5/02/2017

México, sin control de sus fronteras


La política migratoria estadunidense atenta contra la seguridad nacional mexicana. El cierre de la frontera Sur de Estados Unidos –ordenado por Obama y agudizado por Trump– convierte a México en receptor de migrantes. Casi medio millón ingresan cada año por Guatemala


De emisor de emigrantes hacia los Estados Unidos y receptor de flujos migratorios del Triángulo del Norte de Centroamérica –Guatemala, El Salvador y Honduras–, México se coinvierte en receptor incontrolable de migrantes que podrían desestabilizar al país. El fenómeno representa un riesgo a la seguridad nacional, alerta María Luisa Pastor Gómez, consejera técnica del Instituto Español de Estudios Estratégicos (IEEE).
 “En la frontera Sur de México, el tránsito de migrantes irregulares de Centroamérica para introducirse de manera ilegal a Estados Unidos representa un enorme desafío para el gobierno mexicano, por la política antimigratoria de Donald Trump, que está generando un problema de seguridad nacional”, subraya.
Destaca que México colinda con el Sur con la región más violenta del mundo que no está en guerra y donde se registra el mayor número de cruces ilegales, tráfico de drogas, contrabando y armas del mundo. El escenario constituye una especial preocupación para el gobierno de Estados Unidos que considera estos fenómenos –junto al terrorismo–, como amenazas a su seguridad nacional.
Por ello, dice la experta en asuntos fronterizos, México enfrenta las consecuencias de la implantación de la política de aislamiento y deportaciones de Donald Trump, que están a la vista a lo largo de la otrora puerta de entrada y muro de contención de la emigración de la frontera Sur, lo que convierte a México en un país de origen, tránsito, destino y retorno de emigrantes.
La vecindad con Estados Unidos –sostiene María Luisa Pastor en su análisis México: Entre el muro de la frontera Norte y la porosidad  de la frontera Sur, publicado por el Instituto de Investigaciones Estratégicas de la Armada de México–, hace que el flujo migratorio sea un fenómeno natural a la propia relación y le otorga un carácter de unidireccionalidad, ya que el 98 por ciento de estos movimientos se realizan en la dirección Norte-Sur.
Agrega que la frontera Norte de México tiene uno de los tráficos de mercancías y personas más intensos del mundo, con el cruce legal de 1 millón de personas diariamente y una destacada circulación de servicios, bienes y capitales, calculados en 1 mil millones de dólares diarios en bienes.
Se estima que cada año más de 450 mil personas, principalmente centroamericanas, cruzan el territorio nacional hacia Estados Unidos, señala Christopher Gascon, representante en México de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM).
Gascon señala que en realidad la dificultad de la migración está en el discurso negativo y xenofóbico que han creado las políticas fuera de México, por lo cual es necesario redoblar esfuerzos para atender a quienes desean salir de sus países en busca de mejores condiciones.
Por ello, dice en entrevista, esta agencia de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) puso en marcha un programa para atender el retorno de mexicanos provenientes de Estados Unidos. Sólo durante 2016 regresaron más de 219 mil connacionales, es decir, un promedio de 600 diarios.
El jefe de gabinete de la OIM explica que el reto de México es garantizar a los connacionales que regresan al país su plena integración y que contribuyan de nuevo al desarrollo económico. También, diseñar un programa que maneje los flujos extraordinarios de migrantes y con ello evitar una crisis.
Cecilia Ímaz Bayola, profesora titular de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), señala que a partir de la creación en el 2005 del Departamento de Seguridad Interna (DHS, por su sigla en inglés) se inició el reforzamiento de las políticas migratorias restrictivas y el control fronterizo se hizo realidad.
“A partir de esos años la migración fronteriza disminuyó notablemente por diversos factores que se añadieron a la dificultad de cruzar o permanecer irregularmente, pero creció de manera exponencial la transmigración de personas del Triángulo del Norte de Centroamérica por la extrema inseguridad en que se encuentran inmersas las sociedades de la región.
“México dejó de ser solamente un país de migración, para convertirse en país de tránsito masivo de población, de retorno de mexicanos y de solicitantes de refugio, situación que se ha hecho extensiva en otros países por la explosión demográfica y la globalización de la economía, el comercio y las comunicaciones”, enfatiza.

