Cuauhtémoc: patadas en Morelos
Graco, el fracaso
¿Cárcel a corruptos?
No a política tradicional
Hoy, Cuauhtémoc Blanco
Bravo tomará posesión del gobierno del estado de Morelos. Nacido en
enero de 1973 en Ciudad de México, fue un reconocido futbolista
profesional, sobre todo a su paso por el equipo América, del cual fue y
es un símbolo deportivo. Polémico y arrojado, en poco más de tres años
ha construido una impresionante carrera política que habría parecido
impensable si México no viviera una angustiosa necesidad de creer en
personajes alejados del estilo político clásico.
Nada hay en Blanco Bravo que sustente tal éxito político (que no
necesariamente quedará en el plano estatal, aunque hoy sus detractores
así lo crean; desde ahora hay quienes lo visualizan como posible
¡candidato presidencial en 2024!) Carece de habilidad oratoria, sus
conceptos a declarar suelen ser confusos o mal elaborados, no se conoce
ninguna formación académica o preocupación ideológica adecuadas para el
cargo a ejercer y es manejado abiertamente por un personaje, José Manuel
Sanz Rivera, de origen español pero ya naturalizado mexicano, que fue
su representante comercial deportivo como ahora lo es en lo político,
siempre buscando la mayor ganancia.
Y, sin embargo, el Cuau, como le llaman sus seguidores, ha
logrado de manera insólita la presidencia municipal de Cuernavaca (en
junio de 2015), cuando el contrato que lo había llevado a esa aventura
sólo aspiraba a darle a ganar votos (y prerrogativas) a un partido local
de poca monta (el Social Demócrata, administrado por los hermanos Julio
y Roberto Yáñez Moreno). Luego de un trayecto accidentado, en el que el
manejador Sanz logró deshacerse del grupo contratista original (los
Yáñez), fue postulado a gobernador estatal por el Partido Encuentro
Social (PES) y, en el contexto de la alianza de este partido con Morena y
López Obrador, terminó como abanderado de Juntos Haremos Historia
(Morena, PES y Partido del Trabajo). Sin embargo, como ya lo ha dicho el
Cuau, no se considera ganador por el efecto AMLO, sino por méritos y fuerza propias.
La conversión de un gran prestigio deportivo, y la fama pública que le acompaña, no podría explicar el arribo del Cuau
al gobierno morelense si no se tuviera como definitorio punto de
contraste el clamoroso fracaso de Graco Luis Ramírez Garrido Abreu,
nacido en Tabasco en junio de 1949. El crecimiento de Blanco fue
proporcional al hundimiento de Ramírez Garrido Abreu, un político
profesional
de izquierdaque sembró y cosechó una amplia animadversión de los morelenses, en particular a la hora de pretender la imposición de su hijo, Rodrigo Gayosso, como sucesor, a nombre del Partido de la Revolución Democrática (PRD) del que Graco ha sido figura relevante, en el estilo de la política de oportunismo y turbiedades caracterizado por el grupo de Los chuchos.
En ese contexto, los morelenses buscan un cambio así sea a partir de
las condiciones no idóneas de Blanco Bravo. Es un rechazo a los
políticos tradicionales, a la demagogia, la rapacidad y el abuso. En
particular, y a diferencia de la amnistía política anunciada por López
Obrador, Blanco Bravo ha anunciado su disposición a revisar con amplitud
y profundidad la gestión de Graco Ramírez, quien hizo cuanta
marrullería pudo para escamotear información oficial al equipo de
Blanco, quien ha dado su palabra de que llevará a la cárcel a los
políticos corruptos de la administración que hoy termina, comenzando por
el multicitado Graco.
Lo cierto es que, más allá de la corsetería analítica tradicional, el
no político Cuauhtémoc Blanco Bravo tiene espacio por recorrer e,
incluso, para crecer. Su carril no es el de Morena, aunque mantendrá
buenas relaciones iniciales (a pesar de los jaloneos recientes con
Yeidckol Polevnsky, por presuntas cuotas de funcionarios). Así son las
entendibles paradojas de la política mexicana de hoy.
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