NACIONAL
CRISTAL DE ROCA
CIMACFoto: Yunuhen Rangel Medina
Por: Cecilia Lavalle*
Cimacnoticias | México, DF.- Mi amiga dice que por el momento no quiere ser madre, y que francamente no ve para cuándo quiera serlo, porque está muy a gusto así.
Mi científica sobrina dice que no imagina su vida sin ir al laboratorio y que, en cambio, puede perfectamente imaginar su vida sin un hijo.
Otra amiga dice que lo está pensando, pero que imagina muy complicada su vida siendo madre.
Dos cosas tienen en común estas tres mujeres: 1) No quieren ser madres, por diferentes razones y 2) Medio mundo las presiona para serlo.
Culturalmente, la capacidad reproductora de las mujeres ha representado un estrecho cajón. Deja de ser una opción para convertirse en una obligación.
En pleno siglo XXI, con cambios tecnológicos que han abierto un insospechado futuro para la humanidad, a las mujeres se nos sigue diciendo, como en la Edad Media, que lo nuestro, lo nuestro, lo nuestro, es ser madres. Y que toooodo lo demás es lo de menos.
En distintos países la libertad de decidir si deseas o no ser madre está vedada o severamente regulada por la ley. La interrupción de un embarazo queda en manos del gobierno, de congresistas, de las jerarquías religiosas, en vez de la mujer en la que tendrá lugar ese proceso.
En distintas regiones, también, el acceso a los anticonceptivos es casi una misión imposible, lo que impide que la decisión de convertirse en madre dependa de las mujeres.
Y además de la ley, las políticas públicas y las religiones para marcar el destino de las mujeres, interviene la sociedad y la cultura.
Ahí están los anuncios comerciales y las telenovelas para recordarnos que, por encima de todo, nuestra función es ser madres.
Para dejar clarísimo que cualquier intento para evitarlo es un acto de egoísmo que nos convierte en malísimas mujeres. Para recalcar que lo que a nosotras corresponde es el sacrificio personal, lo elijamos o no.
Ahí están las políticas de salud diciendo que si no somos madres, el útero tendrá cáncer. Si no amamantamos los senos tendrán cáncer. Total, si no somos madres, ¡somos un cáncer!
Con ese bombardeo, social y culturalmente dividen a las mujeres en tres: las que son madres, y por tanto son “las buenas”. Las que no pueden ser madres y por tanto son “las fallidas”, dignas de lástima. Y las que no desean ser madres, y por tanto son “las malas”.
Una de mis amigas me dijo: “Estoy harta de justificar una y otra vez que no quiero ser madre. Por eso a veces digo que no he podido, y entonces me miran con lástima. De modo que cuando me preguntan tengo que elegir entre argumentar o aceptar la lástima. Y elijo según esté mi ánimo”.
Conozco a muchas mujeres que son felicísimas madres. Algunas incluso lo fueron con altos costos para su salud y su bolsillo. Otras que decidieron adoptar. Otras que decidieron ser madres solas, sin pareja a la vista.
Conozco también a mujeres que no pudieron ser madres y les molesta profundamente que se les trate con lástima o, peor aún, como mujeres de segunda categoría. Y conozco a otras que han decidido no ser madres, y contra viento y marea defienden su derecho a no serlo.
Yo, que elegí libremente ser madre, creo que ser madre no es, bajo ninguna circunstancia, lo que debe definir a las mujeres. Creo que ser madre debe ser una elección, no una obligación. Y creo firmemente que el Estado debe garantizar ese derecho. Este Día de la Madre conviene exigirlo una vez más.
Apreciaría sus comentarios: cecilialavalle@hotmail.com.
*Periodista y feminista en Quintana Roo, México, e integrante de la Red Internacional de Periodistas con Visión de Género.
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