Enrique Calderón Alzati
T
iempo llevamos escuchando al Presidente al igual que a varios de sus colaboradores cercanos y al supuesto líder de su partido, sobre los peligros que representa López Obrador para el país en su conjunto, dando como razón los riesgos de que este líder llegue al poder para cambiar el modelo de país que ellos llevan 30 años tratando de implantar, con costos que desde luego han sido incapaces de evaluar y que probablemente es lo que menos les importa, dados los enormes beneficios y riquezas que con él han logrado obtener.
Ellos están preocupados ante la fuerza creciente del Movimiento de Regeneración Nacional que López Obrador encabeza, sin embargo su diagnóstico está totalmente equivocado y de ello comienzan apenas a darse cuenta: para el país entero el peligro no es López Obrador, son ellos mismos, los que con engaños (como el supuesto
cambiode Vicente Fox o las reformas que traerían aparejada la mejoría económica de las mayorías) y con los grandes fraudes electorales de 1988 y de 2006, así como el vergonzoso proceso de compra de votos de 2011, lograron mantenerse en el poder.
Tres décadas de gobiernos de origen espurio, de falsas promesas como argumentos para enajenar el patrimonio nacional, de deshonestidad y tráfico de influencias para acumular sus capitales mediante la corrupción, la extorsión y la impunidad, de crecimiento del crimen organizado al amparo de las instituciones de seguridad y justicia puestas a su servicio; 30 años de crisis continuas, de devaluaciones y empobrecimiento de las mayorías, de alteración de las leyes para ponerlas al servicio del poder y de los grandes capitales, han sido suficientes para que hoy la sociedad mexicana este harta de ellos.
La disyuntiva que hoy enfrenta el país no es nueva; a casi dos siglos de la consumación de la Independencia, dos modelos o alternativas de país han estado presentes, con cambios y adecuaciones acordes al devenir histórico relacionado con los avances tecnológicos, el contexto internacional y las necesidades sociales.
Para caracterizar estos dos modelos, podemos hablar del primero como aquel que plantea la incapacidad del pueblo de México para hacerse responsable de su propio destino, por lo que es importante recurrir a otras sociedades y naciones, para que nos enseñen y nos indiquen el camino a seguir, en virtud de sus conocimientos y capacidades superiores a las nuestras, para lo cual es necesario ofrecerles beneficios atractivos, más prácticos y de menores riesgos que la corona entregada a Maximiliano. Para el grupo que piensa de este modo, la concesión del patrimonio nacional y la explotación de sus compatriotas, es el resultado natural de la inferioridad de éstos, quienes obtendrán un beneficio con el aprendizaje de las tareas por hacer, mientras que para ellos la oportunidad esta en detentar las posiciones que les permitan recibir una parte de las utilidades producidas, mediante la venta de favores y el usufructuó de los recursos nacionales, así como de la población a su servicio.
El segundo modelo parte de la convicción de que México es y debe seguir siendo una nación soberana, orgullosa de su historia, de su cultura y de sus valores plasmados en las leyes, garantizando la igualdad, la libertad, la fraternidad y la democracia, considerando la educación como el instrumento fundamental para su desarrollo, orientado éste a lograr el bienestar de las familias en un marco de justicia social, de responsabilidad, de respeto a los derechos humanos y de paz, una nación dispuesta a colaborar con las demás en condiciones de igualdad y respeto, para garantizar el futuro de la humanidad y del planeta, rechazando los privilegios, la violencia y la explotación de los seres humanos.
La forma en la que se desarrollaron las últimas campañas electorales y de manera particular la del estado de México, aunadas al contexto de violencia en la que vive hoy el país, así como las maniobras del grupo claramente opuesto a los intereses nacionales para seguir controlando al país, no dejan lugar a dudas sobre lo que podemos esperar de ellos para el año decisivo de 2018. Por esto es necesario que una inmensa mayoría del pueblo indique de manera categórica, su rechazo generalizado y contundente al gobierno actual, a la continuación del modelo de explotación, sumisión e impunidad en el que vivimos, de manera que la posibilidad de un nuevo fraude electoral sea nula. Es esta la dimensión del reto que debemos prepararnos para enfrentar con éxito, a quienes realmente constituyen hoy el peligro para la nación.
Para ello será necesario que los otros movimientos políticos y sociales, que por su cuenta impulsan también el modelo nacionalista y progresista de justicia social, queden articulados y hermanados con el Movimiento de Regeneración Nacional; me refiero así en primer lugar, al Movimiento de los Pueblos Indígenas, al que todos debemos reconocer como elemento originario de la nación, marginado hasta la fecha de sus derechos y arrinconado en las montañas, las barrancas y los desiertos, las regiones más inhóspitas del país, asegurando para ellos un futuro diferente, de reconocimiento y ejercicio de sus propias culturas, sin imposiciones de ningún género, así como la asignación clara de recursos económicos que garanticen su propio desarrollo, eliminando las diferencias que hoy son notorias e injustas, como producto de las políticas impuestas por los gobiernos que traicionaron a la Revolución Mexicana de 1910. Igualmente importante debe ser el reconocimiento de los diversos movimientos sociales que existen ahora en el país, como elementos esenciales para la construcción de un futuro diferente, dejando atrás las diferencias y rivalidades estériles que han estado presentes en los procesos políticos de tiempos recientes.
En particular es necesario que Morena reconozca la importancia del liderazgo de Cuauhtémoc Cárdenas, como iniciador de la lucha actual por la soberanía de la nación, la defensa del patrimonio nacional y la justicia social. De igual manera son importantes también los defensores de los derechos humanos, los maestros y los trabajadores que han perdido sus puestos de trabajo, como consecuencia de los diversos procesos de privatización impulsados por los últimos gobiernos, incluyendo al obierno actual.
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