R. Aída Hernández Castillo*
En las pasadas semanas las
mujeres han tomado las calles y plazas en distintas ciudades del mundo
para denunciar las violencias de los estados patriarcales mediante un performance llamado Un violador en tu camino.
Mujeres de todas las edades, con paliacates morados y verdes y una
cinta negra que cubre sus ojos, han denunciado la manera en que las
instituciones de justicia, las fuerzas de seguridad, los gobernantes,
las iglesias han sido cómplices silenciosos o participantes directos de
las violencias que afectan cotidianamente la vida de las mujeres. En
Chile, Colombia, México, Ecuador, Francia, Estados Unidos, Inglaterra,
Sudán, el texto elaborado por el grupo feminista Las Tesis,
traducido a distintos idiomas, denuncia: “El patriarcado es un juez que
nos juzga por nacer, y nuestro castigo es la violencia que ya ves…”. Han
expuesto también la complicidad de los jueces y los medios de
comunicación que criminalizan a las víctimas, respondiendo
Y la culpa no era mía, ni donde estaba, ni como vestía.
Cuando hace año y medio, cuatro mujeres chilenas de la ciudad de Valparaíso, decidieron formar el grupo Las Tesis,
no imaginaron que su llamado se haría viral y que mujeres de todo el
mundo harían eco a sus textos y expresiones artísticas. Sibila Sotomayor
y Daffne Valdés, del área de las artes escénicas, Paula Cometa Stange,
historiadora que ha incursionado en el ámbito del diseño y Lea Cáceres
desde el diseño de vestuario, decidieron traducir a un lenguaje y
accesible las principales tesis de feministas como Rita Laura Segato y
Silvia Federicci, para mostrar que las masculinidades tóxicas que
ejercen cotidianamente violencia sobre las mujeres cis y trans,
son producto de un sistema patriarcal, alimentado y reproducido desde
los Estados. En México, sus estribillos han inspirado a miles de mujeres
de todas edades, clases sociales, preferencias sexuales, identidades
étnicas, a salir a las calles y denunciar las desapariciones, las
masacres, los desplazamientos forzados, las violaciones, los
feminicidios, así como la indiferencia de una sociedad machista, que
está más preocupada por la estética de los edificios que por la vida de
las mujeres.
Ha sido sorprendente la misoginia y el odio con la que muchas
personas han respondido en las redes sociales a las protestas de las
mujeres que toman las calles, confirmando la fuerza ideológica que tiene
la violencia patriarcal en sus distintas manifestaciones. Lo que la
sociedad aún no reconoce, es que la violencia patriarcal nos está
matando a todos y todas, y es la responsable de una de las peores crisis
humanitarias que se ha vivido en México, con más de 40 mil
desaparecidos, 26 mil cuerpos en fosas comunes esperando ser
identificados, con tres feminicidios diarios y 2 mil 833 mujeres
asesinadas en lo que va del año. Urge reconocer que la reproducción de
la violencia patriarcal, es un problema que se debe enfrentar
comunitariamente, no es un problema sólo de las mujeres, y que si bien
los perpetradores de estas violencias extremas, son hombres, también lo
son la mayoría de los cuerpos de jóvenes pobres y racializados, que
aparecen en las fosas clandestinas. Estamos ante contexto feminicida,
pero también ante un juvenicidio en donde los jóvenes más pobres y
marginados de la sociedad, están siendo también víctimas de las
masculinidades tóxicas (las propias y las de otros) y de la violencia
patriarcal. La cultura de paz que necesita urgentemente nuestro país,
debe pasar por la desestructuración de la violencia patriarcal, que se
reproduce cotidianamente en las casas y calles, y que es el caldo de
cultivo de las violencias extremas que denuncian las jóvenes en sus performance. Las Tesis y
las miles de jóvenes que se reunieron en el Zócalo o frente a la
Rectoría de la UNAM, son nuestra conciencia crítica, la sociedad
mexicana tiene la oportunidad de escuchar su llamado y salir de la
indiferencia, o continuar con la complicidad del silencio.
* Investigadora de Ciesas
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