La frontera Sur

México se ha convertido para los centroamericanos en una frontera porosa en la que se realiza una variedad de actividades irregulares (tráfico de drogas, armas, migrantes y contrabando de productos ilícitos) que afectan a la economía formal y a la recaudación fiscal de ambos países, sin que los esfuerzos de las autoridades hayan dado los frutos deseados, señala por su parte María Luisa Pastor Gómez.
Agrega que en el caso de la delincuencia organizada, los países del istmo tienen una especial ubicación geoestratégica, al estar ubicados entre las naciones generadoras de droga y el principal consumidor, Estados Unidos. Tanto la delincuencia organizada como las pandillas y la delincuencia ordinaria en ambos lados de la frontera afectan de manera sensible a la vida de las comunidades, precisa.
Entre las causas que dan origen a la migración de los centroamericanos, destaca la económica, la ambiental (sequías e inundaciones) y el incremento de la violencia en el istmo, en la que “la población migrante es cada vez más vulnerable a la suerte de las vejaciones en su contra, por la delincuencia, la extorsión, el secuestro, y la muerte”.
La especialista del IEEE dice que, en 2013, México recibió a más de 60 mil 700 inmigrantes permanentes, triplicando con ello el promedio de los tres años anteriores. Entre 2012 y 2013, el país registró un aumento del 60 por ciento en el número de solicitudes de refugio y protección complementaria.
En 2014, las autoridades estadunidenses alertaron sobre un incremento sin precedentes de niños no acompañados de América Central que cruzaban la frontera desde México, huyendo del recrudecimiento de la violencia en el istmo, lo que se dio en llamar  La crisis de los niños migrantes.
La cifra de esos menores llegó a 44 mil 500 en el primer semestre del año. Ante esa situación, Estados Unidos, que quería frenar a toda costa esta avalancha, presionó a México para que incrementara las detenciones en su frontera Sur. En respuesta, en julio de 2014 el presidente Enrique Peña Nieto presentó el Programa Frontera Sur, destinado a contener la migración centroamericana.
Tras la puesta en marcha del Programa Frontera Sur, las detenciones aumentaron un 48 por ciento en comparación con las de 2013. De hecho, en la reunión de  los presidentes Peña Nieto y Barack Obama, el 6 de enero de 2015, el mandatario mexicano confirmó que México seguiría cooperando con Estados Unidos en el sellado de la frontera Sur con Guatemala.
Desde entonces, los detractores de dicho plan acusan a México de haberse convertido en un embudo del flujo migratorio al servicio de Estados Unidos y de haber militarizado su frontera aplicando una política de miedo para contener el flujo migratorio de Centroamérica.
“La principal línea de acción del programa es la contención para que los migrantes no suban al tren La Bestia, para atravesar el país con rapidez. Sólo en los 2 primeros meses de implantación del programa, las autoridades impidieron a 6 mil migrantes subir a dicho tren”, afirma Pastor Gómez.
Para la experta del Centro de Estudios Estratégicos de la Armada de México, esta nación tendrá que seguir empleando medios en dicha frontera si no quiere convertirse en país de recepción, en lugar de país de tránsito, sobre todo porque Estados Unidos ha endurecido más la vigilancia en su frontera Sur, como parte de las medidas antiinmigrantes del presidente Donald Trump.
En la Iniciativa Mérida de 2008 hay un pilar denominado construyendo una frontera del siglo XXI enfocado originalmente a la frontera Norte entre México y Estados Unidos, “pero esa frontera se está yendo cada vez más hacia el sur de México, donde ahora comienza la contención migratoria, convirtiéndose en la frontera estratégica y extendida del gigante del norte y por ello Washington está empleando medios para esa frontera”, indica Pastor Cruz.
Para los gobiernos de México y de Centroamérica el panorama de que millones de migrantes retornen masivamente no es alentador porque podrían perderse miles de millones de dólares de las remesas que los emigrantes envían a sus familias –25 mil millones de dólares en 2015–, pero también porque algunos deportados con antecedentes penales podrían pasar a engrosar las filas de los cárteles del narcotráfico o de las pandillas o maras, lo que generaría mayor violencia.
Fuera ya de la retórica de Trump, dice la experta del IEEE, la nueva administración tendrá que revalorar las consecuencias de su política de deportaciones que podría crear inestabilidad tanto social por la separación de familias, como económica y de seguridad, lo que puede desestabilizar a México, algo que tampoco le interesa al país vecino como ha quedado patente en la relación bilateral a lo largo de los últimos 200 años.

