Al paso de los meses, las
relaciones entre la población mayoritaria y el “gobierno” de Enrique
Peña Nieto se hacen más tensas y difíciles. Sin embargo, la visión
gubernamental es contraria a la realidad que se está viviendo en la
mayor parte del territorio nacional. Tal actitud, en vez de sosegar los
ánimos de los millones de agraviados por las políticas públicas en
marcha, los enardece aún más, por lo que es previsible que se agraven
al comenzar el año 2016.
Los autoelogios del inquilino
de Los Pinos muestran el absoluto desinterés del régimen en enfrentar
los agudos problemas que agobian a las clases mayoritarias. ¿En que
cabeza cabe que sea digna de encomio la decisión de incrementar el
salario mínimo en 2.94 pesos? Sólo en la de los cortesanos al servicio
de los barones del dinero. El año que viene la pobreza habrá de aumentar
dramáticamente, no sólo por el nulo poder adquisitivo de los salarios,
sino porque seguirán cerrando sus negocios miles de pequeños, medianos y
hasta grandes empresarios afectados por el círculo vicioso de la falta
de circulante en el mercado.
Por otro lado, la
descomposición del sistema político es cada día más obvia, no sólo por
la cerrazón de la burocracia dorada, sino por el afán de burlarse de los
ciudadanos más indefensos, como es el caso con el “incremento” del
minisalario, y por la imposición de políticas públicas antidemocráticas
que contribuyen a exacerbar los sentimientos de odio de clase de los
millones afectados por la terrible desigualdad.
Se insiste, desde la cúpula
del poder, en echarle gasolina al fuego, como lo patentiza la firmeza
gubernamental en obedecer a pie juntillas las directrices de los
organismos internacionales al servicio del neoliberalismo. La crispación
que provoca tal forma de “gobernar” es cada día más preocupante. Es
claro que al régimen no le importaría llenar de presos políticos las
cárceles del país, pero las consecuencias no se harían esperar, en
detrimento de la escasa gobernabilidad y de la poca estabilidad social y
económica.
El amasiato entre la élite
oligárquica y la burocracia dorada es público y notorio. De ahí que Peña
Nieto se esté ganando a pulso el repudio entre las clases mayoritarias
afectadas por esa estrecha y corrupta relación. Esto no parece
interesarles ni a unos ni a otros, lo que demuestra el desprecio que
sienten por el pueblo. El sábado 12, el juzgado séptimo federal dictó
formal prisión contra 30 estudiantes normalistas de Michoacán, de los 57
que fueron detenidos el 7 de diciembre cuando fueron desalojados de la
caseta de peaje de la autopista Pátzcuaro-Lázaro Cárdenas Siglo 21,
bloqueada en protesta por la “reforma” educativa.
Si el desgobierno de Peña
Nieto le apuesta al cansancio de los maestros y estudiantes normalistas,
seguro va a perder. Luego de casi tres años de terquedad en imponer la
evaluación del magisterio, ha quedado claro que sin una verdadera
reforma educativa tal acción punitiva no va a prosperar. Podrán obligar
los mentores a que asistan a la “evaluación”, pero lo único que logrará
el régimen será ganarse un mayor rechazo de las clases mayoritarias que
se reflejará incluso en los comicios del año que se inicia en dos
semanas.
Los abusos contra el pueblo
son cada vez más obvios, esto por supuesto tendrá un costo que el
régimen no querrá pagar, aunque ello le signifique profundizar aún más
el abismo que lo separa de las clases mayoritarias. Por eso es ominoso
el acuartelamiento de las tropas, en meses recientes muy vistas en las
zonas más conflictivas del país. Es asimismo digno de reflexión la
creciente salida de capital extranjero, por un monto de más de 91 mil
millones de pesos, en los dos últimos meses. Tal movimiento financiero
afectará aún más el entorno macroeconómico, de por sí lamentable por la
caída de los precios internacionales del petróleo, el aumento del dólar a
17.68 pesos, y el inminente riesgo que sobrevendrá con el incremento de
la tasa de interés por la Reserva Federal de Estados Unidos.
De ahí que el 2016 se
vislumbre como un año explosivo, no por las elecciones intermedias en 13
entidades federativas, sino por la acumulación de problemas, la mayoría
agravados en la presente administración federal, proclive al
autoritarismo, a la corrupción en gran escala, y a un evidente desprecio
al pueblo.
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