Todo comenzó con los versos del poeta norteamericano James Whitcomb Riley
(1849-1916), pero en la actualidad ha superado los límites de la lírica
para destacar la obviedad que muchos intentan ocultar tras sus
razonamientos, y para ello recuerdan los versos del poeta para decir
aquello de “…si camina como un pato, nada como un pato y grazna como un pato, es un pato”. Puede
parecer demasiado simple, pero los disimulos, el ruido de fondo y la
bruma de la distancia que el tiempo introduce entre cada uno de los
pasos, nados y graznidos del pato pueden llevar a la confusión. De ahí
la necesidad de aplicar el “test”.
En esta época falaz y fugaz que miente hasta con la
forma de llamar a la mentira al referirse a ella como “postverdad”, el
machismo y los sectores conservadores de la sociedad intentan pasar
desapercibidos bajo disfraces que confunden a quienes se relacionan con
ellos. Por dicha razón se llenan de “centro” para ocultar su derecha,
dicen amar a España pero odian a la mitad de las españolas y españoles
que no piensan como ellos, quieren la “igualdad real” pero sin hacer
nada contra la desigualdad… y con el objeto de lograrlo juegan con el disfraz de las palabras
para presentarse como los elegidos en su pureza, una especie de
rescatadores del abismo, cuando en realidad es a esa oscuridad de la que
parten a la que nos quieren hacer volver.
Se pueden utilizar muchas estrategias para desenmascarar a ese
machismo camuflado de normalidad, pero una de las más sencillas y
accesibles es aplicar el “test del pato” en lo que sería su adaptación a
esta realidad mediante el “test del machista”. Es muy
fácil, ante las dudas que puedan generar determinadas manifestaciones o
propuestas, el razonamiento que habría que aplicar a través de este test
sería el siguiente: “si plantea el tema como un machista,
argumenta y manipula como un machista, y reacciona y ataca como un
machista, es un machista”.
El “test del machista” se convierte así en un
instrumento necesario a la hora de salir de casa y en el momento de ver
cómo algunos reflejan la realidad en los medios de comunicación y, sobre
todo, en las redes sociales. Su planteamiento es tan tramposo y su posición tan inconsistente, que ni siquiera reivindican lo que proponen.
Una de las características que sorprenden del machismo es su propia negación.
¿Qué clase de ideología defiende unos determinados valores, ideas y
todas sus consecuencias, y al mismo tiempo niega la posición desde la
que las plantea y avala?. ¿Por qué sus planteamientos reflejan esa idea
de superioridad de los hombres y luego no la reivindican como tal para
desarrollar sus políticas? Ocurre con frecuencia y es un actitud
habitual, tanto que cuando alguien hace algún comentario contra las
mujeres, luego finaliza diciendo “…y yo no soy machista”. Pero no es incoherencia, sino parte de la estrategia que busca la negación para ocultar el significado de sus propuestas.
Y la negación exige conciencia para elegir entre afirmar o negar una
realidad, por eso con el tiempo se ha pasado de hacer la gracia de decir
“yo soy machista leninista” cuando percibían que ese tipo de afirmaciones no tenían ningún coste, a afirmar “yo no soy machista” para no tener ese coste ahora, pero sin dejar de hacer y decir lo mismo que se hacía antes.
El machismo es consciente de su injusticia y de los privilegios que le acarrea a los hombres,
así como de las ventajas de un modelo de sociedad donde la jerarquía de
la desigualdad se refuerza y aumenta a diario para hacer a los
poderosos más poderosos, y a las personas vulnerables más vulnerables. Por eso no hay reivindicación directa ni pancarta a favor del machismo, y por ello su estrategia se basa en dos elementos fundamentales:
- Atacar a las personas y a las posiciones que piensan de manera diferente para que nada de lo que planteen sea considerado como serio o razonable. La idea es devaluar la fuente de esas propuestas para no tener que buscar argumentos para contra-argumentarlas. Se limitan a poner de manifiesto el desprestigio de quienes los plantean, un desprestigio generado de manera falaz bajo su estrategia manipuladora, por eso el ataque en debates y redes es tan habitual.
- Otorgarse el liderazgo y la defensa de los valores que atacan para confundir y retener entre sus filas a quienes perciben la injusticia del machismo en las consecuencias que produce (discriminación, abuso, acoso, violencia de género…) Y para lograrlo lo que hacen es situar cada uno de los casos de la violencia de género, el abuso, la discriminación… en determinadas circunstancias personales o contextuales, no como parte del problema social y cultural que supone la desigualdad. Luego se presentan como defensores de la Igualdad y hablan de “igualdad real”, de medidas “para hombres y mujeres, no sólo para mujeres”, muestran a los “hombres como víctimas de las mujeres, de las circunstancias, de la historia”… y con todo ello generan la suficiente confusión para retener a mucha gente entre sus filas y posiciones, pero, sobre todo, para mantener a una gran parte de la sociedad dentro de una aparente neutralidad, y alejada de un mayor compromiso e implicación con la Igualdad y la lucha contra la violencia de género. Desde el machismo no dicen estar en contra de la Igualdad, pero afirman que Igualdad es lo que ellos deciden.
Las redes y la política están llenas de ejemplos de esta estrategia, por eso el test del pato en su versión machista se hace necesario.
De manera que cuando veamos algún perfil o alguna declaración desde la
que se viertan criticas contra la Igualdad o las medidas dirigidas a
erradicar la violencia de género, debemos aplicar el test y preguntar,
¿plantea el tema como un machista?, ¿argumenta y manipula como un
machista?, ¿reacciona y ataca como un machista?…
Y si plantea el tema como un machista, argumenta y manipula como un machista, y reacciona y ataca como un machista; la conclusión es sencilla: es un machista.
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