La difícil relación México-Estados Unidos

La política exterior mexicana se ha articulado tradicionalmente sobre dos grandes ejes: la relación bilateral con Estados Unidos y las relaciones con los países de América Latina, sostiene la analista Pastor Gómez.
Precisa que desde la independencia de España, en 1821, hasta hoy en día, el país más importante para México, en términos tanto de política interna como de política exterior, ha sido y es Estados Unidos. Más del 70 por ciento de su comercio exterior y la casi totalidad de su agenda política, económica y de seguridad viene determinada por su relación con ese país, lo que la convierte en una relación estratégica prioritaria, particularmente desde la firma del Tratado de Libre Comercio.
 “Estados Unidos es el primer socio comercial de México y concentra el 80.2 por ciento de sus exportaciones. El comercio bilateral sumó 534 mil millones de dólares en 2014, más de 1 millón de dólares por minuto. México ocupa el tercer lugar en el comercio total del país vecino (12.9 por ciento); el segundo como destino de sus exportaciones (14 por ciento); y el tercero como proveedor de bienes importados (12.2 por ciento). Es también el primer inversor extranjero en el país (entre enero y septiembre de 2015, Estados Unidos fue origen del 57.7 por ciento del total de Inversión Extranjera Directa recibida por México)”.
También, dice, existe una fuerte presencia de población mexicana en Estados Unidos, ya que los mexicanos constituyen el 65 por ciento de la población latina residente en ese país. Del total de los 55.4 millones de hispanos que hay en Estados Unidos, 30 millones son mexicanos (12 de ellos nacidos en México y 18 millones de segunda y tercera generación).
Sin embargo, Pastor Gómez puntualiza que con independencia de esta intensa relación socioeconómica y comercial, los principales temas que marcan la agenda bilateral son la seguridad, la emigración y el narcotráfico, de tal manera que si bien México no es una prioridad para las relaciones internacionales de Estados Unidos, sí es un país importante en términos de su política interna, puesto que los principales temas no se abordan en Washington como un asunto de política exterior sino doméstica y, por tanto, desde una perspectiva unilateral.
En ese sentido, señala que la prioridad de la política exterior de Estados Unidos hacia México se centró en garantizar la estabilidad económica, política y social; y como resultado de ello, la seguridad de su frontera, prioridad que se ha mantenido constante hasta la fecha, y con la que México quedó obligado a cooperar desde el cambio que se produjo en la política de Washington a raíz de los ataques terroristas del 11 de septiembre de 2001.
“Tras estos sucesos, la seguridad nacional se convirtió en la prioridad central de la política exterior estadounidense, reforzando la importancia de su frontera con México; temas directamente ligados a la seguridad como el combate al terrorismo, el crimen organizado y la migración irregular se posicionaron como fundamentales”, subraya.
Así, considera que desde entonces se produjo una securitización de la agenda internacional y una conexión directa con el fenómeno de la migración, de manera que a partir de entonces, los migrantes pasaron a ser vistos como una amenaza para el bienestar e incluso para la seguridad nacional de Estados Unidos, y México no ha sido ajeno a esa tendencia.
Con respecto del tema del narcotráfico, la experta del IEEE dice que si bien afecta a ambos lados de la frontera –a México como país productor y de tránsito de la droga y a Estados Unidos por su condición de mayor consumidor del continente–, tras el derrumbe de las Torres Gemelas el 11 de septiembre de 2001 pasó a un segundo plano en la agenda bilateral, por detrás del terrorismo, que se convirtió en la prioridad número uno de la política exterior estadunidense.
La migración es y seguirá siendo una fuente de conflicto y tensión en la relación bilateral; es en estos momentos el tema más candente de la relación bilateral de México con Estados Unidos por la amenazadora retórica y acciones de Donald Trump, contra los 11.3 millones de inmigrantes ilegales que se estima residen en ese país, de los cuales 5.6 millones son de origen mexicano.

Política migratoria, desafío para México

Para la Organización Internacional para las Migraciones, actualmente México enfrenta grandes desafíos en materia de política migratoria. La falta de desarrollo económico, social y político de países de origen de migrantes, han impulsado la migración de países centroamericanos hacia Estados Unidos y Canadá.
Se estima que 1 millón de mexicanos documentados y no documentados migran hacia Estados Unidos cada año. A estos datos se suman los  400 mil mexicanos repatriados anualmente de la Unión Americana, según datos del Instituto Nacional de Migración (INM). Estas cifras han convertido a la frontera entre México y Estados Unidos en la más transitada del mundo y a México en un país con una excepcional dinámica migratoria.
Alrededor  de 11 millones de personas nacidas en México viven en Estados Unidos. Zacatecas es la entidad con más alto índice de intensidad migratoria, seguida de Guanajuato y Michoacán, las cuales presentan índices muy similares, y Nayarit, que figura en el cuarto lugar.
En la frontera Sur de México, los puntos de internación de migrantes centroamericanos y extrarregionales se encuentran en distintas zonas de Chiapas, Campeche, Tabasco y Quintana Roo. Los estados que componen la red ferroviaria y que integran las rutas más importantes de tránsito para los migrantes, desde los estados de la frontera Sur hacia el norte del país son: Chiapas, Oaxaca, Tabasco, Veracruz y Tamaulipas.
Se estima que anualmente ingresan de manera irregular, por la frontera Sur de México, unos 150 mil migrantes, principalmente por el estado de Chiapas, con la intención de llegar a Estados Unidos. En su mayoría estos migrantes son centroamericanos, sudamericanos y, en menor medida, extrarregionales originarios de países de Asia y África.
Organizaciones de la sociedad civil organizada indican que el promedio anual de migrantes centroamericanos indocumentados que ingresan al país podría ser de hasta 400 mil, ya que debido a que no cuentan con papeles, no existe un registro certero de datos.
La edad promedio de la población que emigra es de 26 años, y de la que inmigra es de 28 años. En lo que se refiere a la participación en la migración por sexo, aunque la incorporación de las mujeres en la migración es cada vez más significativa, la migración masculina es preponderante, en razón de tres hombres por una mujer.
No se conoce aún la estructura de la Agenda Mundial para el Desarrollo después de 2015, pero hay un debate cada vez más pronunciado sobre la conveniencia de incluir a la migración en un nuevo marco mundial. El modo en el que se integre la migración en esta Agenda dependerá, en parte, de que el interés siga centrado en la erradicación de la pobreza en los países más pobres del mundo, en vez de en una visión más amplia del desarrollo incluyente y sostenible para todos los países.
José Réyez

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