuando una mujer llega a la violencia, incluso
al homicidio, lo hace muchas veces en situaciones límites, como
respuesta a una violencia extrema que ella ha recibido, en un momento de
vulnerabilidad del otro y de crecimiento en situación límite, en que se
juega la vida: es él o ella.
¿Hay conciencia en las personas de cómo funciona el ciclo de la violencia y que se trata de un ciclo peligroso?
No,
lamentablemente. La mayoría de las personas no tiene conciencia del
ciclo de la violencia, que es una espiral que se va acortando cada vez
más.
Aunque las
mujeres siempre elaboran una estrategia para sobrevivir, esta no siempre
funciona y no deja de ser una estrategia de sobrevivencia ante una
situación que te va anulando, que cercena.
En ese ciclo
hay momentos en que te anulas como sujeto, te conviertes en un objeto
que es propiedad del maltratador. Entonces la mujer pierde su capacidad
de reaccionar, de elaborar estrategias, porque pierde su autoestima, se
aísla, se siente responsable de todo. Y ese ciclo cada vez se acorta
más, se intensifica en una espiral que, cuando se instala en la
cotidianidad, hace que la mujer pierda la capacidad de actuar.
Por eso se
plantea que, para que una mujer salga del ciclo de la violencia, hace
falta que ella tome conciencia de su situación, recupere su
autovaloración y tome las riendas de su vida para poderla transformar.
Pero eso no
basta; es esencial, pero no suficiente. Hace falta también la
intervención de una red de apoyo y ayuda. La sociedad no puede
desentenderse de ese problema ni de esas mujeres, porque no es posible
salir del ciclo de la violencia sin la ayuda externa. No es una
intervención para validar su situación de víctima; es para validar la
legitimidad de salir de ese ciclo, de romper con eso.
Foto: SEMLac.
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