Cenar en casa de Bernardo
Es una pifia de dimensiones
aún desconocidas el hecho de que el Presidente de México se haya reunido
en la casa de un vicepresidente de Televisa con un alto representante
formal del gobierno de Estados Unidos para llegar a acuerdos de índole
política, económica, comercial y migratoria.
Resulta desconcertante tal fusión de intereses justamente cuando el
Presidente de México acaba de proclamar el fin del modelo neoliberal y
su política económica de pillaje, antipopular y entreguista. Hasta antes de los nuevos tiempos obradoristas, Estados Unidos y Televisa constituían referencias constantes de ese modelo y de algunas de esas políticas. Cierto es que, ya como titular del Poder Ejecutivo Federal, el político tabasqueño debe actuar con prudencia y diplomacia, pero no aparece en el panorama nada que parezca justificar la sesión de trabajo del mandatario de México y el enviado del presidente de Estados Unidos en la casa de un personaje, Bernardo Gómez, el mencionado vicepresidente de Televisa, que con absoluta legitimidad podría tomar ventaja y aprovechar en favor de su empresa, Televisa, y en detrimento de otras empresas, lo que se habló y negoció con el plenipotenciario yerno de Donald Trump.
Lo altamente irregular de esa estampa nocturna de gastronomía y
política tiene como agravante la historia política reciente de nuestro
país: el rechazo abierto de buena parte de los mexicanos a la recepción
sumisa y colaboracionista del gobierno de Enrique Peña Nieto al recibir
al entonces candidato presidencial, Trump, en Los Pinos, con trato de
presidente en funciones.
La posterior apuesta de Peña Nieto, y de su cerebro operativo
sustituto, Luis Videgaray, fue entregarse en brazos políticos del primer
yerno de la Casa Blanca, Jared Kushner, con quien se arreglaban los
asuntos mexicanos sin tomar en cuenta a los embajadores formales de cada
país en el otro. El agradecimiento de la dupla Peña-Videgaray a Kushner
llegó al extremo de que en la última semana de Peña Nieto en el poder
se le hizo entrega de la Orden del Águila Azteca, la máxima presea
mexicana de reconocimiento
que se les otorga a los extranjeros en México por servicios prominentes prestados a la nación mexicana o a la humanidad. El siguiente gobierno, el obradorista, no quiso impugnar y mucho menos retirar esa polémica asignación, atenido a la Doctrina Amnistía: no ver hacia atrás.
En el propio Estados Unidos ha habido fuertes intentos en la clase
política por frenar el activismo del yerno Kushner, quien es asesor
ejecutivo del presidente Trump. John Kelly, el riguroso general que en
ese momento fungía como jefe del gabinete gringo, gestionó que a Kushner
se le prohibiera el acceso a documentación privilegiada y secretos de
Estado, pues se temía y teme que el yerno tenga predisposición a
utilizarla para intereses personales o grupales. Kushner es accionista
de la editorial que publica The New York Observer y propietario
de un negocio inmobiliario. Una parte de la élite política
estadunidense teme que el yerno sea capaz de usar información y de
propiciar decisiones presidenciales para favorecer sus intereses
comerciales.
A pesar de todo, con un desparpajo impropio de lo que se ha llamado
la Cuarta Transformación, se ha propiciado que el vicepresidente de una
empresa comercial tan ávida de recomponer finanzas, como es Televisa,
haya sido anfitrión de una sesión en la que se habló del curso final del
renegociado acuerdo comercial entre países de Norteamérica, de la
inversión de cuando menos 10 mil millones de dólares que el gobierno de
Trump podría allegar a México para que este país continúe fungiendo como
barrera contra el paso de centroamericanos a Estados Unidos y de las
medidas migratorias en sí, que constituyen un asunto de seguridad
nacional. En otros tiempos, eso sería calificado como una reunión con
conflicto de intereses, con manejo de información privilegiada y con
tufos muy preocupantes para el interés nacional.
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