Pantalla nómada
Alan Rodríguez
▲ Fotograma de Atlantique
Atlantique (2019) es una
producción franco-senegalesa-belga estrenada silenciosamente en Netflix,
y de la que todavía no se habla en México. Habría que decir que se
trata de la película ganadora del Premio del Jurado en Cannes y que es
la ópera prima de la primera directora afrodescendiente en competir por
la Palma de Oro en toda la historia del certamen, Mati Diop.
El filme aparece en algunos listados de lo mejor del cine
independiente de 2019, y resulta toda una rareza en el catálogo de la
popular plataforma de streaming. Hay que aplaudir la decisión,
sobre todo cuando en México hay quienes tienen a su cargo la
programación de importantes salas y justifican la ausencia en sus
parrillas de cine en África, alegando que en ese continente
no se hace cine.
Diop lleva en su cuerpo el soplo de la inspiración fílmica. Es sobrina del legendario Djibril Diop Mambéty (Hyènes, 1992), un innovador del cine africano, ya fallecido. En Atlantique
uno se da cuenta de que Mati da continuidad al valioso legado del tío y
que supo aprender bien el oficio de dirigir, al trabajar como actriz
para la admirada Claire Denis. Trailer: https://www.youtube.com/watch?v=9T7A30Pcuxw
En este filme, la espigada Mame Bineta Sane hace de Ada, una chica de
Dakar condenada a un matrimonio por conveniencia. Su auténtico novio
Souleiman, con quien se besa en secreto, un día desaparece en el mar
junto con otros obreros agobiados por la pobreza y la falta de pago. Las
chicas lloran en silencio la ausencia de sus novios, mientras un
extraño mal amenaza a quienes obligaron a esos hombres a dejar su patria
para alcanzar las costas de España.
El origen de la historia se remonta a 2008, cuando Mati viajó a
Senegal para rodar un corto sobre migración. Su primo le presentó amigos
que querían emprender el casi suicida viaje en piragua por la costa
oeste africana hasta llegar a España. La realizadora percibió un
fenómeno viral en esa generación perdida de jóvenes que buscó escapar:
todos perseguían el mismo fin. Fueron miles los que se embarcaron hacia
ese país, pero al final desaparecieron.
La película de Diop se disfruta como un relato lleno de sutileza,
magnetismo, profundidad y misterio. Goza de una propuesta sonora que va
de la descripción y la calma, al hipnotismo y la consternación. Su
cámara, que le valió una nominación a la Cámara de Oro también en
Cannes, es surtidora de sutiles retratos, de elegantes imágenes a veces
coloridas y otras veces blanquecinas.
El filme recoge el mito y las creencias como fuerzas para la
imaginación y lo sobrenatural. No es una película convencional de
romance y tampoco una con denuncia social. Todo eso sirve como pretexto
para, más bien, abstraerse en el deseo y los anhelos de su joven
protagonista, una mujer en un tránsito de identidad, que lidia con la
ausencia del enamorado desaparecido.
Atlantique es también una mutación. Comienza como un relato realista
social y luego nos lleva por otro lado, guiándonos por una senda de
fantasía detectivesca, alucinante y con eco feminista. Y cuando lo
notamos, estamos ya en una narración fantasmal acerca del amor, la
pérdida y la emancipación.
Twitter: @kromafilm
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