Pedro Echeverría V.
1. Yucatán es un estado del oriente/sur de México con cerca de dos millones de habitantes. Es conocido en el mundo por formar parte de la avanzada cultura maya, por sus monumentos arqueológicos en Chichén Itzá, Uxmal y más de una decena de lugares, así como por estar su capital (Mérida) a 320 kilómetros de Cancún, uno de los centros turísticos más conocidos en el mundo. Mérida posee cerca de un millón de habitantes y fue bautizada como “la Blanca Mérida” porque fue una ciudad aristocrática de blancos; donde los indios, negros y otras castas, fueron despreciados. En 1940 Mérida (la ciudad capital) apenas contaba con 96,652 habitantes, veinte años después tenía poco menos de 171 mil habitantes, pero ya en 1990 contaba con poco más de 698 mil. Lo más grave en el estado son sus condiciones de extrema desigualdad económica. Yucatán es, después de Chiapas, Oaxaca y Guerrero, uno de los estados más miserables y de más grande desempleo, sobre todo después del desplome henequenero en 1970.
2. En esta “ciudad blanca”, donde se guarda en gran racismo, vive cerca de un 70 por ciento de gente muy pobre y desesperada por conseguir, a como dé lugar, un ingreso familiar. Mérida se superpobló en la década de los setenta a raíz del desplome de la producción del henequén. Hoy el campo de Yucatán está casi deshabitado porque las familias deben encontrar ingresos en Mérida, en Cancún o en los EEUU. Ningún turista visita el sur de la ciudad y muy pocos pasan por el poniente y el oriente. Al turismo extranjero y nacional se le pasea por el centro histórico, por el norte de la ciudad donde están las grandes y elegantes residencias, avenidas, paseos, los grandes hoteles y los centros de diversión. De hecho es lo que queda de “Mérida la blanca”, porque la otra Mérida (la del sur) es mestiza e indígena. Por el norte se va a los puertos en este estado caluroso durante ocho meses que obligan a la gente bien a pasar algunos meses en sus residencias de playa, mismas que han crecido en número como propiedad de ricos.
3. En Yucatán, como en todo México, la pauta de ingresos es marcada por el salario mínimo: 50 pesos diarios (menos de 4.5 dólares por ocho horas de trabajo) según la ley. Aunque un porcentaje de trabajadores obtiene salario y medio otro porcentaje obtiene menos de un salario, quedando en general en un salario mínimo. La alimentación en Mérida es cara porque Yucatán produce escasos productos en el campo y en la ciudad, dado que durante un siglo (1870/1970) dependió del comercio de la fibra del agave y desde 1970 el gobierno del estado apuesta al turismo y al comercio. Así que la creación de empleos fijos se ha hecho a un lado y se ha dejado crecer el pequeño comercio, el ambulantaje, la prostitución, la “delincuencia” por hambre y la limosna. Mientras tanto los poderosos empresarios y políticos aprovechan “la tranquilidad y la paz meridana” para disfrutar viajes, paseos y diversiones. En los últimos años muchos políticos y empresarios han comprado residencias en la ciudad y en la playa para “gozar la vida”.
4. Entre tanto un sistema de transporte planeado hace unos 60 años por empresarios camioneros o transportistas, con la total complicidad de los gobiernos de la época, se niega a perder privilegios. La Unión de Camioneros (los blancos), bajo la dirección de Vargas Ocampo y la Alianza de Camioneros (los rojos) encabezada por López Manzanero, se repartieron la ciudad y la dominaron por lo menos hasta los años setenta, cuando surgieron otros herederos y organismos que siguieron administrando a su manera el monopolio. Cuando se planearon todas las rutas tuvieron su paradero en el centro de la ciudad, que por cierto era aún pequeña en extensión y con menor número de habitantes. La ciudad creció en población ocho veces y los monopolios de rutas continuaron como estaban desde hace décadas, sin que los diferentes gobiernos del PRI y del PAN hicieran nada. Mientras en todo el mundo (Nueva York, Madrid, DF,) las rutas van de extremo a extremo, en Mérida concluyen en el centro para cobrar otro pasaje.
5. En la ciudad de Mérida se planea el transporte (¿en dónde no?) a partir de criterios, intereses y ganancias empresariales, no del público. El gobierno otorgó las concesiones y las rutas hace unos 70 años como si fuera una propiedad privada. El gobierno siempre ha recibido dinero y apoyos políticos de los empresarios al usar cientos de unidades para el acarreo de gentes para mítines de campaña. Por ello los empresarios camioneros y taxistas (con todo el autoritarismo) se sienten los dueños de la ciudad. El plan de transporte se haría fácilmente si el gobierno actuara en función del pueblo y no de los empresarios. Bastaría con que los técnicos o ingenieros reciban la orden de seleccionar ejes de norte a sur, de oriente a poniente y viceversa, sin terminal en el centro; crear circuitos por barrios y cada corrida con un solo pago. Al mismo tiempo prohibir de 8 a 18 horas el transporte privado en el centro histórico. Bajaría la contaminación, el gasto de gasolina, los accidentes, los negocios de los estacionamientos y, con la ampliación de las aceras, el público sufriría mucho menos y hasta podría gozar la ciudad.
