By José Reyez
La política migratoria estadunidense atenta contra la seguridad nacional mexicana. El cierre de la frontera Sur de Estados Unidos –ordenado por Obama y agudizado por Trump– convierte a México en receptor de migrantes. Casi medio millón ingresan cada año por Guatemala
De emisor de emigrantes hacia los
Estados Unidos y receptor de flujos migratorios del Triángulo del Norte
de Centroamérica –Guatemala, El Salvador y Honduras–, México se
coinvierte en receptor incontrolable de migrantes que podrían
desestabilizar al país. El fenómeno representa un riesgo a la seguridad
nacional, alerta María Luisa Pastor Gómez, consejera técnica del
Instituto Español de Estudios Estratégicos (IEEE).
“En la frontera Sur de México, el
tránsito de migrantes irregulares de Centroamérica para introducirse de
manera ilegal a Estados Unidos representa un enorme desafío para el
gobierno mexicano, por la política antimigratoria de Donald Trump, que
está generando un problema de seguridad nacional”, subraya.
Destaca que México colinda con el Sur
con la región más violenta del mundo que no está en guerra y donde se
registra el mayor número de cruces ilegales, tráfico de drogas,
contrabando y armas del mundo. El escenario constituye una especial
preocupación para el gobierno de Estados Unidos que considera estos
fenómenos –junto al terrorismo–, como amenazas a su seguridad nacional.
Por ello, dice la experta en asuntos
fronterizos, México enfrenta las consecuencias de la implantación de la
política de aislamiento y deportaciones de Donald Trump, que están a la
vista a lo largo de la otrora puerta de entrada y muro de contención de
la emigración de la frontera Sur, lo que convierte a México en un país
de origen, tránsito, destino y retorno de emigrantes.
La vecindad con Estados Unidos –sostiene María Luisa Pastor en su análisis México: Entre el muro de la frontera Norte y la porosidad de la frontera Sur,
publicado por el Instituto de Investigaciones Estratégicas de la Armada
de México–, hace que el flujo migratorio sea un fenómeno natural a la
propia relación y le otorga un carácter de unidireccionalidad, ya que el
98 por ciento de estos movimientos se realizan en la dirección
Norte-Sur.
Agrega que la frontera Norte de México
tiene uno de los tráficos de mercancías y personas más intensos del
mundo, con el cruce legal de 1 millón de personas diariamente y una
destacada circulación de servicios, bienes y capitales, calculados en 1
mil millones de dólares diarios en bienes.
Se estima que cada año más de 450 mil
personas, principalmente centroamericanas, cruzan el territorio nacional
hacia Estados Unidos, señala Christopher Gascon, representante en
México de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM).
Gascon señala que en realidad la
dificultad de la migración está en el discurso negativo y xenofóbico que
han creado las políticas fuera de México, por lo cual es necesario
redoblar esfuerzos para atender a quienes desean salir de sus países en
busca de mejores condiciones.
Por ello, dice en entrevista, esta
agencia de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) puso en marcha
un programa para atender el retorno de mexicanos provenientes de Estados
Unidos. Sólo durante 2016 regresaron más de 219 mil connacionales, es
decir, un promedio de 600 diarios.
El jefe de gabinete de la OIM explica
que el reto de México es garantizar a los connacionales que regresan al
país su plena integración y que contribuyan de nuevo al desarrollo
económico. También, diseñar un programa que maneje los flujos
extraordinarios de migrantes y con ello evitar una crisis.
Cecilia Ímaz Bayola, profesora titular
de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad
Nacional Autónoma de México (UNAM), señala que a partir de la creación
en el 2005 del Departamento de Seguridad Interna (DHS, por su sigla en
inglés) se inició el reforzamiento de las políticas migratorias
restrictivas y el control fronterizo se hizo realidad.
“A partir de esos años la migración
fronteriza disminuyó notablemente por diversos factores que se añadieron
a la dificultad de cruzar o permanecer irregularmente, pero creció de
manera exponencial la transmigración de personas del Triángulo del Norte
de Centroamérica por la extrema inseguridad en que se encuentran
inmersas las sociedades de la región.
