Por
Jesús Cantú
CIUDAD
DE MÉXICO (Proceso).- Exactamente igual que hace 12 años, cuando el
entonces jefe de Gobierno del Distrito Federal, Andrés Manuel López
Obrador, encabezaba las encuestas de preferencia electoral para la
Presidencia de la República, ya iniciaron las campañas para tratar de
descarrilar su proyecto e impedirle alcanzar su objetivo.
En aquel
entonces aprovecharon los abusos de algunos de sus más cercanos
colaboradores (René Bejarano, que había sido su coordinador de campaña y
secretario particular al inicio de su gestión, y Gustavo Ponce,
secretario de Finanzas del gobierno capitalino); ahora le tienden una
trampa a una candidata a alcaldesa de un municipio veracruzano de poco
más de 80 mil habitantes.
En los dos primeros casos la intención
era dañar la imagen de honestidad que López Obrador ha presumido como su
principal atributo. La estratagema consistió en echar mano de imágenes
grotescas que exhibieron entregas de fajos de billetes y la presencia de
un alto funcionario público apostando en un lujoso casino de Las Vegas.
Los videos pretendían despertar sentimientos de rechazo entre la
población.
Pero ahora las circunstancias son muy distintas: hace
12 años había suficientes elementos para presumir la comisión de delitos
por parte de los dos funcionarios, tanto así que en ambos casos se
libraron ordenes de aprehensión en su contra; Ponce incluso recibió
sentencia condenatoria y estuvo preso hasta que obtuvo un amparo liso y
llano; Bejarano fue desaforado y encarcelado, aunque finalmente el juez
dictó sentencia absolutoria.
Ahora, en el más reciente caso, el
único delito que podría configurarse a partir de la entrega-recepción
del dinero es si éste tiene un origen ilícito, por lo cual el primer
inculpado sería la persona que lo está entregando y que jamás aparece en
el video. El artículo 406 del Código Federal de Instituciones y
Procedimientos Electorales (COFIPE) establece que “se impondrán de cien a
doscientos días de multa y prisión de uno a seis años al funcionario
partidista o al candidato que: VII. Obtenga y utilice a sabiendas y en
su calidad de candidato, fondos provenientes de actividades ilícitas
para su campaña electoral”.
Incluso el medio millón de pesos que
supuestamente recibe la candidata a alcaldesa morenista Eva Cadena
equivale a menos de la tercera parte del límite individual de
aportaciones de simpatizantes para el Proceso Electoral Federal
2017-2018, que es de un millón 680 mil 560 pesos con 42 centavos, de
conformidad con el acuerdo del Consejo General del Instituto Nacional
Electoral número 33 del 24 de febrero de este año.
De esta manera,
con la sola entrega-recepción de esos recursos no se configura ninguna
falta administrativa, aunque sí podría tipificarse de esta manera si el
dinero no se depositara en una cuenta de una institución bancaria, no se
incluyera en los informes de ingresos y egresos de la fuerza política
en cuestión o si no se documentara y respaldara con base en lo
establecido en la legislación y la normatividad vigente.
En sí
mismo, pues, el video no evidencia la comisión de un delito, que
difícilmente podría configurarse porque el tipo penal señala con
claridad que para ello se tendría que haber obtenido y utilizado el
dinero aun a sabiendas de que proviene de actividades ilícitas, lo cual,
hasta donde se sabe, ya no ocurrió, pues aunque la candidata sí recibió
el dinero, no lo utilizó.
Por supuesto que la Fiscalía
Especializada para la Atención de Delitos Electorales (Fepade) estaba
obligada a atender las denuncias y proceder a iniciar una averiguación
previa, pero en caso de que encuentre que el dinero sí proviene de
actividades ilícitas, tendrá que turnar el expediente a otra instancia
de procuración de justicia, o bien demostrar que al menos parte de ese
dinero sí se utilizó en la campaña de la hoy excandidata. En
consecuencia, será prácticamente imposible involucrar al aspirante
presidencial de Morena en el caso.
Por lo demás, la maniobra es
tan burda que no tiene posibilidad alguna de prosperar, pero lo cierto
es que sí debe prender las alarmas en el equipo de López Obrador, pues
constituye un anticipo de la guerra que se avecina. Como hace 12 años,
sus enemigos, carentes del más mínimo escrúpulo, están dispuestos a
utilizar todos los recursos a su alcance, sin importar sí son lícitos o
ilícitos, y para eso se debe preparar.
Lo que está en juego es ni
más ni menos que la Presidencia de la República, con todo el poder que
eso conlleva. Los que se pueden ver afectados no son únicamente los
partidos políticos opositores, sino todos los grupos económicos y
sociales que se benefician del actual statu quo. Como hace 12 años,
serán muchos los actores que intenten detener a López Obrador y sería
ingenuo de su parte no asumirlo desde el inicio.
La prevención
política tiene que incluir, desde luego, un estricto apego a derecho de
todas y cada una de las acciones que AMLO y su equipo cercano emprendan;
también los obliga a prepararse para responder oportuna y certeramente a
los ataques que les lancen tanto por las vías legales como desde los
medios de comunicación masiva y las redes sociales, pues para cumplir su
objetivo tienen que ganar las batallas legales y mediáticas.
Es
una realidad que en el 2006 los enemigos de AMLO hicieron uso de toda la
artillería a su disposición; varias de sus acciones violentaron incluso
la normatividad vigente, por lo que, desde luego, la contienda fue
inequitativa. López Obrador y su equipo de campaña reaccionaron mal y
tarde en ese entonces, y pagaron las consecuencias; de manera que si
desean tener éxito en esta ocasión deben aprender de los errores que
cometieron hace 12 y seis años y superarlos, pues el video reciente es
la primera muestra de que sus enemigos harán uso de todo el arsenal
perverso a su disposición.
Este análisis se publicó en la edición 2113 de la revista Proceso del 30 de abril de 2017.
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