Por
José Gil Olmos
El viernes 16 un grupo de 89 militantes mostró lo
que la dirigencia nacional del PRI y el presidente Enrique Peña Nieto
no querían que se exhibiera: el malestar de una buena parte del PRI ante
la posibilidad de que se vuelva a aplicar el “dedazo presidencial” para
postular en 2018 a un candidato carente de historial partidista como
José Antonio Meade o Aurelio Nuño.
Aunque el líder de la Confederación Nacional de Organizaciones
Populares, Arturo Zamora, calificó de “políticos de café” y “frustrados”
a quienes se manifestaron contra esta práctica y demandaron la
sustitución de Enrique Ochoa en la dirigencia nacional de su partido,
durante varios meses y sobre todo rumbo a la XXII Asamblea Nacional el
próximo agosto, ese descontento sigue creciendo.
La principal demanda de los inconformes es que no se debe cambiar el
artículo 166 fracción IX de los estatutos del partido para seleccionar a
los candidatos a presidente de la República, gobernador y jefe de
gobierno de la Ciudad de México, el cual señala que para aspirar a esos
puestos de elección “se requerirá acreditar la calidad de cuadro, con 10
años de militancia partidaria”.
Además de la posible postulación de Meade o Nuño –el primero
exfuncionario del gobierno del panista Felipe Calderón y el segundo de
reciente afiliación al PRI–, los priistas antidedazo advierten que en el
último lustro el PRI ha perdido 5 millones de votos, 1 millón de los
cuales se ha ido hacia el Movimiento de Regeneración Nacional (Morena),
el partido de Andrés Manuel López Obrador, lo cual ha generado
divisiones y confrontaciones que, como algunos temen, pueden revivir las
de 1988, cuando salieron del partido Cuauhtémoc Cárdenas, Porfirio
Muñoz Ledo e Ifigenia Martínez, entre otros integrantes de la Corriente
Democrática.
Ante esas críticas y la exigencia de que renunciara Ochoa Reza, la dirigencia nacional del PRI guardó silencio.
El miércoles 21, entrevistado en W Radio, el exlíder del PRI Manlio
Fabio Beltrones rechazó las declaraciones de Arturo Zamora sobre el
grupo que pidió se realizara en la próxima Asamblea Nacional una
consulta a la base para elegir al candidato presidencial del PRI.
“Las voces que descalifican a los que opinan de manera diferente y
que lo quieren hacer con libertad no son válidas dentro del PRI ni de
ningún partido político. Y aquellas que callan y que están aceptando
simplemente lineamientos de orden superior, pues viven en una tradición
que ya fue muy superada dentro del partido” dijo el excoordinador de las
bancadas priistas en el Senado y en la Cámara de Diputados.
Por su parte, Alberto Aguilar Iñárritu, quien participó en el
cónclave del 16 de junio, precisó que se busca la democratización
interna del PRI, sin que haya una imposición del presidente Peña Nieto.
Entrevistado por el diario El Universal, el exdiputado federal subrayó
que, si no se cuida la selección del candidato presidencial, el PRI
llegaría “herido” a las elecciones de 2018.
La negociación es clave: Sauri
Dulce María Sauri Riancho era presidenta del PRI en 2000, cuando por
primera vez el partido perdió la Presidencia. En entrevista con Proceso
advierte que, si se pretende utilizar las viejas formas y procedimientos
agotados desde 1994, “el PRI y el presidente de la República se van a
equivocar”.
Desde su punto de vista, el “dedazo presidencial” ya no existe y
tampoco responde a las necesidades de elevada competencia electoral que
se registran desde 1988.
“Basta con analizar los mecanismos de negociación interna que
llevaron a Enrique Peña Nieto a la candidatura en 2012. La palabra
mágica, a mi juicio, es ‘negociación’: búsqueda de consensos para
postular a un candidato o candidata competitiva, pero que también
garantice un buen ejercicio de gobierno en caso de resultar triunfador”,
precisa la exgobernadora de Yucatán.
Sin embargo, señala que quienes demandan la elección directa del
candidato y que el presidente de abstenga de intervenir, “difícilmente
se convencerían de su no participación, salvo que alguno de ellos fuera
seleccionado”.
Sauri Riancho precisa que hoy en día el PRI ya no es el partido
hegemónico en el poder, que más que postular un candidato elegía al
presidente en su proceso interno, pues quedó fuera de la Presidencia de
la República 12 años, la sociedad cambió y la competencia electoral se
ha incrementado notablemente.
No obstante, considera que la consulta directa y el voto abierto a
militantes y simpatizantes no es la única vía para garantizar una
postulación competitiva: “Serán el programa, la propuesta y la
legitimidad personal, combinados con una negociación interna que
privilegie los intereses colectivos, el único camino para competir y
quizá triunfar en la elección del 1 de julio de 2018”, consideró.
–Luego de ganar la elección en el Estado de México bajo severas
críticas, ¿este aire le será suficiente para llegar fuerte a la elección
de 2018? –se le cuestiona.