“México dejó de ser solamente un país de
migración, para convertirse en país de tránsito masivo de población, de
retorno de mexicanos y de solicitantes de refugio, situación que se ha
hecho extensiva en otros países por la explosión demográfica y la
globalización de la economía, el comercio y las comunicaciones”,
enfatiza.
La frontera Sur
México se ha convertido para los
centroamericanos en una frontera porosa en la que se realiza una
variedad de actividades irregulares (tráfico de drogas, armas, migrantes
y contrabando de productos ilícitos) que afectan a la economía formal y
a la recaudación fiscal de ambos países, sin que los esfuerzos de las
autoridades hayan dado los frutos deseados, señala por su parte María
Luisa Pastor Gómez.
Agrega que en el caso de la delincuencia
organizada, los países del istmo tienen una especial ubicación
geoestratégica, al estar ubicados entre las naciones generadoras de
droga y el principal consumidor, Estados Unidos. Tanto la delincuencia
organizada como las pandillas y la delincuencia ordinaria en ambos lados
de la frontera afectan de manera sensible a la vida de las comunidades,
precisa.
Entre las causas que dan origen a la
migración de los centroamericanos, destaca la económica, la ambiental
(sequías e inundaciones) y el incremento de la violencia en el istmo, en
la que “la población migrante es cada vez más vulnerable a la suerte de
las vejaciones en su contra, por la delincuencia, la extorsión, el
secuestro, y la muerte”.
La especialista del IEEE dice que, en
2013, México recibió a más de 60 mil 700 inmigrantes permanentes,
triplicando con ello el promedio de los tres años anteriores. Entre 2012
y 2013, el país registró un aumento del 60 por ciento en el número de
solicitudes de refugio y protección complementaria.
En 2014, las autoridades estadunidenses
alertaron sobre un incremento sin precedentes de niños no acompañados de
América Central que cruzaban la frontera desde México, huyendo del
recrudecimiento de la violencia en el istmo, lo que se dio en llamar La crisis de los niños migrantes.
La cifra de esos menores llegó a 44 mil
500 en el primer semestre del año. Ante esa situación, Estados Unidos,
que quería frenar a toda costa esta avalancha, presionó a México para
que incrementara las detenciones en su frontera Sur. En respuesta, en
julio de 2014 el presidente Enrique Peña Nieto presentó el Programa
Frontera Sur, destinado a contener la migración centroamericana.
Tras la puesta en marcha del Programa
Frontera Sur, las detenciones aumentaron un 48 por ciento en comparación
con las de 2013. De hecho, en la reunión de los presidentes Peña Nieto
y Barack Obama, el 6 de enero de 2015, el mandatario mexicano confirmó
que México seguiría cooperando con Estados Unidos en el sellado de la
frontera Sur con Guatemala.
Desde entonces, los detractores de dicho plan acusan a México de haberse convertido en un embudo
del flujo migratorio al servicio de Estados Unidos y de haber
militarizado su frontera aplicando una política de miedo para contener
el flujo migratorio de Centroamérica.
“La principal línea de acción del programa es la contención para que los migrantes no suban al tren La Bestia,
para atravesar el país con rapidez. Sólo en los 2 primeros meses de
implantación del programa, las autoridades impidieron a 6 mil migrantes
subir a dicho tren”, afirma Pastor Gómez.
Para la experta del Centro de Estudios
Estratégicos de la Armada de México, esta nación tendrá que seguir
empleando medios en dicha frontera si no quiere convertirse en país de
recepción, en lugar de país de tránsito, sobre todo porque Estados
Unidos ha endurecido más la vigilancia en su frontera Sur, como parte de
las medidas antiinmigrantes del presidente Donald Trump.