6. Pero el problema más importante es no permitir que aumente más el precio de los pasajes. En los estados con menores ingresos el precio de los pasajes debe ser más bajo. En la ciudad de México las líneas del metro recorren hasta 100 kilómetros por dos pesos, los autobuses privados tienen tarifas de 2.50 por 12 kilómetros y 50 centavos por cada cinco kilómetros más. En Mérida un empleado con salario mínimo de 50 pesos puede gastar 20 o más para trasladarse a su trabajo y una familia con hijos en la escuela se queda sin comer, sin pagar luz, agua, gas, renta. Pero todo esto le importa un bledo a los gobernantes y sus familias que por cierto se transportan en lujosos automóviles y camionetas. Si los empresarios transportistas dicen estar endrogados con deudas ese no es problema de los usuarios y si dicen que no ganan en su negocio que lo dejen en manos de otros. Aunque también podrían publicar sus ingresos y egresos y, en caso necesario exigir un subsidio gubernamental. Pero no debe permitirse ningún aumento más.
7. Aquella Mérida de los blancos es ahora añoranza de los viejos ricos o acomodados que supieron aprovechar tiempos pasados. Aunque los conservadores meridanos, estrechamente unidos al clero reaccionario, han sabido controlar la conciencia de la mayoría de la población, haciéndola conformista y sumisa con el argumento de que aquí hay que sufrir para gozar luego en el cielo. No es que los yucatecos sean cobardes por nacimiento, como en su tiempo creyó el gobernador Salvador Alvarado, sino que les cubrieron los ojos y los oídos con una pesada manta que les ha impedido ver la realidad. El pueblo yucateco es uno de los más miserables del país, pero nada parece despertarles el ánimo para rebelarse y protestar en defensa de sus derechos. Abría que estudiar bien el pacifismo de los mayas históricos, los métodos de dominación de los españoles, el tipo de domesticación que emplearon las misiones religiosas y las formas de control que las clases poderosas han empleado en los últimos dos siglos. ¿Será posible que un día cambien y salgan a la calle a defender sus derechos pisoteados?
1. Yucatán es un estado del oriente/sur de México con cerca de dos millones de habitantes. Es conocido en el mundo por formar parte de la avanzada cultura maya, por sus monumentos arqueológicos en Chichén Itzá, Uxmal y más de una decena de lugares, así como por estar su capital (Mérida) a 320 kilómetros de Cancún, uno de los centros turísticos más conocidos en el mundo. Mérida posee cerca de un millón de habitantes y fue bautizada como “la Blanca Mérida” porque fue una ciudad aristocrática de blancos; donde los indios, negros y otras castas, fueron despreciados. En 1940 Mérida (la ciudad capital) apenas contaba con 96,652 habitantes, veinte años después tenía poco menos de 171 mil habitantes, pero ya en 1990 contaba con poco más de 698 mil. Lo más grave en el estado son sus condiciones de extrema desigualdad económica. Yucatán es, después de Chiapas, Oaxaca y Guerrero, uno de los estados más miserables y de más grande desempleo, sobre todo después del desplome henequenero en 1970.
2. En esta “ciudad blanca”, donde se guarda en gran racismo, vive cerca de un 70 por ciento de gente muy pobre y desesperada por conseguir, a como dé lugar, un ingreso familiar. Mérida se superpobló en la década de los setenta a raíz del desplome de la producción del henequén. Hoy el campo de Yucatán está casi deshabitado porque las familias deben encontrar ingresos en Mérida, en Cancún o en los EEUU. Ningún turista visita el sur de la ciudad y muy pocos pasan por el poniente y el oriente. Al turismo extranjero y nacional se le pasea por el centro histórico, por el norte de la ciudad donde están las grandes y elegantes residencias, avenidas, paseos, los grandes hoteles y los centros de diversión. De hecho es lo que queda de “Mérida la blanca”, porque la otra Mérida (la del sur) es mestiza e indígena. Por el norte se va a los puertos en este estado caluroso durante ocho meses que obligan a la gente bien a pasar algunos meses en sus residencias de playa, mismas que han crecido en número como propiedad de ricos.
