La derecha mexicana
está intentando por todos los medios a su alcance socavar al gobierno de
López Obrador. En ese afán, el conservadurismo ha recurrido en primer
término al ataque mediático que pretende la satanización del Presidente y
de las acciones de la administración obradorista.
Pero a pesar del
gran esfuerzo realizado en ese ámbito, es claro que el Presidente sigue
gozando del más amplio y enfático apoyo popular. Éste no ha bajado,
desde el primer día de diciembre de 2018, del 70 por ciento.
En
sus propósitos subversivos y desestabilizadores, la derecha también ha
desarrollado ingentes esfuerzos por crear un movimiento castrense
dispuesto a la aventura del golpe de Estado. Sólo que a las primeras
muestras públicas de ese esfuerzo organizativo, los altos mandos del
Ejército, la Marina y la Guardia Nacional salieron al paso de los
sediciosos, y éstos no tuvieron más remedio que recular en espera de
mejores tiempos para la aventura golpista.
Del fracaso de la
satanización mediática y del golpismo en ciernes, el conservadurismo
decidió jugar su carta maestra: la demanda de una intervención militar
de Estados Unidos en México como la única medida capaz de lograr el
derrocamiento de López Obrador.
La fase inicial de este macabro
plan corrió a cargo de la tristemente célebre familia LeBarón, la que
sin tapujos ni rubores y con todas sus letras solicitó a Donald Trump el
envío a territorio mexicano de policías y soldados yanquis so pretexto,
en una nueva expedición punitiva, de aprehender a los autores
materiales e intelectuales del asesinato de nueve miembros de esa
familia.
Ni tardo ni perezoso, el jefe del imperio dio comienzo a
la tarea solicitada. Y empezó por calificar como organizaciones
terroristas a los cárteles mexicanos del narcotráfico. Recuérdese que el
combate al narco y al terrorismo es el pretexto perfecto para las
aventuras militares de Washington.
La demanda lebaronesca de una
invasión militar de México por las fuerzas armadas yanquis generó una
enorme repulsa en el pueblo mexicano. Tan amplia y categórica que hasta
los más conspicuos miembros y voceros del conservadorismo empezaron a
deslindarse de tan criminal y antimexicana demanda.
Digamos que a
los impulsores de la solicitud de una intervención militar yanqui para
derrocar a López Obrador se les pasó la mano y decidieron rectificar más
rápido que aprisa. Porque una cosa es ser calificado de antiobradorista
y otra ser señalado como traidor a la patria.
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