En la Iniciativa Mérida de 2008 hay un pilar denominado construyendo una frontera del siglo XXI
enfocado originalmente a la frontera Norte entre México y Estados
Unidos, “pero esa frontera se está yendo cada vez más hacia el sur de
México, donde ahora comienza la contención migratoria, convirtiéndose en
la frontera estratégica y extendida del gigante del norte y por ello
Washington está empleando medios para esa frontera”, indica Pastor Cruz.
Para los gobiernos de México y de
Centroamérica el panorama de que millones de migrantes retornen
masivamente no es alentador porque podrían perderse miles de millones de
dólares de las remesas que los emigrantes envían a sus familias –25 mil
millones de dólares en 2015–, pero también porque algunos deportados
con antecedentes penales podrían pasar a engrosar las filas de los
cárteles del narcotráfico o de las pandillas o maras, lo que generaría
mayor violencia.
Fuera ya de la retórica de Trump, dice
la experta del IEEE, la nueva administración tendrá que revalorar las
consecuencias de su política de deportaciones que podría crear
inestabilidad tanto social por la separación de familias, como económica
y de seguridad, lo que puede desestabilizar a México, algo que tampoco
le interesa al país vecino como ha quedado patente en la relación
bilateral a lo largo de los últimos 200 años.
La difícil relación México-Estados Unidos
La política exterior mexicana se ha
articulado tradicionalmente sobre dos grandes ejes: la relación
bilateral con Estados Unidos y las relaciones con los países de América
Latina, sostiene la analista Pastor Gómez.
Precisa que desde la independencia de
España, en 1821, hasta hoy en día, el país más importante para México,
en términos tanto de política interna como de política exterior, ha sido
y es Estados Unidos. Más del 70 por ciento de su comercio exterior y la
casi totalidad de su agenda política, económica y de seguridad viene
determinada por su relación con ese país, lo que la convierte en una
relación estratégica prioritaria, particularmente desde la firma del
Tratado de Libre Comercio.
“Estados Unidos es el primer socio
comercial de México y concentra el 80.2 por ciento de sus exportaciones.
El comercio bilateral sumó 534 mil millones de dólares en 2014, más de 1
millón de dólares por minuto. México ocupa el tercer lugar en el
comercio total del país vecino (12.9 por ciento); el segundo como
destino de sus exportaciones (14 por ciento); y el tercero como
proveedor de bienes importados (12.2 por ciento). Es también el primer
inversor extranjero en el país (entre enero y septiembre de 2015,
Estados Unidos fue origen del 57.7 por ciento del total de Inversión
Extranjera Directa recibida por México)”.
También, dice, existe una fuerte
presencia de población mexicana en Estados Unidos, ya que los mexicanos
constituyen el 65 por ciento de la población latina residente en ese
país. Del total de los 55.4 millones de hispanos que hay en Estados
Unidos, 30 millones son mexicanos (12 de ellos nacidos en México y 18
millones de segunda y tercera generación).
Sin embargo, Pastor Gómez puntualiza que
con independencia de esta intensa relación socioeconómica y comercial,
los principales temas que marcan la agenda bilateral son la seguridad,
la emigración y el narcotráfico, de tal manera que si bien México no es
una prioridad para las relaciones internacionales de Estados Unidos, sí
es un país importante en términos de su política interna, puesto que los
principales temas no se abordan en Washington como un asunto de
política exterior sino doméstica y, por tanto, desde una perspectiva
unilateral.
En ese sentido, señala que la prioridad
de la política exterior de Estados Unidos hacia México se centró en
garantizar la estabilidad económica, política y social; y como resultado
de ello, la seguridad de su frontera, prioridad que se ha mantenido
constante hasta la fecha, y con la que México quedó obligado a cooperar
desde el cambio que se produjo en la política de Washington a raíz de
los ataques terroristas del 11 de septiembre de 2001.
“Tras estos sucesos, la seguridad
nacional se convirtió en la prioridad central de la política exterior
estadounidense, reforzando la importancia de su frontera con México;
temas directamente ligados a la seguridad como el combate al terrorismo,
el crimen organizado y la migración irregular se posicionaron como
fundamentales”, subraya.
