Sin argumento de releccionismo
Revocación:
aduana monrealista
El peso electoral del Presidente
Barbosa, como
estaba previsto
La carta de compromiso contra
posibilidades releccionistas que firmó ayer el presidente Andrés Manuel
López Obrador (AMLO) apaciguará por un rato el desbordamiento de algunos
de los opositores a su gobierno, que ya proclamaban en México el inicio
de un proceso de autoritarismo y continuidad personal en el poder al
estilo, según han alegado, de Venezuela.
El mismo Enrique Krauze, a quien algunos opositores al obradorismo
pretendían erigir en una suerte de líder cívico en resistencia, tuiteó
ayer, ondeando ya una macrobandera de paz: “La carta en la que el
presidente @lopezobrador_ se compromete a respetar la no relección tiene el carácter de un compromiso con la historia. Bienvenido” (¿
BienvenidoLópez Obrador a las páginas de la historia, con el tuitero como anfitrión, o bienvenida la carta?).
Abatida esa objeción central, la de las presuntas intenciones
releccionistas, podría quedar una que no por secundaria es menor: el
nombre del Presidente de la República estará impreso en una boleta que
será cruzada por los ciudadanos casi al mismo tiempo que son cruzadas
las boletas correspondientes a elecciones de la totalidad de la Cámara
de Diputados federal y de las vertientes estatales que embonen con esa
fecha (gubernaturas, congresos locales y presidencias municipales, según
cada caso).
Aprobado en San Lázaro ese proyecto de reformas constitucionales en
materia de consulta popular y revocación de mandato, falta la
autorización en el Senado, donde Ricardo Monreal, quien no es profeta en
su partido, como acaba de verse en Puebla, ha anunciado que no habrá
prisa en la aprobación de ese texto y que se abrirá el tema a
discusiones (un proceso que parecería similar a lo sucedido con el tema
de la Guardia Nacional, aprobado por Morena en la Cámara de Diputados,
donde con sus aliados tiene mayoría para reformas constitucionales, pero
detenido y corregido en la Cámara de Senadores, donde Morena y compañía
no tienen tal aritmética calificada).
Por otra parte, la deshilachada oposición al obradorismo teme que (de
aprobarse el proyecto de reformas en sus términos actuales) el voto
popular sea inducido a favor de los candidatos de Morena, al agregarse
la consulta sobre revocación de mandato al mismo proceso electoral de
otros poderes. Si se toma como referencia alguna otra
consultairregular que se hubiera practicado (
ejercicio participativo, fue denominado el más reciente, sobre Huexca, Morelos), López Obrador podría sentirse facultado e impelido a
defendercon ardor activista su postura. Ello significaría una campaña de elecciones intermedias con el peso presidencial en acción.
Las objeciones de los opositores al actual gobierno no han prendido
en esta materia de la revocación de mandato porque, en el fondo, es
difícil oponerse con lógica política al hecho de que un Presidente se
arriesgue a asociar su nombre a una elección. Si hubiera rechazo a ese
mandatario, su partido sería dañado (recuérdese el caso de Enrique Peña
Nieto, cuya liga con candidaturas en juego solía restar votos) y, de
manera correspondiente, si ese Presidente estuviese cumpliendo bien con
su encargo, justo sería que los ciudadanos premiaran ese esfuerzo con
más poder para un proyecto cumplidor.
La misma luna de miel de López Obrador con la ciudadanía le está
permitiendo al partido Morena actuar sin mayores consideraciones en la
postulación de candidatos a gubernaturas, como ha sido el caso poblano,
donde Luis Miguel Barbosa Huerta fue declarado ganador de una encuesta
fantasma, al mero estilo practicado en su momento contra el antes citado
Monreal, a la hora de hacer a Claudia Sheinbaum candidata a jefa del
gobierno capitalino. Nadie sabe, nadie supo: las
encuestasson usadas para validar las decisiones de un dedo superior y los presuntos afectados aceptan el juego, con la esperanza de futuros pagos políticos compensatorios, como hasta ayer sucedía con el senador Alejandro Armenta, modosamente inconforme, finalmente disciplinado.
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