Lo anterior significa que el salario mínimo nominal presenta un rezago de 27 por ciento con relación a la cesta de bienestar que estima el Coneval.
Esta situación tiene una estrecha relación con la pobreza en el país. El Índice de la tendencia laboral de la pobreza (ITLP), calculado por el Coneval, presenta una tendencia al alza desde principios de 2011, mismo comportamiento que se observa en la evolución de las personas que ganan hasta un salario mínimo.
El ITLP muestra trimestralmente la tendencia de la proporción de personas que no puede adquirir la canasta alimentaria con el ingreso de su trabajo.
Si bien no se puede afirmar que exista causalidad entre estas dos variables, lo que queda claro es que el nivel del salario mínimo actual no sirve para que una persona alcance el umbral mínimo de bienestar fijado por la entidad que mide la pobreza en el país. “Ganar un salario mínimo equivale a estar dentro de la pobreza”, manifestó Gerardo Esquivel, investigador del Colegio de México.
La Comisión Económica para América Latina (Cepal) señala que para que un hogar estándar de cuatro miembros, dos de ellos perceptores de ingresos, logre superar el umbral de pobreza, la relación entre el salario mínimo y la línea de bienestar debe ser superior a dos, según muestra en un reciente estudio titulado Pactos para la igualdad hacia un futuro sostenible.
En México esta relación es de 0.79, y es el único país de la región que en la última década el valor del salario mínimo fue inferior al umbral de pobreza por persona.
En los últimos cuatro años, la cantidad de personas ocupadas que ganaban un salario mínimo tuvo su mayor disminución desde 2010 hasta principios de 2011, cuando pasó de seis millones 400 mil personas en el segundo trimestre del primer año, hasta cinco millones 776 mil en el primer trimestre del segundo año.
Sin embargo, a partir de este último trimestre la cantidad personas laborando con un salario mínimo ha ido en aumento, ubicándose en 2013 en niveles superiores a los registrados en 2010.
¿Cómo viven?
Seis millones 887 mil personas laboran devengando un salario mínimo en el país. Este grupo representa 13.71 por ciento de la población empleada. De ellas, 52.3 por ciento son mujeres y 47.7 por ciento son hombres, de acuerdo a cifras del INEGI de la última Encuesta Trimestral de Ocupación y Empleo, del cuarto trimestre del 2013.
Las familias que devengan un salario mínimo obtienen la mayor parte de sus ingresos por la vía de transferencias. Estas representan cerca de 40 por ciento de sus ingresos, donde 55 por ciento de ellas corresponden a transferencias de programas gubernamentales, de acuerdo a cálculos de Excélsior a partir de la Encuesta Nacional de Ingresos y Gasto de los Hogares 2012 (ENIGH).
En cambio, sólo 31.3 por ciento corresponde a ingresos devengados por trabajo. Esta cifra contrasta con los hogares de mayores ingresos, donde 68.4 por ciento de ellos corresponde a trabajo, y sólo 15 por ciento proviene de diversas transferencias.
Entre tanto, más de la mitad de los gastos que hacen los hogares con un salario mínimo se va al rubro de alimentación, y cerca de 10 por ciento se va a vivienda, y otro 10 por ciento a transporte. De hecho, de la misma ENIGH se puede obtener que a medida en que se va subiendo en nivel de ingreso, las familias gastan menor proporción del ingreso en alimentos.
Para Gerardo Esquivel, existe poca evidencia para afirmar que un aumento en el salario mínimo provocaría más desempleo en el país. “Esta afirmación tendría sentido si dicho salario fuera muy alto, por encima del normal, pero este no es el caso de México”.
Reconoce que es probable que un segmento de la población se vea afectada, dentro del sector formal, por un aumento en el salario mínimo, pero habría que poner en la balanza el beneficio agregado que traería aumentar el poder adquisitivo de las familias con menores ingresos en el país.
Esquivel afirma que el salario mínimo debe cumplir el principio constitucional de garantizar un mínimo nivel de vida digno, y que alguien que lo obtenga no tiene por qué estar en la pobreza.
Otro detalle que llamó la atención del investigador, y que no se ha tenido muy en cuenta en los análisis, es que en la pérdida de poder adquisitivo del salario mínimo se ha subestimado la mayor alza en los precios de los alimentos en los últimos años.
Si se hiciera este ejercicio, la pérdida de valor del salario mínimo sería aún mayor, dado que los hogares con menores ingresos destinan la mayor parte de su ingreso a alimentación.
Otro aspecto que recomienda el investigador es que el salario mínimo se desligue de temas como multas, becas, indemnizaciones, y otros pagos que depende de este valor.
Esto haría que el salario mínimo de verdad refleje el precio del trabajo en el mercado laboral. Sugiere que estos precios que están atados al salario mínimo son un obstáculo y un pretexto para quienes se oponen a subirlo, ya que argumentan que por esta situación podría surgir una espiral inflacionaria en el país.
EL DEBATE
La mayoría de las posturas aprueban un aumento del salario mínimo en el país.
- Recomiendan subirlo: La revista The Economist acaba de pronunciarse en favor de subir el salario mínimo en Estados Unidos. Esta posición contrasta con posturas que tuvo en el pasado, como la de no aumentarlo en Gran Bretaña en 1999.
De hecho, el semanario recomienda que en otros países se adopte el modelo británico de aprobar el salario mínimo a través de una comisión de expertos independientes, de modo que su fijación no tenga que pasar por un proceso político.
- En contexto: El pasado 1 de mayo Miguel Ángel Mancera, jefe de gobierno del Distrito Federal, convocó a los sindicatos, empresarios y trabajadores a abrir un gran debate nacional sobre el salario mínimo, para poder corregir la principal “deformación económica de México que son los bajos salarios”.
- Lo que dice la Constitución: “Los salarios mínimos generales deberán ser suficientes para satisfacer las necesidades normales de un jefe de familia, en el orden material, social y cultural, y para proveer a la educación obligatoria de los hijos…”
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