Así, considera que desde entonces se produjo una securitización
de la agenda internacional y una conexión directa con el fenómeno de la
migración, de manera que a partir de entonces, los migrantes pasaron a
ser vistos como una amenaza para el bienestar e incluso para la
seguridad nacional de Estados Unidos, y México no ha sido ajeno a esa
tendencia.
Con respecto del tema del narcotráfico,
la experta del IEEE dice que si bien afecta a ambos lados de la frontera
–a México como país productor y de tránsito de la droga y a Estados
Unidos por su condición de mayor consumidor del continente–, tras el
derrumbe de las Torres Gemelas el 11 de septiembre de 2001 pasó a un
segundo plano en la agenda bilateral, por detrás del terrorismo, que se
convirtió en la prioridad número uno de la política exterior
estadunidense.
La migración es y seguirá siendo una
fuente de conflicto y tensión en la relación bilateral; es en estos
momentos el tema más candente de la relación bilateral de México con
Estados Unidos por la amenazadora retórica y acciones de Donald Trump,
contra los 11.3 millones de inmigrantes ilegales que se estima residen
en ese país, de los cuales 5.6 millones son de origen mexicano.
Política migratoria, desafío para México
Para la Organización Internacional para
las Migraciones, actualmente México enfrenta grandes desafíos en materia
de política migratoria. La falta de desarrollo económico, social y
político de países de origen de migrantes, han impulsado la migración de
países centroamericanos hacia Estados Unidos y Canadá.
Se estima que 1 millón de mexicanos
documentados y no documentados migran hacia Estados Unidos cada año. A
estos datos se suman los 400 mil mexicanos repatriados anualmente de la
Unión Americana, según datos del Instituto Nacional de Migración (INM).
Estas cifras han convertido a la frontera entre México y Estados Unidos
en la más transitada del mundo y a México en un país con una
excepcional dinámica migratoria.
Alrededor de 11 millones de personas
nacidas en México viven en Estados Unidos. Zacatecas es la entidad con
más alto índice de intensidad migratoria, seguida de Guanajuato y
Michoacán, las cuales presentan índices muy similares, y Nayarit, que
figura en el cuarto lugar.
En la frontera Sur de México, los puntos
de internación de migrantes centroamericanos y extrarregionales se
encuentran en distintas zonas de Chiapas, Campeche, Tabasco y Quintana
Roo. Los estados que componen la red ferroviaria y que integran las
rutas más importantes de tránsito para los migrantes, desde los estados
de la frontera Sur hacia el norte del país son: Chiapas, Oaxaca,
Tabasco, Veracruz y Tamaulipas.
Se estima que anualmente ingresan de
manera irregular, por la frontera Sur de México, unos 150 mil migrantes,
principalmente por el estado de Chiapas, con la intención de llegar a
Estados Unidos. En su mayoría estos migrantes son centroamericanos,
sudamericanos y, en menor medida, extrarregionales originarios de países
de Asia y África.
Organizaciones de la sociedad civil
organizada indican que el promedio anual de migrantes centroamericanos
indocumentados que ingresan al país podría ser de hasta 400 mil, ya que
debido a que no cuentan con papeles, no existe un registro certero de
datos.
La edad promedio de la población que
emigra es de 26 años, y de la que inmigra es de 28 años. En lo que se
refiere a la participación en la migración por sexo, aunque la
incorporación de las mujeres en la migración es cada vez más
significativa, la migración masculina es preponderante, en razón de tres
hombres por una mujer.
No se conoce aún la estructura de la
Agenda Mundial para el Desarrollo después de 2015, pero hay un debate
cada vez más pronunciado sobre la conveniencia de incluir a la migración
en un nuevo marco mundial. El modo en el que se integre la migración en
esta Agenda dependerá, en parte, de que el interés siga centrado en la
erradicación de la pobreza en los países más pobres del mundo, en vez de
en una visión más amplia del desarrollo incluyente y sostenible para
todos los países.
José Réyez
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