3. En Yucatán, como en todo México, la pauta de ingresos es marcada por el salario mínimo: 50 pesos diarios (menos de 4.5 dólares por ocho horas de trabajo) según la ley. Aunque un porcentaje de trabajadores obtiene salario y medio otro porcentaje obtiene menos de un salario, quedando en general en un salario mínimo. La alimentación en Mérida es cara porque Yucatán produce escasos productos en el campo y en la ciudad, dado que durante un siglo (1870/1970) dependió del comercio de la fibra del agave y desde 1970 el gobierno del estado apuesta al turismo y al comercio. Así que la creación de empleos fijos se ha hecho a un lado y se ha dejado crecer el pequeño comercio, el ambulantaje, la prostitución, la “delincuencia” por hambre y la limosna. Mientras tanto los poderosos empresarios y políticos aprovechan “la tranquilidad y la paz meridana” para disfrutar viajes, paseos y diversiones. En los últimos años muchos políticos y empresarios han comprado residencias en la ciudad y en la playa para “gozar la vida”.
4. Entre tanto un sistema de transporte planeado hace unos 60 años por empresarios camioneros o transportistas, con la total complicidad de los gobiernos de la época, se niega a perder privilegios. La Unión de Camioneros (los blancos), bajo la dirección de Vargas Ocampo y la Alianza de Camioneros (los rojos) encabezada por López Manzanero, se repartieron la ciudad y la dominaron por lo menos hasta los años setenta, cuando surgieron otros herederos y organismos que siguieron administrando a su manera el monopolio. Cuando se planearon todas las rutas tuvieron su paradero en el centro de la ciudad, que por cierto era aún pequeña en extensión y con menor número de habitantes. La ciudad creció en población ocho veces y los monopolios de rutas continuaron como estaban desde hace décadas, sin que los diferentes gobiernos del PRI y del PAN hicieran nada. Mientras en todo el mundo (Nueva York, Madrid, DF,) las rutas van de extremo a extremo, en Mérida concluyen en el centro para cobrar otro pasaje.
5. En la ciudad de Mérida se planea el transporte (¿en dónde no?) a partir de criterios, intereses y ganancias empresariales, no del público. El gobierno otorgó las concesiones y las rutas hace unos 70 años como si fuera una propiedad privada. El gobierno siempre ha recibido dinero y apoyos políticos de los empresarios al usar cientos de unidades para el acarreo de gentes para mítines de campaña. Por ello los empresarios camioneros y taxistas (con todo el autoritarismo) se sienten los dueños de la ciudad. El plan de transporte se haría fácilmente si el gobierno actuara en función del pueblo y no de los empresarios. Bastaría con que los técnicos o ingenieros reciban la orden de seleccionar ejes de norte a sur, de oriente a poniente y viceversa, sin terminal en el centro; crear circuitos por barrios y cada corrida con un solo pago. Al mismo tiempo prohibir de 8 a 18 horas el transporte privado en el centro histórico. Bajaría la contaminación, el gasto de gasolina, los accidentes, los negocios de los estacionamientos y, con la ampliación de las aceras, el público sufriría mucho menos y hasta podría gozar la ciudad.
6. Pero el problema más importante es no permitir que aumente más el precio de los pasajes. En los estados con menores ingresos el precio de los pasajes debe ser más bajo. En la ciudad de México las líneas del metro recorren hasta 100 kilómetros por dos pesos, los autobuses privados tienen tarifas de 2.50 por 12 kilómetros y 50 centavos por cada cinco kilómetros más. En Mérida un empleado con salario mínimo de 50 pesos puede gastar 20 o más para trasladarse a su trabajo y una familia con hijos en la escuela se queda sin comer, sin pagar luz, agua, gas, renta. Pero todo esto le importa un bledo a los gobernantes y sus familias que por cierto se transportan en lujosos automóviles y camionetas. Si los empresarios transportistas dicen estar endrogados con deudas ese no es problema de los usuarios y si dicen que no ganan en su negocio que lo dejen en manos de otros. Aunque también podrían publicar sus ingresos y egresos y, en caso necesario exigir un subsidio gubernamental. Pero no debe permitirse ningún aumento más.
7. Aquella Mérida de los blancos es ahora añoranza de los viejos ricos o acomodados que supieron aprovechar tiempos pasados. Aunque los conservadores meridanos, estrechamente unidos al clero reaccionario, han sabido controlar la conciencia de la mayoría de la población, haciéndola conformista y sumisa con el argumento de que aquí hay que sufrir para gozar luego en el cielo. No es que los yucatecos sean cobardes por nacimiento, como en su tiempo creyó el gobernador Salvador Alvarado, sino que les cubrieron los ojos y los oídos con una pesada manta que les ha impedido ver la realidad. El pueblo yucateco es uno de los más miserables del país, pero nada parece despertarles el ánimo para rebelarse y protestar en defensa de sus derechos. Abría que estudiar bien el pacifismo de los mayas históricos, los métodos de dominación de los españoles, el tipo de domesticación que emplearon las misiones religiosas y las formas de control que las clases poderosas han empleado en los últimos dos siglos. ¿Será posible que un día cambien y salgan a la calle a defender sus derechos pisoteados?
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