A comienzos de abril fue realizada en Nueva York la 47ª sesión de la Comisión de Población y Desarrollo de Naciones Unidas, en la que se debatió cuánto avanzó el mundo en derechos sexuales y reproductivos desde la Conferencia Internacional de Población y desarrollo que se desarrolló en El Cairo en 1994. María Alicia Gutiérrez -integrante de la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto y de la Asociación Civil FUSA, que participó de la sesión como parte de la delegación de organizaciones de la sociedad civil- analiza en este artículo los debate principales, logros y desafíos del encuentro: las nuevas y viejas alianzas conservadoras que tienen el foco puesto en el control de los cuerpos y las sexualidades, los temas silenciados- aborto y trabajo sexual, entre otros-, la soberanía como barrera para no debatir creencias culturales y religiosas y las dificultades para hablar de la sexualidad por fuera del paradigma de la salud, entre otros temas.
COMUNICAR IGUALDAD- Hace escasos días se realizó en Nueva York la 47 Reunión de la Comisión de Naciones Unidas de Población y Desarrollo Cairo+20.
El evento, de suma importancia en el proceso de revisión final que
culminará en septiembre, fue antecedido de conferencias regionales
desarrolladas durante 2013. La de América Latina y el Caribe, realizada
en Montevideo y de cuyos debates resulto un documento clave, el Consenso de Montevideo, firmado por los países participantes de la región avanza en propuestas y legislaciones sobre los temas clave de la Plataforma de Acción.
En Nueva York, Uruguay en la figura de su embajador, partiendo de un draft zero
(documento borrador para la discusión), de alrededor de 28 páginas,
logró articular un documento de consenso luego de numerosos debates,
dificultades y controversias. Los intercambios iniciales marcaron un modus operandi que hubo que ir desbaratando lentamente y con pericia: los
países alineados en posiciones conservadores aducían sistemáticamente
problemas de procedimiento, de ubicación en la sala y varias argucias
más para dilatar el tiempo del debate y demorar los consensos
necesarios para el documento final que se logró en las últimas horas del viernes, fecha límite para su entrega.
La conformación de la delegación argentina encabezada por la
embajadora Marita Percival, y los funcionarios de carrera/negociadores
Luz Mellon y Eduardo Porretti, incluyó a representantes de las
organizaciones de la sociedad civil, articuladas en la Alianza de las
Organizaciones de la Sociedad Civil, quienes habían formulado un
documento de revisión para la reunión de Montevideo. La conformaban:
Mabel Bianco (FEIM), Lourdes Bascary (CELS), Paola García Rey (Amnesty
Internacional), Marcelo Ferreyra (Global Initiative for Sexuality and
Human Rights – Heartland Alliance for Human Needs & Human Rights),
Victoria Tesoriero (Católicas por el Derecho a Decidir), Mariel Bernal
Vilte (Kolla-ECMIA: “Enlace Continental de Mujeres Indígenas de las
Américas”), Pamela Martin García (CEDEM), Mariana Iacono (Mujeres
viviendo con VIH) y Maria Alicia Gutiérrez (FUSA).
La cálida recepción y el reconocimiento de los saberes compartidos
produjo una sinergia de trabajo que apuntaló la excelente intervención
de los negociadores.
Dada la imposibilidad de articular estrategias y propuestas bajo la
cobertura de la CELAC (Comunidad de Estados Latinoamericanos y
Caribeños), Argentina instrumentó una reunión con diversos países de
América Latina y el Caribe para poder acordar en algunos puntos
básicos: incluir derechos sexuales; la continuación de la revisión de
la Conferencia de El Cairo más allá del 2014; la estrecha relación con
la revisión de las Metas del Milenio 2015 y la inclusión de los
tratados internacionales, regionales y locales entre otros). Se logró
un acuerdo básico regional (con auto exclusión de Guatemala, Honduras y
Nicaragua) sin que ello obstara la toma de posiciones nacionales en
otros conflictivos campos temáticos.
¿Qué
temas definieron los puntos de fricción y como se organizaron las
diferentes coaliciones/estrategias? Haré referencia sólo a algunos
temas:
Derechos sexuales: Es un lenguaje que no permeó la
Conferencia 1994 y fue motivo de enormes controversias en las
revisiones sucesivas. Esa puja prevaleció en el debate actual. La idea
de la reproducción y la sexualidad bajo el paraguas del derecho a la
salud sigue persistiendo y en ese sentido es complejo introducir
avances. Sin embargo, tampoco es posible ocultarlo. El enorme trabajo
desarrollado, tanto entre las intrincadas paredes de Naciones Unidas
como de las organizaciones sociales en los diversos niveles de
interacción no permitieron que dicha formulación sea olvidada y más
aún, como el retorno de lo reprimido, reaparece en varios
cuestionamientos (entre otros la inclusión o no del término“familias”
por sobre el monolítico heterosexual “familia”).
