LENGUANTES
Por: Ethel Z. Rueda Hernández*
El pasado sábado 17 de junio, una jueza del Juzgado de Control del
Distrito Judicial de Nezahualcóyotl, municipio del Estado de México,
determinó que no hay delito que perseguir en el caso contra José Octavio “N”, presunto
secuestrador, violador y homicida de Valeria, la niña de 11 años que el
pasado jueves 8 abordó la unidad de transporte público que conducía el
acusado.
Este fallo se debe a que el presunto agresor fue encontrado muerto el 15
de junio en la celda del Cereso de Neza en que se encontraba. Muerto el
presunto responsable, no queda delito que perseguir. Caso cerrado.
¿Es esto justicia para Valeria? ¿Para su familia? ¿Para las miles de
desaparecidas en el Estado de México, cuyo número aumenta día con día?
La flagrante negligencia y revictimización por parte de las autoridades
en los primeros y preciosos momentos de la denuncia de los padres sigue
impune. A pesar de que el caso era ocasión de poner en práctica tanto
los protocolos de la Alerta Amber como los de la Alerta de Violencia de
Género contra las Mujeres, no hubo respuesta inmediata, ni eficaz, por
parte de los elementos del sistema judicial ante los cuales los padres
acudieron para pedir ayuda.
Las irregularidades en el proceso de aprehensión y custodia del presunto
responsable, del cual ni siquiera se ha comprobado de manera
contundente la responsabilidad, ni si actuó en complicidad con otras
personas, siguen impunes.
Tal vez lo más aterrador, lo más indignante, del caso de Valeria reside
en este punto: no es un caso extraordinario, poco común. No es raro.
Este tipo de agresiones y desapariciones se dan de modo regular en el
Estado de México (y en varios otros lugares del país). Este tipo de
procesos irregulares, negligentes, corruptos y permisivos, son moneda
corriente, son la normalidad de nuestro sistema de justicia.
Ese mismo sábado, luego del fallo de la jueza, hubo otra marcha,
encabezada por los familiares y amigos de la niña Valeria, para exigir
justicia en su caso. Porque no, el cadáver del presunto perpetrador no
es justicia, es de hecho un atropello más, que no se soluciona con la
destitución del director del penal.
La suspensión y regularización de la Ruta 40 no es justicia, es apenas
un remiendo ante la desgarradura que es la situación del transporte
público en el Estado de México. Se trata de una medida insuficiente y
tardía, que no puede enmendar una situación que lleva fuera de control casi una década.
La revictimización y violencia que han sufrido los padres
durante todo el proceso no son justicia. Es claro que los protocolos de
atención no están funcionando, que el personal no está capacitado para
atender estos casos (a pesar de su frecuencia), que no se están
destinando los recursos, ni económicos ni de otras índoles para detener
la oleada de desapariciones, violaciones y feminicidios en el Estado de
México.
Tenemos derecho a un transporte público seguro. Tenemos derecho a que la
policía actúe de manera expedita y adecuada, a que tome en serio
nuestra denuncia, a que nos trate con dignidad y sin violencia. Tenemos
derecho a que no se nos culpabilice por un crimen cometido en nuestra
contra. Tenemos derecho a un proceso penal transparente y exhaustivo,
tanto si somos víctimas, como victimarios. Tenemos derecho a que
nuestros seres queridos no desaparezcan, a que no nos violen
impunemente, a que no nos maten. Tenemos derecho a que nuestras
instituciones de gobierno asuman la responsabilidad que les corresponde
en este caso y hagan cambios urgentes para remediar sus carencias.
Tenemos derecho a exigir que esto no se repita. Tenemos derecho a la
justicia.
*Estudió Filosofía en la UNAM con interés en el pensamiento crítico y las problemáticas de género. @alzilei
CIMACFoto: César Martínez López
Cimacnoticias | Ciudad de México.-
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