–Ganar la elección del Estado de México es condición necesaria, más
no suficiente para triunfar en la elección presidencial del siguiente
año. Así sucedió en 1999 (con Arturo Montiel) y 2005 (con Enrique Peña
Nieto), cuando a pesar de haberse impuesto en el estado del más elevado
padrón electoral, el PRI perdió la Presidencia. En esta ocasión, si no
hubiera logrado el triunfo, sus condiciones de competencia hacia 2018 se
habrían deteriorado todavía más.
Sauri Riancho advierte que ganar en 2017 puede ser un espejismo para
los priistas, pues el partido ha perdido un importante caudal de votos
no sólo en el Estado de México, Coahuila y Nayarit, sino también en
Veracruz, tal como se mostró en sus elecciones municipales.
“En ese último estado, el PRI sólo logró ganar uno de los 11
municipios más poblados: Orizaba. Y en la Ciudad de México, Jalisco y
Guanajuato, que completan el grupo de las cinco entidades de mayor
padrón electoral, las intenciones de voto favorecen a la izquierda y al
PAN, no al PRI y sus aliados. Recordemos también que en 2018 cuatro de
esas cinco entidades tendrán elecciones locales concurrentes para
gobernador y jefe de Gobierno, en el caso de la Ciudad de México”,
precisa.
–¿Cómo cree que llegará el PRI a la elección de 2018?
–El principal factor de cohesión interna del PRI es la expectativa de
alcanzar y mantener el poder. Es muy factible que varios grupos
internos se hayan preparado para un “ajuste de cuentas” si el PRI
hubiese sido derrotado en el Estado de México. Una potencial “noche de
cuchillos largos” que hubiese favorecido la pretensión de marginar al
presidente de la República de la postulación del candidato presidencial.
No sucedió así. Por eso, la próxima asamblea reviste importancia como
canal de expresión de aquellas personas y grupos que se sienten
marginados o relegados, no del PRI, sino del favor presidencial, y que
demandan ser tomadas en cuenta en los procesos internos próximos.
–¿La Asamblea Nacional del PRI en agosto será crucial para 2018?
–Crucial, no lo sé, pero sí importante. Más que por el tema
estatutario, de candados sí o candados no, por el programa político que
pueda surgir de ella y que dé pie a una buena plataforma electoral. Y,
sobre todo, por el ánimo que pueda generarse entre la militancia. Al ser
la expectativa de poder el factor de cohesión más relevante, sentir que
es posible competir y ganar el año próximo se vuelve fundamental. Es la
profecía que puede cumplirse en 2018.
Acotamientos
Respecto la exigencia de un grupo de militantes de que no se quite el
candado de 10 años de militancia que marcan los estatutos, bajo la
sospecha de que podrían imponer a un amigo de Peña Nieto como José
Antonio Meade o Aurelio Nuño, Sauri Riancho sostiene que como militantes
tienen derecho a expresarse para mantener y endurecer los requisitos de
militancia y experiencia partidista para aspirar a la candidatura
presidencial.
“Lo pueden hacer en las asambleas y en las comisiones de dictamen que
elaborarán los documentos a discutir y a aprobar en la Asamblea
Nacional del 12 de agosto próximo. En especial, se pueden manifestar en
la Mesa de Estatutos. Así sucedió en 1996, en la asamblea XVII, cuando
la militancia exigió la imposición de los candados estatutarios, que
demandaban el ejercicio previo de un cargo de elección popular para
poder aspirar a la candidatura presidencial y a las gubernaturas.”
Recuerda que desde entonces quedó acotada la participación del
presidente de la República en la postulación del candidato a sucederlo,
“pues la Asamblea XXI eliminó este requisito por voluntad mayoritaria de
los delegados, entre los cuales, por cierto, se encontraban varios de
los asistentes a la reunión del viernes 16”.
–¿Qué pasaría en el PRI si se impone el presidente Peña en la selección del candidato presidencial?
–¿Quién sería la “imposición” de Peña Nieto para este grupo? No lo
sé. Tal vez alguno de los integrantes del gabinete presidencial, quizá
alguno de los gobernadores del PRI sobrevivientes de las acusaciones de
corrupción, como podría ser Eruviel Ávila. ¿O el calificativo de
“impuesto por Peña Nieto” lo llevaría casi cualquiera, salvo algún
integrante de ese grupo?
Por último, Sauri considera que quizá no sea necesaria la renuncia de
Enrique Ochoa Reza sino hasta después de la próxima Asamblea Nacional,
de donde deben surgir los cambios a los documentos básicos, en especial
al Programa de Acción, y se establecerá la visión de futuro que el PRI
presentará a la sociedad durante la campaña del próximo año.
“Cuando menos hasta después de la conclusión del proceso para
postular al candidato presidencial, pienso que Enrique Ochoa debe
mantenerse en la presidencia. Después tal vez sea pertinente considerar
su relevo, aunque por experiencia propia considero que, superada esa
delicada etapa, bien puede capitalizar el aprendizaje intenso de este
periodo para coordinar la postulación de ocho candidaturas a gobernador y
las del Congreso de la Unión”, finaliza.
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