Como sucede desde 1980 (aunque
en ese entonces José López Portillo lo bautizó como Plan Global de
Desarrollo), el gobierno federal –ahora a cargo de Andrés Manuel López
Obrador– en breve presentará en sociedad el Plan Nacional de Desarrollo
(PND 2019-2024), que será el número ocho de las últimas cuatro décadas.
Huelga decir que los siete anteriores resultaron en un bonito
compendio de (se supone) buenas intenciones, que en los hechos
resultaron ser un rotundo fracaso. Crecimiento acelerado, desarrollo a
paso veloz, abatimiento de la pobreza, sociedad igualitaria, reparto
equitativo del ingreso y la riqueza, justicia, combate a la corrupción y
demás frases de ocasión fueron las promesas que dieron cuerpo –en el
texto– a todos los PND presentados desde Miguel de la Madrid hasta
Enrique Peña Nieto, sin olvidar el PGD de López Portillo.
Toca el turno al presidente López Obrador, quien el pasado lunes
decretó el fin de la época neoliberal, una pesadilla que padeció el país durante 36 años; quedan abolidos el modelo neoliberal y su política de pillaje antipopular y entreguista.
Y de cereza, echó al cesto de la basura la máxima neoliberal de que el mercado sustituye al Estado:
esa fue una patraña para imponer la política neoliberal, un sofisma. En ningún país del mundo el Estado se puede dividir, ni en China ni en Estados Unidos, sólo a estos despistados tecnócratas se les ocurrió que no hacía falta. Nunca pensaron que el Estado tiene como función principal conseguir mejores condiciones de vida y de trabajo para la gente.
En síntesis, no habrá más políticas públicas impuestas desde afuera, en donde
se definían y dirigían a garantizar el bienestar de las minorías y la marginación de la mayoría del pueblo. Por eso, “ahora tenemos la responsabilidad de construir una nueva política posneoliberal y convertirla en un modelo viable de desarrollo económico, ordenamiento político y convivencia entre sectores sociales.
Pues bien, el nuevo PND está en fase de consulta, pero organismos
especializados como la Comisión Económica para América Latina y el
Caribe (Cepal) se adelantan a su presentación en sociedad: el próximo
Plan Nacional de Desarrollo 2019-2024
será la base de la agenda de desarrollo de la administración del presidente López Obrador. Antes de enviarlo al Congreso, se lleva a cabo una consulta con la sociedad civil, que incluye la comunidad indígena.
Recientes anuncios del gobierno indican que este PND dará prioridad a
la economía y al desarrollo social con énfasis en infraestructura,
políticas de lucha contra la corrupción y la pobreza, consolidación de
la clase media, promover el desarrollo local y mejorar los servicios
sociales, incluida la salud.
Así, el plan 2019-2024 prestará especial atención al objetivo de desarrollo sostenible: buena salud y bienestar, trabajo decente y crecimiento económico, e industria, innovación e infraestructura. Además, prevé tres nuevos programas para 2019.
Siete gobiernos al hilo (de JLP a EPN) presentaron sus respectivos
planes de desarrollo a sabiendas que los incumplirían. Prometieron todo y
dejaron a deber todo, comenzando por el crecimiento económico y el
bienestar social. Entonces, el ocho es un buen número y López Obrador no
puede darse el lujo de fallar.
Las rebanadas del pastel:
AMLO y el canto de las sirenas: ¿por qué se llevó a cabo,
en casa de un particular, una reunión de Estado para tratar asuntos de
interés bilateral con el Presidente de México y su canciller, por un
lado, y el yerno de Donald Trump y el encargado de negocios de la
embajada de Estados Unidos, por el otro? Y no cualquier particular: el
vicepresidente de Televisa, Bernardo Gómez. Este es el tipo de
empresarios a quienes se puede acusar de cualquier cosa, menos de
pendejos e inhábiles, porque se han colado hasta la cocina en todos los
gobiernos. ¿En Palacio Nacional no hay dónde reunirse sin la presencia
de terceros que nada tienen que hacer allí?
Twitter: @cafevega
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