8/09/2014

Sobre la pornografía como propaganda patriarcal


Foto: Brenda Ayala/MujeresNet

Por Amelia Arreguín Prado

Amelia Arreguín Prado retoma los fundamentos teóricos de la feminista Kate Millet y argumenta que la pornografía es una industria cultural que sirve a los fines del patriarcado, que justifica y naturaliza la subordinación y el odio contra las mujeres; asimismo, se posiciona desde el feminismo anti-pornografía para buscar la construcción de sexualidades en la equidad y el respeto. 

La política sexual del patriarcado permea la construcción de las subjetividades y, por medio de los efectos acumulativos de la cultura, permite que cada día la violencia de género contra las mujeres, en especial la violencia sexual y particularmente la presentada en la pornografía, se recrudezca. Al entender cómo funciona tal política sexual es posible señalar a la pornografía como la propaganda patriarcal que justifica y naturaliza la subordinación de las mujeres, en el plano sexual principalmente. Esta situación contribuye al mantenimiento de un clima hostil, de un mundo no apto para las mujeres caracterizado por la cosificación y la cultura de la violación.

Desde el feminismo radical de los años 70, Kate Millet teoriza acerca de los mecanismos que el patriarcado establece para perpetuarse. Esta feminista identifica, en su investigación doctoral, que el artífice principal para el sostenimiento de este sistema social es su política sexual. Tal "conjunto de relaciones y compromisos estructurados de acuerdo con el poder, en virtud de los cuales un grupo de personas queda bajo el control de otro" (Millet, 1995) permiten reconocer cómo en las relaciones sociales diarias el sexo es el marcador sobre el cual se establecen ciertas jerarquías, ejercidas éstas por el colectivo de varones a favor suyo sobre el colectivo de mujeres.

Desde estas proposiciones teóricas se demuestra cómo las relaciones sexuales, aun cuando parecen ser una actividad sólo biológica y física, no se realizan en el vacío sino en un contexto que es el sistema patriarcal donde las relaciones humanas, casi en su totalidad, en este caso las costumbres sexuales, son relaciones de dominio y subordinación (Millet, 1995). Dentro de estas costumbres, la pornografía juega un rol importantísimo al consolidar en su existencia la imbricación del capitalismo y el patriarcado. En ella se puede observar que "el dominio sexual es tal vez la ideología más profundamente arraigada en nuestra cultura, por cristalizar en ella el concepto más elemental de poder" (Millet, 1995: 70) .

El objetivo principal de esa política sexual es la interiorización de la ideología patriarcal para perpetuar la supremacía masculina. Esta interiorización es observable en la forma en que mujeres y hombres consideran natural, justificable o necesaria la violencia de género; cuando hombres y mujeres consideran a la violencia sexual, en especí fico la cosificación como una cuestión que determina el valor de éstas. "Cuando la personalidad tropieza con imágenes tan denigrantes de sí misma en la ideología, la tradición y las creencias sociales, resulta inevitable que sufra un grave deterioro." (Millet, 1995: 119) .

Esta política tiene la capacidad de socializar diversos comportamientos, entre ellos los mandatos de género que enseñan a las mujeres a existir en función de ser valoradas por los hombres, deseadas. También enseña que "el acto del coito depende de una larga serie de respuestas adquiridas -respuestas a las actitudes y a los modelos de conducta, así como al objeto de la elección sexual- que nos vienen dictadas por nuestro medio social" (Millet, 1995: 82). Lo que puede establecerse como gustos individuales son gustos colectivos estructurados por un sistema (Parsons, 1961) con características específicas como lo es el patriarcado.

La difusión de esta política se realiza por medio de dispositivos culturales como religión, escuela y medios de comunicación. Dentro de esta última categoría se encuentra la pornografía como una industria cultural y a un tiempo como un contenido mediático. Por medio de estas proposiciones es susceptible de clasificarse como la propaganda al servicio de una sociedad supremacista masculina que vehicula una ideología de odio contra las mujeres (Hite, 1985).

Desde el feminismo anti-pornografía se plantea que las diferentes formas de ejercer las sexualidades no son atribuibles a características naturales sino que son el resultado de todo un entramado de construcciones sociales, propuestas y dotadas de significado y valor desde el patriarcado; por ello, uno de los objetivos finales de este desarrollo teórico es la construcción de sexualidades en equidad y respeto.

En este sentido, la pornografía no puede ser parte de ese proyecto de un nuevo mundo. Desde una reflexión política que exige la justicia se demuestra cómo la pornografía en tanto propaganda patriarcal promueve la violencia de género y socava la ciudadanía de las mujeres. Desde el feminismo anti-pornografía se plantea que la discusión sobre la pornografía debe darse en un plano donde los elementos a considerar, entre otros, sean el poder y los derechos humanos, lo justo y lo violento y no desde un posicionamiento moral que hable de lo bueno y lo malo, lo obsceno y lo permitido.

Fuentes:
Arreguín Prado, Dolores Amelia (2014) La industria pornográfica y el Estado mexicano, un atentado contra los derechos humanos de las mujeres. Tesis de Licenciatura en Ciencias de la Comunicación. México: FCPyS-UNAM.
Hite, Shere (1985) The Hite Report on Male Sexuality . Nueva York: Ballantine Books.
Millet, Kate (1995) Política sexual. Madrid: Cátedra.
Parsons, Talcott (1961) La estructura de la acción social . Madrid: Ediciones Guadarrama.


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