Soberanía: La inclusión del concepto de soberanía como
paraguas para el desarrollo de los derechos humanos locales y el
resguardo de cualquier forma de intromisión de unos estados sobre otros
(antiguo debate que tiene un sustrato muy fuerte en la memoria
sangrante de los procesos de colonización). Sin embargo, y con el
avance de las regulaciones internacionales, se levanta una sospecha: si
soberanía es autonomía legítima en la toma de decisiones locales o
supone regirse sólo por las creencias culturales, tradiciones,
religiones. No se podría menos que acordar por el respeto irrestricto a
la soberanía pero, al contraponerlo con lo global presupone el
desconocimiento de acuerdos regionales e internacionales, lo que resta
eficacia a la demanda de grupos e individuos en otras esferas que
trasciendan el Estado Nación.
Pobreza: La controversia que atravesó Cairo 1994,
retornó revitalizada tras el desarrollo sustentable y las condiciones
de mitigación y o eliminación de la pobreza. La Santa Sede nuevamente
enarbola su bandera de defensa de los pobres contra las supuestas
políticas de derecho que quieren eliminar no la pobreza como mal
endémico e injusto sino a los pobres a través de políticas de control
de la fertilidad. Viejo argumento reciclado que no se entiende, ni se
explica porque va en contradicción con los derechos humanos básicos de
las personas.
SOGI (sigla en inglés para orientación sexual e
identidad de género): Las organizaciones de la sociedad civil junto con
algunos países (entre ellos Argentina), intentaron que el
derecho quedara explicitado en el documento, lo que no fue posible frente a la resistencia de países y alianzas conservadoras.
Hubo grandes ausentes en el debate: entre otros, el aborto que fue
silenciado mayoritariamente (excepto países del norte de Europa, la
India, Nepal y Cuba que promovían revisar y remover las leyes
restrictivas) trabajo sexual y otros temas.
Al igual que en Cairo, una de las tareas de la Articulación
Feminista y las organizaciones de la sociedad fue enfrentar, en el
campo discursivo, a los diversos grupos fundamentalistas, encabezados
básicamente por la Santa Sede, pero también por otras religiones y
tradiciones. Algunos países africanos reunidos en el Grupo Africano,
con Camerun a la cabeza, llevaron la voz cantante de la oposición
conservadora. Este monolítico bloque defensor de las tradiciones
culturales y religiosas tenía sus fisuras representado en Sud Africa y
otros países que sistemáticamente intentaban salir de ese
encorsetamiento. Lo mismo se visualizó con los países árabes cuyo
vocero principal Egipto, intentó aglutinar un bloque que también (caso
Líbano en el tema SOGI) mostró sus fisuras y diferencias. Esto nos
habla de una serie de
realineamientos que si bien tienen sustratos comunes y convergentes,
difieren en algunos temas y eso hace posible pensar en un armado de una
delicada filigrana de acuerdos y alianzas.
Para
finalizar, si bien la Conferencia de Población y Desarrollo plantea un
sinnúmero de problemáticas que hacen a los tópicos de su propia
nominación (desarrollo sustentable, soberanía alimentaria, migración,
entre otros), los cuerpos y
la sexualidad están jugando un rol altamente significante en la
construcción discursiva del derecho internacional y en los
realineamientos geopolíticos del orden multilateral. Este
proceso que se inicia hacia fines del siglo XX, y que se puso en la
escena internacional con las diversas conferencias de Naciones Unidas
de la década del 90 del siglo pasado, reapareció fuertemente en los
debates recientes y en la necesidad de defender como punto de no
retorno la propia Conferencia de Cairo del 1994. No son nuevos estos
realineamientos: han aparecido en cada una de las revisiones realizadas
en este complejo proceso de veinte años.
El desarrollo de los acontecimientos, y la gestión de Uruguay como
país líder de la conferencia, permitió acceder a un documento de
consenso que traduce en alguna medida la dificultad y la potencialidad
de las negociaciones para que el juego no finalice en un suma cero. En
este contexto si bien fueron logrados algunos avances (defensa de los
derechos humanos de las personas afrodescendientes y de las poblaciones
indígenas), quedaron por
fuera el acceso al aborto legal y seguro y el derecho a una vida
libre de violencias basada en la identidad de género y la orientación
sexual.
El documento adolece de enormes deficiencias, los vacíos siguen
siendo demasiados. La lucha continua. Entre lo global y lo local, en
ese campo de disputas que la sexualidad y los derechos conllevan, es
imperativo continuar construyendo
espacios donde las demandas y necesidades de las personas puedan ser
expresadas como es el caso de la presentación del Proyecto de ILE de la
Campaña Nacional por el Derecho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito en
nuestro país.
* Integrante de la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto Legal,
Seguro y Gratuito/ Coordinadora del Area de Advocacy de FUSA.
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