Al inaugurar en Madrid la
25 Conferencia de las Partes (COP25) de la Convención Marco de Cambio
Climático de la Organización de Naciones Unidas, el secretario general
de ese organismo, Antonio Guterres, advirtió sobre la
catástrofeque amenaza al planeta en caso de no emprender acciones que limiten las causas del cambio climático, particularmente la emisión de gases de efecto invernadero (GEI).
El funcionario señaló que
la única manera de reducir la temperatura global es limitar los combustibles fósiles; informó que según
los datos más recientes de la meteorología mundial hemos llegado a límites impensables, pues
los últimos cinco años han sido los más calientes que se hayan documentado;
hay desastres climáticos más extremosy
la Antártida se reduce tres veces más rápido de lo previsto.
Es importante destacar que más allá de los efectos ambientales
producidos por las actividades industriales, comerciales, agrícolas y de
servicios, el cambio climático tiene a corto plazo consecuencias
desastrosas para millones de seres humanos que podrían padecer hambrunas
a consecuencia de la pérdida de cosechas, sequías, inundaciones o la
desaparición total de sus lugares de residencia, como es el caso de los
habitantes de los litorales y de islas –particularmente, las situadas en
el Océano Pacífico–, debido al aumento del nivel del mar producida a su
vez por el derretimiento de los hielos polares. Si no se actúa ya, esos
escenarios darán lugar, como resultado inevitable, a oleadas
migratorias sin precedente, con todo lo que implican para la estabilidad
de los países.
Hasta ahora los esfuerzos políticos multilaterales para frenar las
emisiones de GEI han resultado gravemente insuficientes. Ni el Protocolo
de Kioto (1997) ni el Acuerdo de París (2015) han dado resultados
satisfactorios; incluso se da el caso de que Estados Unidos y Brasil
estén gobernados por personas que niegan la realidad del cambio
climático y del calentamiento global. El estadunidense Donald Trump
retiró a su país del primero de esos instrumentos.
Es importante destacar que si bien existe una responsabilidad
compartida de todos los gobiernos y sociedades del planeta para detener
el desastre que se gesta según todas las evidencias, tal responsabilidad
es brutalmente desigual: con emisiones de dióxido de carbono (el
principal de los GEI) equivalentes a más de 13 millones de
kilotoneladas, China encabeza la lista de los 15 mayores contaminantes
del mundo, seguida por Estados Unidos, con 6 millones 444 mil; la Unión
Europea (4 millones 499 mil), India (3 millones 346 mil), Rusia (2
millones 233 mil), Japón (un millón 359 mil), Brasil (un millón 229
mil), Indonesia (897 mil), Irán (815 mil), Canadá (780 mil), México (770
mil), Arabia Saudita (709 mil), Corea del Sur (704 mil), Australia (658
mil) y Sudáfrica (581 mil).
Sin embargo, de acuerdo con el Informe sobre la brecha de emisiones 2018 de
la oficina de Medio Ambiente de la ONU, sólo cinco países de esa lista
–China, Rusia, Japón, India y Brasil (hasta antes de la llegada al poder
de Jair Bolsonaro)– cumplían con los compromisos de reducción de
emisiones derivados de Kioto y de París. En cuanto a nuestro país e
Indonesia, la dependencia internacional calificó de
inciertoel cumplimiento de sus compromisos.
Hasta ahora ha habido una correlación directa entre el crecimiento de
la economía de un país y sus emisiones de GEI. El desafío para todo
mundo consiste en romper ese vínculo y crecer con base en energías
limpias y renovables. De otra manera, la humanidad se encaminará a una
tragedia global sin precedente y acaso sin retorno posible.a
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