Foto: Brenda Ayala/MujeresNet
La política sexual del patriarcado permea la construcción de las
subjetividades y, por medio de los efectos acumulativos de la cultura,
permite que cada día la violencia de género contra las mujeres, en
especial la violencia sexual y particularmente la presentada en la
pornografía, se recrudezca. Al entender cómo funciona tal política
sexual es posible señalar a la pornografía como la propaganda
patriarcal que justifica y naturaliza la subordinación de las mujeres,
en el plano sexual principalmente. Esta situación contribuye al
mantenimiento de un clima hostil, de un mundo no apto para las mujeres
caracterizado por la cosificación y la cultura de la violación.
Desde el feminismo radical de los años 70, Kate Millet teoriza
acerca de los mecanismos que el patriarcado establece para perpetuarse.
Esta feminista identifica, en su investigación doctoral, que el
artífice principal para el sostenimiento de este sistema social es su
política sexual. Tal "conjunto de relaciones y compromisos
estructurados de acuerdo con el poder, en virtud de los cuales un grupo
de personas queda bajo el control de otro" (Millet, 1995) permiten
reconocer cómo en las relaciones sociales diarias el sexo es el
marcador sobre el cual se establecen ciertas jerarquías, ejercidas
éstas por el colectivo de varones a favor suyo sobre el colectivo de
mujeres.
Desde estas proposiciones teóricas se demuestra cómo las relaciones
sexuales, aun cuando parecen ser una actividad sólo biológica y física,
no se realizan en el vacío sino en un contexto que es el sistema
patriarcal donde las relaciones humanas, casi en su totalidad, en este
caso las costumbres sexuales, son relaciones de dominio y
subordinación (Millet, 1995). Dentro de estas costumbres, la
pornografía juega un rol importantísimo al consolidar en su existencia
la imbricación del capitalismo y el patriarcado. En ella se puede
observar que "el dominio sexual es tal vez la ideología más
profundamente arraigada en nuestra cultura, por cristalizar en ella el
concepto más elemental de poder" (Millet, 1995: 70) .
El objetivo principal de esa política sexual es la interiorización
de la ideología patriarcal para perpetuar la supremacía masculina. Esta
interiorización es observable en la forma en que mujeres y hombres
consideran natural, justificable o necesaria la violencia de género;
cuando hombres y mujeres consideran a la violencia sexual, en especí
fico la cosificación como una cuestión que determina el valor de éstas.
"Cuando la personalidad tropieza con imágenes tan denigrantes de sí
misma en la ideología, la tradición y las creencias sociales, resulta
inevitable que sufra un grave deterioro." (Millet, 1995: 119) .
Esta política tiene la capacidad de socializar diversos
comportamientos, entre ellos los mandatos de género que enseñan a las
mujeres a existir en función de ser valoradas por los hombres,
deseadas. También enseña que "el acto del coito depende de una larga
serie de respuestas adquiridas -respuestas a las actitudes y a los
modelos de conducta, así como al objeto de la elección sexual- que nos
vienen dictadas por nuestro medio social" (Millet, 1995: 82). Lo que
puede establecerse como gustos individuales son gustos colectivos
estructurados por un sistema (Parsons, 1961) con características
específicas como lo es el patriarcado.
La difusión de esta política se realiza por medio de dispositivos
culturales como religión, escuela y medios de comunicación. Dentro de
esta última categoría se encuentra la pornografía como una industria
cultural y a un tiempo como un contenido mediático. Por medio de estas
proposiciones es susceptible de clasificarse como la propaganda al
servicio de una sociedad supremacista masculina que vehicula una
ideología de odio contra las mujeres (Hite, 1985).
Desde el feminismo anti-pornografía se plantea que las diferentes
formas de ejercer las sexualidades no son atribuibles a características
naturales sino que son el resultado de todo un entramado de
construcciones sociales, propuestas y dotadas de significado y valor
desde el patriarcado; por ello, uno de los objetivos finales de este
desarrollo teórico es la construcción de sexualidades en equidad y
respeto.
En este sentido, la pornografía no puede ser parte de ese proyecto
de un nuevo mundo. Desde una reflexión política que exige la justicia
se demuestra cómo la pornografía en tanto propaganda patriarcal
promueve la violencia de género y socava la ciudadanía de las mujeres.
Desde el feminismo anti-pornografía se plantea que la discusión sobre
la pornografía debe darse en un plano donde los elementos a considerar,
entre otros, sean el poder y los derechos humanos, lo justo y lo
violento y no desde un posicionamiento moral que hable de lo bueno y lo
malo, lo obsceno y lo permitido.
Fuentes:
Arreguín Prado, Dolores Amelia (2014) La industria pornográfica y el Estado mexicano, un atentado contra los derechos humanos de las mujeres. Tesis de Licenciatura en Ciencias de la Comunicación. México: FCPyS-UNAM.
Hite, Shere (1985) The Hite Report on Male Sexuality . Nueva York: Ballantine Books.
Millet, Kate (1995) Política sexual. Madrid: Cátedra.
Parsons, Talcott (1961) La estructura de la acción social . Madrid: Ediciones Guadarrama.
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