CRISTAL DE ROCA
Por: Cecilia Lavalle*
“Juventud, divino tesoro”, decía el poeta Rubén Darío. Y acaso decía bien. Antes, quiero decir. En el pasado.
Hoy 12 de agosto se conmemora el Día Internacional de la Juventud. La ONU eligió en 1999 ese día para reflexionar respecto las particulares condiciones a las que se enfrenta ese amplio grupo de la población. Y ya sabemos que cuando Naciones Unidas elige un día para conmemorar algo es que mucho no anda bien.
No hay uniformidad para determinar cuándo empieza y cuándo termina la juventud. La ONU señala que abarca de los 15 a los 24 años. Pero México, por ejemplo, la establece de los 12 a los 29 años. En lo que sí hay acuerdo es que es una etapa compleja, pero también fundamental para el desarrollo de un país.
Y eso, que en apariencia es una obviedad, no ha propiciado ni políticas públicas ni acciones efectivas de parte de los gobiernos para que en las mejores condiciones puedan, en el presente, sembrar futuro.
Ahí están las cifras. En marzo de este año, la Organización Internacional del Trabajo (OIT) difundió el texto “Trabajo decente y juventud en América Latina (AL). Políticas para la acción”. Se apunta que en el mundo las y los jóvenes tienen tres veces más posibilidades de estar en desempleo, y actualmente 73 millones están buscando empleo sin mucho éxito.
Se apunta asimismo, que en AL, considerado como “el continente joven”, se cuenta con 108 millones de jóvenes entre 15 y 24 años de edad. De los cuales, más de la mitad ya forman parte de la fuerza laboral; pero, en 2011, uno de cada dos laboraba en la informalidad.
En México, el Consejo Nacional de Población (Conapo) estimó para 2013 una población de 37.9 millones entre 12 y 29 años; de los cuales 19.1 millones son mujeres y 18.8 hombres.
¿Cómo les va? Pues mire, tomando como base la Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos de los Hogares 2012 (del Inegi), se diría que si toda la juventud la representáramos en 10 personas, cuatro se encuentran en situación de pobreza, tres en situación de vulnerabilidad por carencias, uno en situación de vulnerabilidad por ingreso y sólo dos pueden considerarse no pobres.
Y de sembrar futuro no podemos hablar mucho. En los exámenes de admisión que se llevaron a cabo para ingresar a escuelas de educación superior no se aceptó a nueve de cada 10 aspirantes, entre otras razones porque las dos instituciones públicas más grandes y con mayor prestigio, UNAM e IPN, sólo tienen cupo para uno de cada 10 solicitantes.
Así las cosas, de 200 mil aspirantes a nivel licenciatura sólo 20 mil lograron su ingreso. La pregunta es: ¿qué sucederá con 180 mil jóvenes?
El panorama es aún más sombrío para las mujeres. Porque el horizonte a la vista es sólo el rol asignado: las tareas domésticas y de cuidado sin remuneración, quizás matrimonios tempranos, embarazos no deseados, empleos informales o de medio tiempo, bajos salarios… y muchas posibilidades de repetir ese esquema en su descendencia.
Por eso es terriblemente injusta para nuestra juventud la calificación de “Ninis” (ni estudian ni trabajan). Lo que sucede es que tenemos gobiernos Ninis: ni ofrecen oportunidades de estudio, ni ofrecen alternativas de trabajo digno. Es decir, son incapaces de garantizar el derecho a la educación y al trabajo digno de un enorme sector de la población.
Y eso es una tragedia por donde se le mire. México desperdicia lo mejor de su potencial justo cuando está en su mejor momento y con su capacidad a tope.
¿Eso es lo que se hace con un tesoro?
Apreciaría sus comentarios: cecilialavalle@hotmail.com.
*Periodista y feminista en Quintana Roo, México, e integrante de la Red Internacional de Periodistas con Visión de Género.
Cimacnoticias | México, DF.-
CIMACFoto: César Martínez López
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