El tema es
recurrente; motivo de noticias diarias en los periódicos de todo el
mundo, no se diga en los de México, pero a veces, hechos relacionados
con estos instrumentos cuyo fin es lastimar, herir, matar, sacuden más
profundamente y por más tiempo a una comunidad.
No tendría que decirlo, pero me refiero como se habrá adivinado, al
niño que en su escuela, con dos armas de fuego en las manos, agredió de
muerte a su maestra, a otro profesor y a varios de sus compañeros. Poco a
poco van saliendo a la luz circunstancias que generaron la tragedia o
que influyeron en lo que sucedió; una familia conflictiva, ligada a
actividades ilegales, armas al alcance de la mano de cualquiera, por lo
que se ve, educación emocional deficiente y también, como se ha dicho,
influencias nocivas de juegos de Internet, cuyo tema es la muerte de los
contrarios.
Yo agregaría que el mal ejemplo cotidiano, al que no hay referencias
tan abundantes, pero que también puede ser un factor en casos como este,
es el de la televisión comercial, que impulsa con series y películas el
elogio a la violencia y al uso de las armas como solución de todos o de
muchos de los problemas cotidianos. Hay series, hay filmes, que son una
lección objetiva de cómo matar, eliminar, secuestrar y así, mediante
armas y su uso, tener éxito y ser según la moral parda de nuestro
tiempo,
triunfadores.
Ciertamente, no son todos los programas o carteleras las que caen en
ese peligroso juego, pero sí mucho más de las que ponen buenos ejemplos,
sin duda, más de la cuenta.
Afortunadamente, el actual gobierno está poniendo el acento para
combatir a la delincuencia y a la violencia imperante, no en la guerra,
ni en el uso de la fuerza, que en ocasiones son necesarias, sino en la
prevención; en el dilema prevenir o reprimir, se ha optado por la
primera de las disyuntivas. No castigos más severos ni cárceles más
grandes y sombrías, su propuesta es combatir a las bandas criminales,
castigar los delitos que se cometan, pero primordialmente ir a las
causas de la violencia, que son la falta de educación y formación moral,
la carencia de oportunidades para los jóvenes de escuela y de trabajo,
en una palabra la marginación; con más igualdad, con más justicia habrá
menos delincuencia.
Por lo que toca a las armas, al terrible hecho del colegio Cervantes
de Torreón, Coahuila, nos presenta el lado oscuro, la peor faceta las
armas que sirven para provocar tragedias y muerte; sin embargo, hay otro
aspecto que el anterior no debe oscurecer; está vigente un artículo
constitucional en el capítulo de
Los derechos humanos y sus garantías, es el numeral 10, que autoriza a los habitantes de México a poseer armas en su domicilio, para su seguridad y legítima defensa, exceptuando las reservadas a las fuerzas armadas. En la revolución francesa, el pueblo consiguió que no fuera un privilegio de la nobleza portar espada y montar a caballo.
Las armas sirven para lastimar, para agredir, pero nuestra ley
suprema consagra un principio reconocido desde antiguo y desarrollado
por los humanistas y juristas españoles del siglo XVI, que justifican la
guerra, cuando ésta es justa, cuando se considera que es la última
posibilidad de una comunidad para preservar su dignidad, su libertad y
sus derechos.
Las armas, así consideradas, son un mal menor, porque siendo
herramientas de destrucción, también pueden servir para conservar y
preservar la propia vida, la de los nuestros, familia, hijos, esposa, el
patrimonio, la seguridad individual y colectiva, y principalmente la
libertad en caso de las personas y la soberanía en el caso de las
naciones.
Nuestro Himno Nacional, en una de sus estrofas, muy conocida, exalta
el uso de las armas, afirma que cada hijo de la patria debe ser un
soldado en caso de peligro de invasión extranjera. Las guerras, grandes
o pequeñas, mundiales o internas se emprenden siempre aduciendo
justificaciones que a fin de cuentas serán calificadas por la historia.
En la teoría política de nuestro tiempo, el Estado se reserva el
monopolio del uso de la fuerza; sólo el poder público puede usar la
violencia cuando la ley se lo autoriza y a los gobernados les está
prohibido hacerse justicia por propia mano, pero hay una excepción: le
es lícito defenderse de la agresión.
Una última reflexión. En caso de uso legítimo de las armas, el
sentido común nos indica que éste debe ser eficaz; no basta tener
derecho a defendernos, debemos hacerlo bien. Una de las cuartetas que
José Hernández pone en boca del gaucho Martín Fierro, quien con gran
fuerza poética, explica con calma, mientras toma su mate: “Las armas,
hay que sacarlas, pero ‘naiden’ sabe cuándo, y si han de salir que
salgan, pero que salgan cortando”. Si quieres la paz prepárate para la
guerra, reza una locución latina. Dos caras del mismo tema; para pensar
un poco más sobre él; las armas, su uso y su posesión.
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